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CRÍTICA: Tokyo Vice, gran estreno en HBO Max

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Aunque su título nos haga pensar que podría ser la adaptación japonesa de la mítica serie ochentera Miami Vice o de su adaptación en versión largometraje del 2006, ya sea por el parecido del nombre o por compartir al veterano Michael Mann como productor principal y director en sus créditos, lo cierto es que Tokyo Vice, reciente lanzamiento de HBO Max, es más bien una adaptación de la novela homónima escrita por el norteamericano Jake Adelstain sobre su experiencia como el primer periodista extranjero de policiales en la capital nipona de la década de 1990 y su acercamiento a todas las partes involucradas en el apogeo de la Yakuza, la organización criminal más poderosa durante aquellos años. 

La serie se enfoca, por tanto, en los primeros años de Jake Adelstain (Ansel Elgort) en Tokio y su desarrollo profesional en el diario de mayor tiraje en el mundo y donde nunca antes había trabajado un extranjero. Así es como vamos acompañándolo desde su postulación al periódico, sus primeros pasos y la forma en como tuvo que pagar el famoso “derecho de piso” y su acercamiento a las fuentes policiales para obtener primicias y realizar un exhaustivo trabajo de investigación sobre los delitos cometidos por la mafia y todos los tentáculos que tenían extendidos en toda la sociedad.

Es necesario decir que lo mejor de la serie está en su arranque, ya que su primer episodio está dirigido por Michael Mann, quien aprovecha para lucir todos sus galones y surtir a la serie de una identidad visual y temática que los directores de los siguientes dos episodios estrenados no logran hacer suyas. Es quizá la parte más lamentable de una serie que promete tintes oscuros -al puro estilo neo noir– que luego se convierten en algo mucho más ligero conforme la estela que Mann deja tras ese primer capítulo se va desvaneciendo pues, mientras en un principio, las muertes y la presencia de la yakuza se torna intimidante, para cuando transitamos el segundo y el tercero, las piezas se van acomodando a favor del protagonista, suavizándole el camino hacia su investigación.

Adelstain se encuentra dentro de los productores del programa, por lo que, a pesar de ser una adaptación libre que acomoda las piezas en favor del guion televisivo, debemos tener la garantía de que lo que se plasma dentro de la serie está cercano a la realidad de como sucedieron las cosas. De hecho, se aprecia que la dirección artística esté tan afinada en cuanto a dibujar los escenarios tokiotas de finales de siglo y es también disfrutable el que nos acerquen a la idiosincrasia que manejan los japoneses en cuanto a sus relaciones sociales y laborales. Sin embargo, también hay ciertos aspectos en contra cuando el protagonista de una serie basada en hechos reales se convierte en productor y es que su personaje estará diseñado como el bueno de la historia, sin capacidad de mostrar defecto alguno.

Aquello no sería problema si estuviésemos en una producción cercana a un género más amigable, pero en cuanto a una serie que debe explorar los infiernos urbanos más inhumanos de una ciudad tan cruel como la capital de la isla oriental, es complicado creerse que una personalidad tan afable como la del Adelstain de Elgort se haya hecho un espacio en los círculos más corruptos de la sociedad y darse la licencia de investigarlos y exponer sus secretos más oscuros. El problema no es el actor, quien tras su discorde actuación en West Side Story tomó de inmediato este proyecto, al que le puso especial esfuerzo por aprender el idioma. De hecho, en esta producción sí goza de cierto carisma que en la película de Spielberg le faltó, pero ese citado carisma quizá esta vez sea innecesario dada la naturaleza de la trama en la que se ve envuelto.

Quien sí luce por completo es Ken Watanabe como Katagiri, un detective de alto rango que se convierte en principal aliado de Adelstain para ampliar su investigación. El problema, no obstante, es el mismo. Las cosas se muestran muy sencillas para el periodista en la serie, sabiendo que no fue así por simple lógica. Pero en todo caso, lo importante de la serie no es la investigación periodística como tal, sino que esta se torna como un conductor de lo que nosotros debemos ver con nuestros propios ojos, que es el régimen de corrupción y violencia desalmada que era ley para cualquier persona en ese ámbito.

Tenemos algunas otras historias secundarias, como la de Samantha y Polina, dos chicas de un night club al que asisten los mafiosos. Por ahora, no todo está tan cohesionado, pero debe asumirse el beneficio de la duda para los cinco episodios restantes que se estrenarán semanalmente. En cuestión de detalles Tokyo Vice está muy afinada, incluso acertando en la combinación de diálogos entre inglés y japonés de manera orgánica, pero le falta pisar más a fondo para mostrar mayor crudeza en sus escenas y en su guion en general, no por saciar algún apetito morboso del público, sino porque el género en el que se desarrolla exige ser más explícito. De todas formas, es un debut auspicioso y tras el cierre del octavo capítulo se podrá dilucidar si la serie apostó por aquella intensidad adicional que requiere.

Estudié Economía en la Udep, pero mi película favorita no es Wall Street ni mi serie favorita es Billions. En realidad no tengo ninguna favorita, por eso dedico todo el tiempo posible a ver la mayor cantidad de series y películas que pueda, y porque me gusta. Escribo también en estrimin.pe.

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CRÍTICA: La vida sexual de las universitarias – Temp 3, Ep 1

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**** sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Si son fanáticos de las primeras dos temporadas de “La vida sexual de las universitarias”, seguramente ya sabrán que Reneé Rapp aparecerá menos en la tercera, habiendo decidido que prefiere dedicarle tiempo a su carrera de cantante en vez de actuar. Esto, claramente, resultará en la eventual desaparición de su personaje, Leighton, en la serie. ¿Pero cómo? Pues eso es algo que no nos demoramos en averiguar en el primer episodio. Resulta que su novia, Alicia (Midori Francis) se quiere ir de la Universidad de Essex para trabajar en Boston. Y (no tan) casualmente, el profesor de matemáticas de Leighton le ofrece hablar con un colega en MIT (¡en Boston!) para que se pase a dicha universidad a estudiar matemáticas, su verdadera pasión.

Conveniente, ¿no? O sea sí, pero es lo que la serie necesita —simplemente dará mucha pena ver a Leighton irse del show. Fuera de eso, sin embargo, este primer episodio hace un buen trabajo actualizándonos con las vidas de las chicas. Kimberly (Pauline Chalamet) y Whitney (Alyah Chanelle Scott) comienzan la historia peleadas debido a que la primera se metió con el ex de la segunda, Canaan (Christopher Meyer), pero felizmente terminan amistándose para el final. Whitney, además, tiene que acostumbrarse en la vida de una sorodidad. Y por su parte, Bela (Amrit Kaur) parece encontrar una nueva motivación para mejorar como persona, luego de enterarse de que no puede cambiarse de universidad por tener un GPA demasiado bajo: convertirse en mentora para los alumnos y alumnas de primer año.

Es bastante, especialmente considerando que el episodio es relativamente corto, pero como siempre, “La vida sexual de las universitarias” se mueve rápido y sin hacerse problemas, incluyendo todo tipo de diálogos graciosos y referencias a la cultura popular. Obviamente no todos los chistes funcionan, pero ninguno es demasiado estúpido, y ciertamente se ven beneficiados por el carisma de las protagonistas. Pero lo más importante de las dos temporadas anteriores, felizmente, sigue intacto: las buenas actuaciones, la química palpable y realista entre las actrices, y la franqueza con la cual temas relacionados a sexualidad y amistad son tratados por la creadora Mindy Kaling y sus guionistas. ¡Me muero por seguir con la temporada!

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 8 (FINAL)

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Llegamos al final de lo que podría considerarse como una de las mejores series del 2024. Y felizmente, “El Pingüino” ha concluido de manera satisfactoria —más que satisfactoria, de hecho. El personaje del título (Colin Farrell) por fin se ha convertido en el verdadero villano que siempre debió ser; Sofia Gigante (Cristin Milioti) ha regresado al asilo de Arkham, para volver a vivir su peor pesadilla. Pero más importante: lo que tanto nos teníamos, terminó pasando. Vic (Rhenzy Feliz), el eterno aliado de Oswald, es asesinado por este último luego de que tienen una breve conversación, en la que el primero le confiesa que lo considera como familia. El último cuchillazo en el corazón (no literal). El último paso que Oz tenía que dar para convertirse en lo que debía ser.

De hecho, lo que postula este último episodio de “El Pingüino”, es que Oz siempre fue así. Desde pequeño. No solo porque terminó matando a sus dos hermanos, como vimos en otro flashback, si no también porque siguió viviendo con su mamá después de eso, como si nada hubiese pasado. Para él, sus hermanos eran como obstáculo que le impedían estar con su madre, y que debían ser eliminados. Quería a su madre solo para él. Quería su aceptación. Quería darle la vida que siempre quizo tener. Pero como Oz no puede obtener todo lo que quiere, y mucho menos lo más importante para él, su madre termina teniendo un derrame, el cual la deja en estado vegetativo. Todo por lo que luchó, todo por lo que mató… se esfumó en pocos minutos. Y todo lo que queda es un Oz destruido, que lo tiene todo pero a la vez nada.

Es así, pues, que “El Pingüino” nos deja con una de las mejores construcciones de un villano que haya visto en un buen tiempo. A diferencia de lo que está haciendo Sony, la serie nunca trata de redimir a su personaje central ni mucho menos. No trata de convertirlo en un antihéroe. Lo que ha hecho es obligarnos a seguir a un personaje nefasto, a un psicópata al que entendemos, pero al que nunca llegamos a justificar. Es fascinante, y se cuelga de las excelentes actuaciones de Farrell, Milioti y Feliz. De hecho, si tengo una sola queja, es que “El Pingüino” no logra insertar suficientes referencias al mundo en el que sucede (¿cómo es que Batman ha ignorado todo lo que pasa en el show?) Y aunque me encantó la aparición de la Batiseñal al final, creo que pudieron haber puesto… más. Pero eso es lo único, ¡lo juro! Por lo demás, “El Pingüino” ha concluido muy bien, y ha demostrado ser, nuevamente, de lo mejor que hemos podido ver este año en streaming.

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 7

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Ya nos vamos acercando al final. En el sétimo episodio de “El Pingüino”, llamado “El Jefe”, las cosas se tornan más complicadas para el personaje del título. Su madre, Francis (Deirdre O’Connell) ha sido capturada por Sofia Gigante (Cristin Milioti), y cuando llega a su casa en busca de Vic (Rhenzy Feliz), más bien se encuentra con Sal Maroni (Clancy Brown), quien le pide lo lleve a su base de operaciones en las alcantarillas. Después de todo, se quiere vengar de Oz por haber matado a su esposa, y de paso se quiere quedar con su operación de producción y distribución de drogas para compartirla con Sofia.

Es una situación compleja, pues, de la cual, para variar, Oz logra salir. Con la ayuda de un secuaz, logra apagar las luces de su base, se escapa de las garras de sus enemigos, y termina asesinando a Maroni… bueno, más o menos. Pelean, y este parece morir de un infarto, lo cual frustra a Oz, quien siempre quiere demostrar que es el ganador y es mejor de lo que el resto cree. Pero por su parte, en una conversación con Francis, Sofia se da cuenta de algo: todo este tiempo, quizo hacer algo nuevo, ser distinta. Pero ha estado jugando el mismo juego que su padre. Por ende, cuando Oz le pide que vaya a su base para entregar a su madre, hace algo diferente: le manda una bomba. Y aunque el Pingüino sobrevive (obviamente), para variar, los que pagan las consecuencias de la explosión son los residentes más pobres de la superficie. Al igual que con la inundación del Acertijo en “Batman”, son los más necesitados los que sufren por las acciones de estos villanos.

Es así que “El Pingüino” se va acercando a su final, sorprendiéndonos con giros narrativos interesantes y demostrando que ya se está acercando a un clímax potencialmente intrigante. Disfruté del flashback a la infancia de Oz con su madre (pues resulta que el pequeño Pingüino fue el responsable de la muerte de sus hermanos… o al menos eso parece), y disfruté de la escena entre Francis y Sofia, y de la intervención del Doctor Rush (Theo Rossi) en toda la situación. Sofia sigue siendo una antagonista formidable, dejando a Oz más solo que nunca. Aparentemente sin Vic (por el momento, asumo) y con un ejército muerto. ¿Qué pasará en el último episodio de la próxima semana? Tengo mis teorías, pero como siempre, estoy seguro que “El Pingüino” logrará sorprenderme.

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