Opinión
CRÍTICA: Star Wars: The Clone Wars (SÉPTIMA TEMPORADA)
Publicado
hace 4 añosel
“Star Wars: The Clone Wars”. Lo que comenzó con una película más bien mediocre y poco memorable —que en realidad debió quedarse como un arco para la televisión, en vez de proyectarse en la pantalla grande como un largometraje—, ha ido evolucionando a lo largo de los años, convirtiéndose, inesperadamente, en uno de los productos más queridos por los fanáticos de la saga galáctica, gracias al arduo trabajo de George Lucas y Dave Filoni. Sí, Lucas estuvo muy involucrado en la creación de esta serie y en el desarrollo de muchos de los arcos argumentales, dándole varias ideas a Filoni, quien se encargaría de expandirlas junto a su grupo de guionistas. Todo esto fue antes de Disney, antes de Kathleen Kennedy, y antes de la trilogía de secuelas.
Y es por todo eso, precisamente, que muchos fanáticos y fanáticas quedaron inmensamente decepcionados cuando Disney, por razones que nunca llegaremos a entender, decidió cancelar el show, dejándonos con seis temporadas de sólido entretenimiento, que sin embargo carecían de un final. Pero como hasta Disney puede darse cuenta de sus errores, eventualmente decidieron resucitar la serie, y darnos una séptima y última temporada, la cual hemos podido ver durante los últimos meses. La temporada 7 de “Star Wars: The Clone Wars” es una mezcla de lo excelente y lo inflado; de lo mejor que Filoni ha hecho para la serie, pero un poquito, también, de lo más redundante y tedioso. El balance general, sin embargo, es positivo, más que nada gracias a los últimos cuatro episodios. Estoy seguro que más de un fanático terminará llorando al verlos.
OJO: el presente texto incluirá algunos spoilers para la última temporada de “The Clone Wars”, por lo que si no la han visto todavía, sugiero que todavía no lo lean. Advertidos están.
Esta temporada de “The Clone Wars” se lleva a cabo poco tiempo antes Y durante la infame Orden 66, y está compuesta por tres arcos argumentales, de cuatro episodios cada uno. En el primero, vemos la llegada del Bad Batch, un grupo de clones de la República con defectos genéticos, con fama de ser particularmente aguerridos. Son ellos los que terminan aliándose a Rex, Cody (voces de Dee Bradley Baker) y la Fuerza de Clones 99 para recuperar un algoritmo estratégico para la República. Además, se enterarán, junto a Anakin Skywalker (Matt Lanter) de que el clon Echo sigue vivo, por lo que tendrán que aventurarse a rescatarlo de una base separatista.
El segundo arco es el más controvertido de la temporada. En él, seguimos a Ahsoka Tano (voz de Ashley Eckstein), quien ya ha renunciado a la Orden Jedi y a la República, haciéndose amiga de dos hermanas que viven en una de las zonas más peligrosas de Coruscant: Trace (voz de Brigitte Kali Canales) y Rafa Martez (Elizabeth Rodríguez). Es así que vemos cómo viven una serie de aventuras, involucrándose con la mafia de los Pykes, y eventualmente, librándose de sus perseguidores. Se trata de un arco que sirve para desarrollar la personalidad de Ahsoka de maneras inesperadas, pero que se extiende demasiado, sintiéndose algo redundante y repetitivo.
El último y tercer arco es el más fascinante, y definitivamente el que hace que valga la pena ver la temporada entera. Se trata, nada más y nada menos, que del Asedio de Mandalore, el cual comienza con Ashoka reuniéndose con Anakin. La primera la pide al segundo que la ayude a capturar a Darth Maul (voz de Sam Witwer) en el planeta Mandalore, lo cual termina siendo imposible, debido a que, al mismo tiempo, comienza la Batalla de Coruscant que vemos al inicio de “Star Wars Episodio III – La Venganza de los Sith”. Por ende, Obi-Wan (voz de James Arnold Taylor), Anakin y Ahsoka llegan a un acuerdo: mientras que los dos Jedi se van Coruscant a rescatar al Canciller Palpatine, Ashoka es enviada a Mandalore junto a un escuadrón de clones que la ayudarán. Pero como se deben imaginar, algo pasará durante el asedio que absolutamente nadie se esperaba.
El arco de The Bad Batch es una buena manera de comenzar la temporada. Nos introduce gradualmente al contexto en el que se lleva a cabo la serie, nos presenta —nuevamente— a viejos amigos como Anakin y Obi-Wan, y más importante incluso, desarrolla una historia que continúa con la humanización de los clones, la cual ha sido de extrema importancia durante todo el show. El rol de Echo en la historia, además, termina siendo muy relevante, especialmente considerando lo que sucede pocos episodios después. Y como suele pasar en “The Clone Wars”, la secuencias de batalla son bastante emocionantes, haciendo un bueno uso de los poderes de Jedi de Anakin, por ejemplo, y también de las tácticas de los Clones.
Y aunque el Bad Batch no aparece por tanto tiempo como a muchos les hubiera gustado, definitivamente causan un gran impacto, tanto en los personajes como en la narrativa. Después de todo, sirven para demostrar la importancia de la individualidad de los clones, y el hecho de que el que sean distintos, no quiere decir que estén “fallados”. Cada uno tiene personalidades bien definidas —algo arquetípicas, es cierto—, y convierten a algunas de las secuencias de acción en experiencias bastante originales. Disfruté particularmente del Clon grande y violento, y del que usa una bandana al más puro estilo de John Rambo. Es precisamente cuando “The Clone Wars” juega con sus referencias cinematográficas, que me termina divirtiendo más.
Desgraciadamente, y a pesar de que tiene buenas intenciones, el segundo arco de la temporada no llegó a capturarme de la misma manera. Entiendo la importancia de poner a Ahsoka en un contexto distinto, para que se dé cuenta de la manera en que el resto de la galaxia percibe a los Jedi y a la Guerra Clónica. De hecho, el hacer que los padres de las Martez hayan sido asesinados por Jedi —accidentalmente, por supuesto— me pareció una decisión arriesgada, pero que rinde sus frutos. Pero tampoco se puede negar que el arco de las Hermanas Martez se siente absolutamente redundante, haciendo que uno piense, más bien, en todas las otras historias que se hubieran podido contar en estos episodios, y no necesariamente en lo que se está viendo en pantalla.
El peor episodio de este arco —y de toda la temporada, de hecho— tiene que ser el séptimo. Más allá de los detalles, el simple hecho de que las tres protagonistas comiencen el capítulo en una celda, y lo terminen EN LA MISMA CELDA, es simplemente imperdonable. Podría argumentarse que la confesión anteriormente mencionada sobre los padres de las Martez hacen que el capítulo valga la pena ser visto, pero la naturaleza circular de la narrativa simplemente hizo que me pregunte: “¿cuál fue el punto de esto?” Si la idea de este arco era hacer que Ahsoka crezca y vea otras perspectivas por parte de los habitantes de la galaxia, creo que lo hubieran podido hacer de manera más entretenida, lógica y breve. El hecho de que las Martez se porten de manera ilógica e infantil a pesar de ser adultas, además —como cuando Trace decide expulsar las especias tan importantes para la misión en pleno viaje en el Hiperespacio— definitivamente no ayuda.
Felizmente, todo esto es compensado gracias a los últimos cuatro capítulos de esta última temporada de “The Clone Wars”, o mejor dicho, por el Asedio de Mandalore. Ver por fin este arco en pantalla, con Ahsoka en acción, con Darth Maul en su mejor momento, y más impresionante, incluso, con las repercusiones de la Orden 66 fuera de los eventos del Episodio III, fue simplemente magnífico. El primer duelo entre Maul y Ahsoka, por ejemplo, fue impresionante —gracias, adicionalmente, al trabajo de motion capture realizado por Ray Park, quien interpretó a Maul en “Star Wars Episodio I – La Amenaza Fantasma”—, así como la conversación que tienen en el cuarto del trono de la ciudad, donde Maul trata de aliarse con la joven Togruta. Estos episodios contienen algunos de los momentos más emotivos de la serie, en donde somos testigos de cómo estos personajes han crecido y evolucionado, y se han convertido en algunos de los favoritos de los fanáticos.
Y obviamente, una vez que comienza el penúltimo episodio y se SABE lo que está a punto de suceder, la sensación que uno tiene es del más absoluto pavor. La música de Kevin Kiner se torna minimalista, haciendo un sutil uso de varios de los temas de John Williams para las películas, y aunque vemos varias escenas de victoria entre Ahsoka y los Clones y los Mandalorianos, uno no puede evitar sentir que se trata del fin de algo. El hecho de que una serie de animación en 3D sea capaz de transmitir esa sensación de miedo y de tensión, gracias a la manera en que estos momentos están escenificados y animados y hasta combinados con la banda sonora, es realmente magnífico. Y por supuesto, es prueba de que “Star Wars” todavía es capaz de hacernos sentir algo.
El escuchar clips de audio de un par de momentos del Episodio III, además, fue una grata sorpresa. Y el ver una de las escenas de dicha película, recreada en el estilo de animación de “The Clone Wars”, y luego expandida gracias a la intervención de Ahsoka, fue también muy emocionante. Esta temporada —especialmente durante este arco— hizo un excelente trabajo incluyendo fan service de tal manera que tiene sentido, justificándose gracias a la manera en que la narrativa se va desarrollando. A diferencia de lo que hizo, por ejemplo, “Star Wars Episodio IX – El ascenso de Skywalker”, acá el fan service no está incluido de manera ilógica o gratuita. Lo que acá tenemos es la culminación de siete temporada de animación, la cual se puede entrelazar con los eventos del Episodio III de manera absurdamente fluida.
Visualmente, también, se trata de lo mejor que Filoni ha hecho para esta serie. Consideren, si no, las texturas de los vehículos —detalladas, realistas—, el tamaño de algunos de los escenarios, y los looks más realistas de personajes como Anakin y Obi-Wan, quienes se asemejan más a sus versiones live-action del Episodio III (lo cual tiene todo el sentido del mundo). O si no consideren, también, momentos como la explosión de una ventana al costado de Maul y Ahsoka en Mandalore; la vemos en cámara lenta, con los dos personales enfrentándose emocionalmente, la luz y los pedazos de vidrio flotando alrededor de ellos. Es en esta temporada, también, donde Filoni ha jugado más con su cámara virtual, haciendo cambios de foco, fueras de foco, y movimientos más naturales. La evolución visual de “The Clone Wars” —especialmente si se compara a esta temporada con la primera— es verdaderamente alucinante.
Si han visto el resto de la serie, sabrán que las actuaciones de voz son de primer nivel. De hecho, para varios fanáticos, los actores de “The Clone Wars” SON las verdaderas versiones de sus respectivos personajes, tanto así que algunos han regresado para darles vida en otros proyectos —Sam Witwer interpretó a la voz de Darth Maul en “Solo: una historia de Star Wars”, por ejemplo. Y es él, precisamente, quien brilla durante los últimos tres episodios de la temporada, convirtiendo a Maul en uno de los personajes más memorables y con más dimensión de la serie; intimidante, pero también llego de experiencias que pocos podrían entender. Matt Lanter y James Arnold Taylor son perfectos como Anakin y Obi-Wan, respectivamente —aunque agradecí que hayan incluido un audio de Hayden Christensen en el penúltimo episodio; ¡muy bien merecido!—, y Ashley Eckstein ha crecido increíblemente como Ahsoka (algunos dirían, en paralelo al personaje). Es impresionante que quien comenzó como alguien odiado y de quien muchos se burlaban, ahora sea uno de los personajes más queridos de toda la saga. Eso se debe a Filoni y Lucas, por supuesto, pero también al excelente trabajo de Eckstein.
No hay mucho más que pueda decir sobre la séptima y última temporada de “The Clone Wars”. Se trata de un magnífico final para una de las series de animación más sorprendentes de los últimos años, la cual ha contribuido con tanto al canon de “Star Wars”, que muchos fanáticos incluso la prefieren por sobre algunas de las películas de la saga principal. Sí, sí, el segundo arco argumental es redundante y algo aburrido, pero es compensado a sobremanera por el primero, y más que nada, por el último, el cual logra concluir el show de manera extremadamente emotiva. Solo diré que la última escena dell último episodio me dejó con la piel de gallina; es de lo más emotivo y visualmente espectacular que haya visto en una serie de este tipo. Extrañaremos a “The Clone Wars”, de eso no hay duda; pero siempre agradeceremos el que haya podido concluir de manera digna, y nunca nos olvidaremos de todo lo que nos dio a través de los años.
Cofundador y editor en NoEsEnSerie.com. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP, y miembro de la APRECI—Asociación de Prensa Cinematográfica. Integra el staff de la revista MasGamers, las webs de Nintendo Pe y Fans de Zelda Perú, el portal web Cinencuentro, y el portal de cine peruano FotografiaCalato.com. Adicionalmente, es YouTuber para el canal Aprieta Start, y formó parte del staff de prensa del 18 Festival de Cine de Lima. También trabaja como fotógrafo para Star Wars Fan Club Perú. Desde enero del 2012 publica críticas y comentarios de cine en el blog Proyectando Ideas (el cual forma parte de la Asociación de Blogs de Cine). Crítico oficial de RottenTomatoes.com. Cinéfilo y seriómano empedernido.
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“Warrior Nun” es una de esas series que vi con mucho entusiasmo durante el primer año de pandemia, emocionado por disfrutar algo durante el encierro por el que muchos estábamos pasando. En ese momento, necesitaba ver algo entretenido y sonso y que no me haga pensar demasiado, y eso es precisamente lo que me dio la primera temporada de “Warrior Nun”. Mezclando una historia apropiadamente loca, con peleas bien coreografiadas, y actuaciones sorprendentemente sólidas, “Warrior Nun” le hizo honor a su tan memeable nombre, dando a entender que las cosas se pondrían incluso más estrafalarias en la siguiente temporada.
Y no puedo decir que se hayan equivocado. La segunda temporada de “Warrior Nun” podría considerarse como más de lo mismo, sí, pero a la vez, también es una mejora en relación a lo que vino antes. Sí, el diálogo es de calidad inconsistente. Sí, el tono del show varía con demasiada frecuencia, mezclando violencia y gore y comentario social y religioso, con momentos francamente ridículos. Pero no podemos negar que nadie vería una serie con un título como “Warrior Nun” esperando una obra maestra. De hecho, lo que el título nos podría prometer, sería una experiencia bien de serie-B, como algo que produciría la gente de The Asylum, o Sy Fy. El hecho de que sea algo considerablemente mejor que dichas ofertas debería ser considerado como un pequeño milagro.
(Heh. Milagro).
La segunda temporada de “Warrior Nun” comienza un par de meses luego de la primera. Nuestra protagonista, Ava (Alba Baptista), la Monja Guerrera del título, está viviendo en los Alpes Suizos con su mejor amiga (y quizás algo más), la aguerrida Hermana Beatrice (Kristina Tonteri-Young, hipnotizante). Se están escondiendo, pues, de Adriel (William Miller), quien revivió al final de la temporada pasada, y ahora está cobrando fama, realizando milagros, y convenciendo a la gente de que es un ángel caído desde el cielo. Evidentemente, nuestras heroínas saben que eso no es cierto, pero también que deben entrenar y prepararse para el inevitable enfrentamiento con este potencial demonio.
Sus planes se aceleran, sin embargo, cuando Ava conoce a Miguel (Jack Mullarkey), quien dice estar trabajando para una organización secreta dispuesta a acabar con Adriel. Con ganas de por fin hacer algo, Ava decide unirse a Miguel, siempre bajo el cuidado de Beatrice. Mientras ellas piensan en un buen plan, la Madre Superiora (Sylvia De Fanti) y su mano derecha, la hermana Camila (Olivia Delcán) intentan encontrar una manera de acabar con Adriel; la doctora Jillian Salvius (Thekla Reuten) sigue buscando la forma de recuperar a su hijo, Michael, quien pasó por un portal a otra dimensión; y el traicionero Padre Vincent (Tristán Ulloa) trata de convencer a Ava y compañía de unirse a Adriel en su supuesta misión por traer paz al mundo.
“Warrior Nun” es una de esas series fantásticas que cuentan con un montón de trama. Tenemos varios personajes importantes, y ni siquiera se ha mencionado en los párrafos anteriores a figuras como la monja corrupta Lilith (Lorena Andrea), o al nuevo Papa, Duretti (Joaquim de Almeida). Es un show con un montón de lore, que va introduciendo con rapidez nuevas contorsiones narrativas y giros e historias de trasfondo basadas en mitos y situaciones reales. Consideren, si no, el rol que juega en la historia la corona de púas de Jesucristo (¡!), o la aparición de personajes ajenos a la hermandad de Ava, como una monja increíblemente entusiasta (¡siempre sonriente!) llamada Yasmine (Meena Rayann). “Warrior Nun” está siempre en movimiento, introduciendo novedades con frecuencia, como para que el público no se aburra.
Generalmente, este tipo de estrategias resultan en productos finales demasiado inflados o hasta incoherentes…. pero sorprendentemente, ese no es el caso de la segunda temporada de “Warrior Nun”. El creador Simon Barry y su equipo (que incluye a David Hayter como guionista; ¡sí, la voz de Solid Snake en los juegos de “Metal Gear Solid”!) hacen un buen trabajo balanceando todos los elementos de la historia, como para no perder de vista ni a la protagonista, ni al conflicto central entre ella y Adriel. Sí, se podría ahondar más en elementos más contemplativos, como el hecho de que Ava sabe como es estar muerta, o como la desaparición de ciertos personajes que fueron importantes en la primera temporada. Incluso hay cierto giro chocante que acaba con todo un grupo de personajes, y a nuestras protagonistas no parece importarles mucho.
Lo cual no debería sorprender, francamente. “Warrior Nun” no es una serie contemplativa en lo absoluto; es una historia que funciona en el momento, y que como se ha mencionado antes, está siempre en movimiento. Si uno la ve considerando eso —y considerando, además, que está basada en un personaje de cómics; ¡sí, en serio!— entonces la puede pasar de lo lindo. Los episodios se mueven a buen ritmo, los personajes son simples pero carismáticos y entretenidos, y la trama es de lo más alocada. Incluso me atrevería a decir que hasta a las personas más conservadoramente religiosas les costaría ofenderse con “Warrior Nun”. Sí, el show deja muy mal parada a la Iglesia como institución, pero no parece tener nada en contra de la fe o de las creencias de la gente. Todo lo contrario.
Aparte de eso, resulta (todavía) muy divertido ver a estas monjas patear traseros. Al igual que en la primera, esta segunda temporada de “Warrior Nun” cuenta con peleas muy bien coreografiadas y emocionantes. Destacan una trifulca que sirve para demostrar los nuevos poderes de Lilith (ahora más demonio que monja, valgan verdades), y un enfrentamiento entre la Hermana Beatrice, y un montón de fanáticos de Adriel en un pasillo. Se nota que las mismas actrices han entrenado para estas secuencias, y felizmente son filmadas con movimientos de cámara fluidos y sin abusar de los cortes rápidos, como para que se entiendan bien y emocionen a cualquier espectador. Impresionante, la verdad.
Lo cual no quiere decir que todo en “Warrior Nun” sea espectacular. De hecho, por más de que la mayoría de efectos visuales digitales sean de buena calidad, la temporada todavía cuenta con algunos momentos francamente impresentables. Consideren, si no, las alas con las que cuenta cierto personaje (lucen como algo extraído de un juego para PlayStation 3), o ciertos planos en chroma, que parecen sacados de una película de hace veinte años. “Warrior Nun” aprovecha muy bien sus locaciones reales por toda Europa (los Alpes, por supuesto, y ciudades como Madrid), pero a la vez, puede lucir un muy poco barata cuando comienza a depender demasiado de creaciones digitales. No es algo que malogre la experiencia, pero sí evita que la serie se sienta tan sofisticada como seguramente le gustaría a sus creadores.
Mucho de lo disfrutable en “Warrior Nun”, eso sí, viene gracias al trabajo de los actores. Como siempre, Alba Baptista está genial como Ava, inyectándole mucho carisma y personalidad a un personaje potencialmente plano. Me encanta el contraste entre su entusiasmo y sarcasmo, y la seriedad de los personajes que la rodean. Parece que la joven actriz está entrando poco a poco en el mainstream, y espero que siga así; ¡no me molestaría verla en una película de renombre para cines!
Por otro lado, Kristina Tonteri-Young está muy bien como Beatrice. Su química con Alba es palpable, y resalta tanto en las escenas más dramáticas, como durante las secuencias de violencia. Ayuda, además, que Beatrice como personaje sea adorable, y que haya crecido bastante en comparación a su aparición en la primera temporada. Por su parte, William Miller es suficientemente intimidante como Adriel, luciendo como un Fabio encantador y demoníaco. Thekla Reuten logra inyectarle algo de emotividad a la historia a través de su rol como Jillian; Tristán Ulloa es creíble como Vincent; la Madre Superiora Sylvia De Fanti demuestra ser la lideresa perfecta para nuestras protagonistas; Olivia Delcán destaca más que antes como la Hermana Camila, y Joaquim De Almeida (uno de los grandes actores secundarios de Hollywood) la está pasando muy bien interpretando al nuevo Papa.
Si se divirtieron con la primera temporada de “Warrior Nun”, entonces la pasarán de lo lindo con la segunda. La serie es lo que es, y dudo que vaya a convertir a los espectadores más cínicos; no busca ser nada más que entretenimiento puro, pues, aprovechando bien el potencial de su ridículo título. Pero si creen que no serán capaces de creerse una historia que involucra a Monjas Elegidas por una Aureola, Hermanas Que Saben Kung-Fu, demonios carismáticos, mujeres aladas, y portales a otras dimensiones, pues no le pongan play ni al primer episodio. “Warrior Nun” no es para todo el mundo, pero quienes estén sedientos de ver historias de género suficientemente bien contadas, y que no tienen miedo de ser absurdas, deberían darle una oportunidad a este show. Espero que puedan producir una tercera temporada; con Netflix nunca se sabe.