Opinión
CRÍTICA – American Vandal (Primera Temporada)
Publicado
hace 7 añosel
“American Vandal” es una serie que, inicialmente, podría sonar como una tontera, pero que gracias a la manera en que satiriza documentales estilo “Making a Murderer” y logra desarrollar un misterio sorprendentemente interesante, termina funcionando mucho más de lo que uno esperaría. Durante los primeros dos o tres capítulos uno ve esta primera temporada de “American Vandal” como una comedia tonta, juvenil… hasta que la trama lo logra atrapar, por más absurda que esta sea. Definitivamente me sorprendió.
Ahora bien, me imagino que se estarán preguntando de qué se trata “American Vandal”. Pues la repuesta es relativamente simple (y algo embarazosa). Jimmy Trato interpreta a Dylan Maxwell, un estudiante de último año en el colegio Hanover, que de la noche a la mañana es acusado de dibujar penes con aerosol en veintisiete carros que se encontraban estacionados en la escuela. A pesar de que él se declara inocente, prácticamente todo el mundo, desde los profesores hasta la administración del colegio y, por supuesto, los estudiantes, no duda de que él sea el culpable. Después de todo, Dylan es conocido como un estudiante problemático, poco inteligente y escandaloso, que encima de todo, se dedica a dibujar genitales masculinos en la pizarra de su clase de español.
Pero hay dos estudiantes que parecen creerle: Peter Maldonado (Tyler Alvarez) y Sam Ecklund (Griffin Gluck). Es por ello que, para averiguar la verdad detrás del vandalismo de los veintisiete carros, deciden hacer un documental al respecto, grabando dentro y fuera del colegio, y entrevistando tanto a profesores y estudiantes, como cualquier potencial involucrado en el supuesto crimen.
Lo brillante de “American Vandal” es que se presenta a sí mismo como un documental verdadero, cuando en realidad, no toma mucho esfuerzo darse cuenta que se trata de ficción pura. De hecho, la temporada entera está filmada y editada de tal manera que uno cree que tanto Peter como Sam se han encargado de la investigación entera, como si fuesen personas verdaderas y no personajes. Hasta los créditos iniciales de cada episodio mencionan que la serie ha sido desarrollada en coproducción con el departamento de audiovisuales de Hanover High. El equipo detrás de “American Vandal” está tan comprometido en otorgarle realismo y verosimilitud, que uno termina siguiéndoles la corriente.
Esto se debe, también, a que “American Vandal” es una perfecta sátira de este tipo de documentales, especialmente series como “Making a Murderer”, que han sido producidas por la misma Netflix. La temporada entera mantiene un tono de seriedad absoluta que contraste magníficamente con la temática infantil y francamente absurda; después de todo, si los protagonistas estuvieran conscientes de que están participando en una tontería, el resultado no sería igual de gracioso.
Estéticamente, además, “American Vandal” parodia los recursos utilizados por los documentales de manera muy precisa: desde las animaciones (demasiado profesionales para haber sido creadas por estudiantes de secundaria, dicho sea de paso) hasta los planos macro, pseudo-artísticos de transición, y las entrevistas a todos los potenciales sospechosos, “American Vandal” es tratado como un documental verdadero, a pesar de tratarse sobre un chico que, supuestamente, ha dibujado penes en un montón de carros. El uso de imágenes dramáticas en blanco y negro, así como las declaraciones de diferentes adultos, hacen del material incluso más divertido.
El desarrollo de la temporada también ayuda a que uno se “meta” en la trama. Debo admitir que para el episodio 4 ó 6 ya estaba completamente interesado en averiguar quién fue el culpable del vandalismo, muy aparte de haber estado riéndome con los aparentemente infinitos chistes sobre penes (o como lo traducen tan elocuentemente los de Netflix, “vergas”). La historia está llena de giros narrativos inesperados, el surgimiento de nuevas evidencias, sospechosos que no habían sido considerados anteriormente, y más. Es decir, “American Vandal” realiza todas las contorsiones narrativas que uno esperaría de un documental sobre un crimen serio o grave, lo cual hace que sea incluso más entretenida (y que funcione mejor como sátira).
Adicionalmente, el hecho de que la serie construya de manera tan verosímil el ambiente de colegio de secundaria estadounidense es francamente impresionante. Sí, muchos de los personajes son bastante arquetípicos, pero podría argumentarse que esa es precisamente la idea. Tenemos profesores populares, profesores jóvenes que quieren aparentar ser cool, otros que pretender ser justos pero que en realidad tienen sus propias vendettas, alumnos populares, perdedores, agrandados, nerds… en fin, cada adulto y cada niño tiene su propia personalidad muy definida, lo cual hace que Hanover que sienta como una escuela real, creíble. Además, resulta hilarante ver la investigación de cada uno de estos justos, y la manera como Peter y Sam los tratan como sospechosos, investigando eventos relacionados a ellos, desde rumores sobre… ejem… masturbaciones y encuentros sexuales, hasta romances, problemas con papás, y mucho más.
No voy a decir que “American Vandal” es una serie perfecta; algunos de los chistes de penes están de más (aunque admito que me reí con la mayoría… hey, no estoy hecho de piedra) y varios de los giros narrativos se sienten algo artificiales, o como detalles que muy fácilmente hubieran podido ser detectados mucho antes. Sin embargo, debo admitir que, en general, “American Vandal” me sorprendió; me sorprendió con su humor, con sus personajes bien desarrollados, con su misterio central impecablemente construido e inesperadamente intrigante, y con su desenlace.
Sí, el desenlace. Ahora, claramente no les quiero malograr el final (¡deben ver esta serie), por lo que no daré muchos detalles. Basta con decir, no más, que el final de esta primera temporada resultó ser más sorprendente y serio de lo que esperaba; digamos que “American Vandal” no está interesada únicamente en encontrar a la persona que “hizo las vergas”, si no también en transmitir un mensaje sobre la manera en que uno puede llegar a juzgar a otras personas mientras está en el colegio, y sobre la percepción que uno tiene sobre sus compañeros, sean amigos cercanos y meros conocidos. Definitivamente no es algo que me esperaba, pero sin embargo surge muy naturalmente del desarrollo de los protagonistas (especialmente Dylan) y la trama.
“American Vandal” es lo que todo mockumentary debería ser: completamente creíble e hilarante por momentos, pero también muy bien desarrollado (#WhoDrewTheDicks) y capaz de manejar temas algo sensibles y duros. Se trata de una primera temporada breve (son solo ocho capítulos) pero muy divertida, una de las mayores (gratas) sorpresas de este año. Se supone que Netflix producirá una segunda temporada; independientemente si siguen con los mismos personajes o si deciden contar una historia completamente diferente pero de similar corte, espero que mantengan el mismo nivel de calidad que con la primera.
Cofundador y editor en NoEsEnSerie.com. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP, y miembro de la APRECI—Asociación de Prensa Cinematográfica. Integra el staff de la revista MasGamers, las webs de Nintendo Pe y Fans de Zelda Perú, el portal web Cinencuentro, y el portal de cine peruano FotografiaCalato.com. Adicionalmente, es YouTuber para el canal Aprieta Start, y formó parte del staff de prensa del 18 Festival de Cine de Lima. También trabaja como fotógrafo para Star Wars Fan Club Perú. Desde enero del 2012 publica críticas y comentarios de cine en el blog Proyectando Ideas (el cual forma parte de la Asociación de Blogs de Cine). Crítico oficial de RottenTomatoes.com. Cinéfilo y seriómano empedernido.
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Hay de todo en este episodio de “La vida sexual de las universitarias”, pero si hay una protagonista con menos que hacer que el resto, es Kimberly. Básicamente, tiene un pequeño arco en el que tiene que dejar de intentar ser perfecta, dándose cuenta de que debe cuidar a sus amigos y compañeros de trabajo incluso cuando esto involucre mentir —o la obligue, al final, a quemar una pila de robots que potencialmente podrían haberle quitado su trabajo. Por otro lado, la historia de Whitney es más intrigante: al vemos tratando de manejar sus difíciles tiempos, lo cual la lleva a descuidar su más reciente amorío y, quizás, considerar algo de ayuda de salud mental. Por su parte, Bela, para variar, tiene la historia más graciosa: la vemos “enamorarse” de la mascota de la universidad (un zorro llamado Franklin, o mejor dicho, un chico disfrazado de dicho zorro) para eventualmente darse cuenta que igual no puede dejar de pensar en su Chico Bueno. Esta historia, felizmente, cuenta con un final feliz.
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