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Opinión

CRÍTICA: Master of None (Segunda Temporada)

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Si me apuran y me preguntan cuáles son los momentos más felices que he pasado frente a una pantalla este año, seguramente muchos de ellos tendrían que ver con Master of None, esa joyita que ya lleva dos temporadas en Netflix y que ha surgido de la cabeza del talentosísimo Aziz Ansari para darle un vuelco a las comedias contemporáneas.

Hijo de inmigrantes de la India, Ansari saltó a la fama como el disforzado Tom Haverford de la Serie Parks and Recreation –de los mismos productores de The Office- y muy pronto ganó relevancia al unirse al grupo de jóvenes actores de comedia apadrinados por Judd Apatow. Paralelamente intensificó su pasión por la comedia de stand up donde encontró el lugar perfecto para contar las experiencias de un estadounidense de estos tiempos: un hijo de la inmigración en un país que parece haber caído víctima del miedo a decir de la última elección de Donald Drumpf como presidente.

Y es precisamente en estos tiempos donde el miedo, el machismo, la exclusión y la xenofobia han pasado a cubrir con su manto oscuro la cada vez más difícil labor de encontrar un pequeño momento de paz y felicidad. Sobre estas y muchas otras cuestiones –y no pocos devaneos- transita Master of None que no hace más que contar de la forma más fiel posible la vida de un joven actor de comedias que intenta abrirse paso en un mundo regido por la tecnología, la individualidad, el ritmo frenético del día a día y la búsqueda del amor.

Si ya en su primera temporada Master of None había dejado un muy buen sabor de boca pese a cierto disfuerzo de Anzari en el rol de su alter ego Dev Shav, es en esta segunda donde encuentra el equilibrio deseado. Si tuviera que definirlo diría que en estos 10 capítulos todo es tan sensorial y entrañable que conmueve.

A pesar de que Aziz Anzari puede ser muy reflexivo e intelectual en el mejor de los sentidos, nada se torna falso ni fuera de lugar. Aquí continuamos la historia de la primera temporada: Dev viaja a Italia para aprender a hacer pastas y superar el rompimiento con su novia. De arranque nos encontramos con un homenaje al neorrealismo italiano con tan buen gusto como la exquisita comida que vemos desfilar ante nuestros ojos y que enciende nuestro paladar.

Mención aparte merecen los personajes secundarios que completan todo el universo de Dev: sus padres (extraordinarios en cada segundo que aparecen en pantalla, ¿será acaso porque son los padres de Aziz Anzari en la vida real?), su buen amigo Arnold interpretado por Eric Wareheim (una especie de oso gigante con alma de niño con el que Dev puede hacer mil y un tonterías) y su amiga Denise (Lena Waithe), quien ha crecido junto a él y con la que aprendió que no existe nada más normal que querer y aceptar a las personas más allá de su orientación sexual.

Pero si algo no podía faltar aquí era una buena historia de amor. Anziz Anzari compone una de las más bellas historias románticas que haya visto en los últimos años. ¿Cómo no enamorarse un poco de la hermosa Francesa (Alessandra Mastronardi) en ese tránsito que va desde la cautivante Módena hasta la descomunal Nueva York?

Y es que nadie había logrado darle esa frescura visual a la Gran Manzana en la época más reciente, por eso hay quienes se atreven a llamar a Aziz Anzari el “Woody Allen de los millennials”. Etiquetas aparte, el actor de 34 años seguramente viene causando esa misma impresión que generó el director de Manhattan cuando irrumpió en el mundo del cine.

Los tiempos han cambiado. Los hijos de la inmigración, aquellos que no tienen el rostro blanco, tienen mucho que decirnos. Tienen el humor, la voz, el ingenio, la sensibilidad y la suficiente autoridad para relatarnos su vida. Esa vida con la que podemos sentirnos identificados y pegados totalmente a una pantalla deseando que todo les vaya bien.

 

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CRÍTICA: La vida sexual de las universitarias – Temp 3, Ep 1

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**** sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Si son fanáticos de las primeras dos temporadas de “La vida sexual de las universitarias”, seguramente ya sabrán que Reneé Rapp aparecerá menos en la tercera, habiendo decidido que prefiere dedicarle tiempo a su carrera de cantante en vez de actuar. Esto, claramente, resultará en la eventual desaparición de su personaje, Leighton, en la serie. ¿Pero cómo? Pues eso es algo que no nos demoramos en averiguar en el primer episodio. Resulta que su novia, Alicia (Midori Francis) se quiere ir de la Universidad de Essex para trabajar en Boston. Y (no tan) casualmente, el profesor de matemáticas de Leighton le ofrece hablar con un colega en MIT (¡en Boston!) para que se pase a dicha universidad a estudiar matemáticas, su verdadera pasión.

Conveniente, ¿no? O sea sí, pero es lo que la serie necesita —simplemente dará mucha pena ver a Leighton irse del show. Fuera de eso, sin embargo, este primer episodio hace un buen trabajo actualizándonos con las vidas de las chicas. Kimberly (Pauline Chalamet) y Whitney (Alyah Chanelle Scott) comienzan la historia peleadas debido a que la primera se metió con el ex de la segunda, Canaan (Christopher Meyer), pero felizmente terminan amistándose para el final. Whitney, además, tiene que acostumbrarse en la vida de una sorodidad. Y por su parte, Bela (Amrit Kaur) parece encontrar una nueva motivación para mejorar como persona, luego de enterarse de que no puede cambiarse de universidad por tener un GPA demasiado bajo: convertirse en mentora para los alumnos y alumnas de primer año.

Es bastante, especialmente considerando que el episodio es relativamente corto, pero como siempre, “La vida sexual de las universitarias” se mueve rápido y sin hacerse problemas, incluyendo todo tipo de diálogos graciosos y referencias a la cultura popular. Obviamente no todos los chistes funcionan, pero ninguno es demasiado estúpido, y ciertamente se ven beneficiados por el carisma de las protagonistas. Pero lo más importante de las dos temporadas anteriores, felizmente, sigue intacto: las buenas actuaciones, la química palpable y realista entre las actrices, y la franqueza con la cual temas relacionados a sexualidad y amistad son tratados por la creadora Mindy Kaling y sus guionistas. ¡Me muero por seguir con la temporada!

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 8 (FINAL)

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Llegamos al final de lo que podría considerarse como una de las mejores series del 2024. Y felizmente, “El Pingüino” ha concluido de manera satisfactoria —más que satisfactoria, de hecho. El personaje del título (Colin Farrell) por fin se ha convertido en el verdadero villano que siempre debió ser; Sofia Gigante (Cristin Milioti) ha regresado al asilo de Arkham, para volver a vivir su peor pesadilla. Pero más importante: lo que tanto nos teníamos, terminó pasando. Vic (Rhenzy Feliz), el eterno aliado de Oswald, es asesinado por este último luego de que tienen una breve conversación, en la que el primero le confiesa que lo considera como familia. El último cuchillazo en el corazón (no literal). El último paso que Oz tenía que dar para convertirse en lo que debía ser.

De hecho, lo que postula este último episodio de “El Pingüino”, es que Oz siempre fue así. Desde pequeño. No solo porque terminó matando a sus dos hermanos, como vimos en otro flashback, si no también porque siguió viviendo con su mamá después de eso, como si nada hubiese pasado. Para él, sus hermanos eran como obstáculo que le impedían estar con su madre, y que debían ser eliminados. Quería a su madre solo para él. Quería su aceptación. Quería darle la vida que siempre quizo tener. Pero como Oz no puede obtener todo lo que quiere, y mucho menos lo más importante para él, su madre termina teniendo un derrame, el cual la deja en estado vegetativo. Todo por lo que luchó, todo por lo que mató… se esfumó en pocos minutos. Y todo lo que queda es un Oz destruido, que lo tiene todo pero a la vez nada.

Es así, pues, que “El Pingüino” nos deja con una de las mejores construcciones de un villano que haya visto en un buen tiempo. A diferencia de lo que está haciendo Sony, la serie nunca trata de redimir a su personaje central ni mucho menos. No trata de convertirlo en un antihéroe. Lo que ha hecho es obligarnos a seguir a un personaje nefasto, a un psicópata al que entendemos, pero al que nunca llegamos a justificar. Es fascinante, y se cuelga de las excelentes actuaciones de Farrell, Milioti y Feliz. De hecho, si tengo una sola queja, es que “El Pingüino” no logra insertar suficientes referencias al mundo en el que sucede (¿cómo es que Batman ha ignorado todo lo que pasa en el show?) Y aunque me encantó la aparición de la Batiseñal al final, creo que pudieron haber puesto… más. Pero eso es lo único, ¡lo juro! Por lo demás, “El Pingüino” ha concluido muy bien, y ha demostrado ser, nuevamente, de lo mejor que hemos podido ver este año en streaming.

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 7

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Ya nos vamos acercando al final. En el sétimo episodio de “El Pingüino”, llamado “El Jefe”, las cosas se tornan más complicadas para el personaje del título. Su madre, Francis (Deirdre O’Connell) ha sido capturada por Sofia Gigante (Cristin Milioti), y cuando llega a su casa en busca de Vic (Rhenzy Feliz), más bien se encuentra con Sal Maroni (Clancy Brown), quien le pide lo lleve a su base de operaciones en las alcantarillas. Después de todo, se quiere vengar de Oz por haber matado a su esposa, y de paso se quiere quedar con su operación de producción y distribución de drogas para compartirla con Sofia.

Es una situación compleja, pues, de la cual, para variar, Oz logra salir. Con la ayuda de un secuaz, logra apagar las luces de su base, se escapa de las garras de sus enemigos, y termina asesinando a Maroni… bueno, más o menos. Pelean, y este parece morir de un infarto, lo cual frustra a Oz, quien siempre quiere demostrar que es el ganador y es mejor de lo que el resto cree. Pero por su parte, en una conversación con Francis, Sofia se da cuenta de algo: todo este tiempo, quizo hacer algo nuevo, ser distinta. Pero ha estado jugando el mismo juego que su padre. Por ende, cuando Oz le pide que vaya a su base para entregar a su madre, hace algo diferente: le manda una bomba. Y aunque el Pingüino sobrevive (obviamente), para variar, los que pagan las consecuencias de la explosión son los residentes más pobres de la superficie. Al igual que con la inundación del Acertijo en “Batman”, son los más necesitados los que sufren por las acciones de estos villanos.

Es así que “El Pingüino” se va acercando a su final, sorprendiéndonos con giros narrativos interesantes y demostrando que ya se está acercando a un clímax potencialmente intrigante. Disfruté del flashback a la infancia de Oz con su madre (pues resulta que el pequeño Pingüino fue el responsable de la muerte de sus hermanos… o al menos eso parece), y disfruté de la escena entre Francis y Sofia, y de la intervención del Doctor Rush (Theo Rossi) en toda la situación. Sofia sigue siendo una antagonista formidable, dejando a Oz más solo que nunca. Aparentemente sin Vic (por el momento, asumo) y con un ejército muerto. ¿Qué pasará en el último episodio de la próxima semana? Tengo mis teorías, pero como siempre, estoy seguro que “El Pingüino” logrará sorprenderme.

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