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Opinión

CRÍTICA – Black Summer (Primera Temporada)

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Sí, sí, otro show de zombies. Puede que muchos estén ya algo saturados de este subgénero, pero claramente sigue siendo lo suficientemente popular, como para que más y más historias se sigan desarrollando para diferentes medios. Después de todo, se puede hacer bastante con una historia de zombies —desde comedias, hasta dramas realistas, filmes de acción, series de suspenso, y la mescolanza en la que se ha convertido “The Walking Dead”. Se trata, pues, de un subgénero maleable, el cual puede ser interpretado de diferentes formas, a través de distintas perspectivas, y haciendo uso de varios —y variados— recursos.

Es así que llegamos, entonces, a “Black Summer”, una suerte de spin-off de la relativamente satírica “Z Nation”, una serie para el canal SyFy de la cual no había escuchado hasta ahora. No importa, realmente. Por lo que he podido averiguar, “Black Summer” no es más que una precuela de dicho show, y ni siquiera comparten personajes o situaciones, por lo que no es necesario haberlo visto para entender esta nueva producción. Lo cual es genial, porque terminé disfrutando bastante de “Black Summer”. Se trata de una serie relativamente minimalista, que favorece la tensión y el suspenso por sobre el desarrollo de personajes o incluso el diálogo, en donde las imágenes y la reacción emocional por parte del espectador ante ellas terminan siendo lo más importante. Honestamente, “Black Summer” me sorprendió gratamente.

La serie comienza en plena pandemia de zombies: el mundo está siendo consumido por un virus (asumimos) que transforma a los muertos en criaturas veloces, intimidantes, y sedientas de sangre, pero todo lo vemos desde la perspectiva de un grupo de personajes que viven en un pequeño suburbio americano (aunque el show se grabó en Canadá, y por momentos se nota). Nuestra protagonista es Rose (una genial Jaime King), una madre de familia que pierde a su hija durante un control militar, y que ahora tiene que sobrevivir para poder llegar, eventualmente, a un estadio donde la pequeña la estará esperando, y donde supuestamente serán rescatadas.

Adicionalmente, tenemos a Spears (Justin Chu Cary), un soldado con un pasado turbio; Kyungsun (alias Sun), interpretada por Christine Lee, una chica coreana incapaz de hablar en inglés; William Velez (Sal Velez Jr.), un hombre latino en busca de su familia; Lance (Kelsey Flower), un chico nervioso; y Carmen (Erika Hau) y Manny (Edsson Morales), una pareja algo violenta. Al principio, vamos siguiendo a todos estos personajes por separado, enterándonos de algunos detalles sobre su pasado o sobre el estado de su vida justo antes de la pandemia, hasta que finalmente todos se reúnen, para tratar de sobrevivir en grupo, y llegar al casi mitológico estadio, donde con suerte, encontrarán algo de esperanza.

Una de las características que diferencia a “Black Summer” de otras series de similar corte es la estructura. Cada episodio está dividido en sub-episodios, cada uno con título propio. A veces nos cuentan una misma escena desde diferentes perspectivas, o a veces simplemente sirven para incluir una elipsis en el capítulo, o informar al espectador sobre lo que está a punto de suceder (el penúltimo episodio, por ejemplo, tiene un sub-episodio llamado “El atraco”). Se trata de un recurso que no he visto con demasiadas frecuencia en la televisión (o en este caso, el streaming), pero que funciona para darle su espacio a cada personaje o grupo de personajes, haciendo que veamos diferentes eventos desde perspectivas muy particulares. Puede que esté asumiendo mucho, pero es algo que, por ejemplo, seguramente Tarantino haría si llegase a incursionar en el mundo de las series.

Por otro lado, está el tono y el estilo visual de “Black Summer”. A diferencia de “The Walking Dead”, por ejemplo, que se concentra bastante en las relaciones entre personajes y el drama que se va llevando a cabo entre ellos, así como el desarrollo del mundo en el que se desenvuelven, “Black Summer” maneja un estilo bastante más minimalista. El show no se preocupa mucho que digamos en explicar la causa del virus o el estado del planeta. Todo lo que sabemos es lo que viven y ven los personajes, por lo que la historia termina teniendo un alcance (voluntariamente) limitado. Esto, por supuesto, ayuda a la tensión y el misterio, ya que el espectador va descubriendo detalles sobre la presencia de los militares en la ciudad, por ejemplo, al mismo tiempo que Rose, o sobre la existencia de grupos de personas escondidas en lugares insospechados.

A pesar de que esto le permite al espectador empatizar rápidamente con la mayoría de personajes, esto también hace que el desarrollo de los mismos se vea limitado. Rose es la única con una suerte de arco de personaje —el cual se cumple de manera inesperadamente poética durante el último episodio de la temporada—, pero el resto se mantiene como un misterio. Sabemos, por ejemplo, que Spears no es quien dice ser, o que Velez, a pesar de tener tendencias violentas, es un hombre de familia… pero eso es todo. Como los personajes se la pasan tratando de sobrevivir, corriendo (y corriendo bastante) y matando zombies por doquier, no tienen mucho tiempo para conversar o interactuar de manera significativa entre ellos.

Felizmente, el reparto hace un buen trabajo, como para tratar de darle algo de personalidad a sus respectivos papeles. Jamie King es particularmente creíble, desarrollando a Rose como alguien que comienza la historia como una mujer común y corriente, y la termina casi como una heroína de acción, despiadada y capaz de hacer cualquier cosa para llegar hasta donde su hija. También disfruté de Justin Chu Cary como Spears; sí, su personaje es casi un lienzo en blanco, pero le otorga suficientes momentos de humanidad, como para que resulte, por lo menos, intrigante. Y me encantó, también, la Kyungsun de Christine Lee; es el personaje que comienza de manera más inocente, para luego convertirse en un miembro invaluable del grupo. Además, demuestra que es capaz de comunicarse y desarrollar amistades, a pesar de no hablar el mismo idioma que el resto de sus compañeros.

Por otro lado, la propuesta visual de “Black Summer” es muy específica, lo cual también la diferencia de otras series de zombies. El primer episodio comienza con un plano secuencia bastante impresionante, el cual, además, sirve como una suerte de pista para lo que se mostrará en el resto de la temporada. Después de todo, muchas de las escenas en “Black Summer” son resueltas con un solo plano, haciendo uso de una cámara que se mueve constantemente, siguiendo a sus personajes de cerca, mostrándonos este mundo hecho pedazos desde su perspectiva. Los movimientos de cámara son fluidos durante los momentos de calma o de tensión, y caóticos y violentos durante las escenas de más acción. Consideren, si no, la secuencia del “Atraco” en el penúltimo episodio, o la escena de Lance escapando de zombies en una tienda de grifo. Si “Black Summer” logra desarrollar tanto suspenso y emoción, es gracias a la manera en que ha sido dirigida, sin utilizar cortes rápidos, y mostrando todo lo que puede (de manera realista) en el encuadre.

Si “Black Summer” funciona —y para mí, definitivamente funcionó—, es porque nos muestra un mundo verosímil, en medio de una suerte de apocalipsis, lleno de personajes que se sienten reales, y que todo lo que quieren hacer es escapar y sobrevivir. Pero esta ventaja es, curiosamente, también la razón por la cual podría terminar alienando a ciertos espectadores: como se concentra tanto en suspenso, acción y movimiento —acá tenemos a algunos de los zombies más rápidos que jamás haya visto—, el guion termina por sacrificar el desarrollo de sus personajes, muchos de los cuales acaban la temporada casi de la misma manera —a nivel de personalidad— que como la comenzaron. “Black Summer” es una experiencia corta (¡sólo 8 episodios!), visceral e intensa, como una suerte de antídoto fallido para quienes se hayan cansado ya de “The Walking Dead”. ¿Y lo mejor? ¡Ya confirmaron la segunda temporada! Así que sabrán, al menos, que no estarán comenzando esta nueva historia “por las puras”.

“Black Summer” es una serie original de Netflix.

Cofundador y editor en NoEsEnSerie.com. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP, y miembro de la APRECI—Asociación de Prensa Cinematográfica. Integra el staff de la revista MasGamers, las webs de Nintendo Pe y Fans de Zelda Perú, el portal web Cinencuentro, y el portal de cine peruano FotografiaCalato.com. Adicionalmente, es YouTuber para el canal Aprieta Start, y formó parte del staff de prensa del 18 Festival de Cine de Lima. También trabaja como fotógrafo para Star Wars Fan Club Perú. Desde enero del 2012 publica críticas y comentarios de cine en el blog Proyectando Ideas (el cual forma parte de la Asociación de Blogs de Cine). Crítico oficial de RottenTomatoes.com. Cinéfilo y seriómano empedernido.

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CRÍTICA: La vida sexual de las universitarias – Temp 3, Ep 1

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**** sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Si son fanáticos de las primeras dos temporadas de “La vida sexual de las universitarias”, seguramente ya sabrán que Reneé Rapp aparecerá menos en la tercera, habiendo decidido que prefiere dedicarle tiempo a su carrera de cantante en vez de actuar. Esto, claramente, resultará en la eventual desaparición de su personaje, Leighton, en la serie. ¿Pero cómo? Pues eso es algo que no nos demoramos en averiguar en el primer episodio. Resulta que su novia, Alicia (Midori Francis) se quiere ir de la Universidad de Essex para trabajar en Boston. Y (no tan) casualmente, el profesor de matemáticas de Leighton le ofrece hablar con un colega en MIT (¡en Boston!) para que se pase a dicha universidad a estudiar matemáticas, su verdadera pasión.

Conveniente, ¿no? O sea sí, pero es lo que la serie necesita —simplemente dará mucha pena ver a Leighton irse del show. Fuera de eso, sin embargo, este primer episodio hace un buen trabajo actualizándonos con las vidas de las chicas. Kimberly (Pauline Chalamet) y Whitney (Alyah Chanelle Scott) comienzan la historia peleadas debido a que la primera se metió con el ex de la segunda, Canaan (Christopher Meyer), pero felizmente terminan amistándose para el final. Whitney, además, tiene que acostumbrarse en la vida de una sorodidad. Y por su parte, Bela (Amrit Kaur) parece encontrar una nueva motivación para mejorar como persona, luego de enterarse de que no puede cambiarse de universidad por tener un GPA demasiado bajo: convertirse en mentora para los alumnos y alumnas de primer año.

Es bastante, especialmente considerando que el episodio es relativamente corto, pero como siempre, “La vida sexual de las universitarias” se mueve rápido y sin hacerse problemas, incluyendo todo tipo de diálogos graciosos y referencias a la cultura popular. Obviamente no todos los chistes funcionan, pero ninguno es demasiado estúpido, y ciertamente se ven beneficiados por el carisma de las protagonistas. Pero lo más importante de las dos temporadas anteriores, felizmente, sigue intacto: las buenas actuaciones, la química palpable y realista entre las actrices, y la franqueza con la cual temas relacionados a sexualidad y amistad son tratados por la creadora Mindy Kaling y sus guionistas. ¡Me muero por seguir con la temporada!

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 8 (FINAL)

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Llegamos al final de lo que podría considerarse como una de las mejores series del 2024. Y felizmente, “El Pingüino” ha concluido de manera satisfactoria —más que satisfactoria, de hecho. El personaje del título (Colin Farrell) por fin se ha convertido en el verdadero villano que siempre debió ser; Sofia Gigante (Cristin Milioti) ha regresado al asilo de Arkham, para volver a vivir su peor pesadilla. Pero más importante: lo que tanto nos teníamos, terminó pasando. Vic (Rhenzy Feliz), el eterno aliado de Oswald, es asesinado por este último luego de que tienen una breve conversación, en la que el primero le confiesa que lo considera como familia. El último cuchillazo en el corazón (no literal). El último paso que Oz tenía que dar para convertirse en lo que debía ser.

De hecho, lo que postula este último episodio de “El Pingüino”, es que Oz siempre fue así. Desde pequeño. No solo porque terminó matando a sus dos hermanos, como vimos en otro flashback, si no también porque siguió viviendo con su mamá después de eso, como si nada hubiese pasado. Para él, sus hermanos eran como obstáculo que le impedían estar con su madre, y que debían ser eliminados. Quería a su madre solo para él. Quería su aceptación. Quería darle la vida que siempre quizo tener. Pero como Oz no puede obtener todo lo que quiere, y mucho menos lo más importante para él, su madre termina teniendo un derrame, el cual la deja en estado vegetativo. Todo por lo que luchó, todo por lo que mató… se esfumó en pocos minutos. Y todo lo que queda es un Oz destruido, que lo tiene todo pero a la vez nada.

Es así, pues, que “El Pingüino” nos deja con una de las mejores construcciones de un villano que haya visto en un buen tiempo. A diferencia de lo que está haciendo Sony, la serie nunca trata de redimir a su personaje central ni mucho menos. No trata de convertirlo en un antihéroe. Lo que ha hecho es obligarnos a seguir a un personaje nefasto, a un psicópata al que entendemos, pero al que nunca llegamos a justificar. Es fascinante, y se cuelga de las excelentes actuaciones de Farrell, Milioti y Feliz. De hecho, si tengo una sola queja, es que “El Pingüino” no logra insertar suficientes referencias al mundo en el que sucede (¿cómo es que Batman ha ignorado todo lo que pasa en el show?) Y aunque me encantó la aparición de la Batiseñal al final, creo que pudieron haber puesto… más. Pero eso es lo único, ¡lo juro! Por lo demás, “El Pingüino” ha concluido muy bien, y ha demostrado ser, nuevamente, de lo mejor que hemos podido ver este año en streaming.

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 7

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Ya nos vamos acercando al final. En el sétimo episodio de “El Pingüino”, llamado “El Jefe”, las cosas se tornan más complicadas para el personaje del título. Su madre, Francis (Deirdre O’Connell) ha sido capturada por Sofia Gigante (Cristin Milioti), y cuando llega a su casa en busca de Vic (Rhenzy Feliz), más bien se encuentra con Sal Maroni (Clancy Brown), quien le pide lo lleve a su base de operaciones en las alcantarillas. Después de todo, se quiere vengar de Oz por haber matado a su esposa, y de paso se quiere quedar con su operación de producción y distribución de drogas para compartirla con Sofia.

Es una situación compleja, pues, de la cual, para variar, Oz logra salir. Con la ayuda de un secuaz, logra apagar las luces de su base, se escapa de las garras de sus enemigos, y termina asesinando a Maroni… bueno, más o menos. Pelean, y este parece morir de un infarto, lo cual frustra a Oz, quien siempre quiere demostrar que es el ganador y es mejor de lo que el resto cree. Pero por su parte, en una conversación con Francis, Sofia se da cuenta de algo: todo este tiempo, quizo hacer algo nuevo, ser distinta. Pero ha estado jugando el mismo juego que su padre. Por ende, cuando Oz le pide que vaya a su base para entregar a su madre, hace algo diferente: le manda una bomba. Y aunque el Pingüino sobrevive (obviamente), para variar, los que pagan las consecuencias de la explosión son los residentes más pobres de la superficie. Al igual que con la inundación del Acertijo en “Batman”, son los más necesitados los que sufren por las acciones de estos villanos.

Es así que “El Pingüino” se va acercando a su final, sorprendiéndonos con giros narrativos interesantes y demostrando que ya se está acercando a un clímax potencialmente intrigante. Disfruté del flashback a la infancia de Oz con su madre (pues resulta que el pequeño Pingüino fue el responsable de la muerte de sus hermanos… o al menos eso parece), y disfruté de la escena entre Francis y Sofia, y de la intervención del Doctor Rush (Theo Rossi) en toda la situación. Sofia sigue siendo una antagonista formidable, dejando a Oz más solo que nunca. Aparentemente sin Vic (por el momento, asumo) y con un ejército muerto. ¿Qué pasará en el último episodio de la próxima semana? Tengo mis teorías, pero como siempre, estoy seguro que “El Pingüino” logrará sorprenderme.

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