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CRÍTICA – Only Murders in the Building (Temporada 2)

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Tras 17 nominaciones a los Emmy y la confirmación de una próxima tercera temporada, Only Murders in the Building tenía la difícil misión de encontrar una vía para ser tan encantadora e interesante en su segunda entrega como lo fue en la primera. Tras estrenar el final de esta temporada, quizá lo más resaltante que haya por decir es que se las han ingeniado, de una manera muy similar al cierre de su primera temporada, para dejarnos un cliffhanger que da luces de una temporada 3 con mucho potencial. Pero ya llegará el momento para hablar de ella, pues lo que ahora corresponde es hacer el balance de una regular y cumplidora segunda parte que intenta, pero no alcanza el nivel de la anterior, sin que esto signifique una debacle total.

El final de la primera temporada nos había dejado a Charles (Steve Martin), Oliver (Martin Short) y Mabel (Selena Gomez) en una situación delicada pues, tras resolver el crimen de Tim Kono y tener éxito con su podcast de crímenes reales, terminan siendo los principales sospechosos del asesinato de Bunny (Jayne Houdyshell), la amargada presidenta de la junta de propietarios del Arconia, el edificio donde los asesinatos suceden, como lo dice el propio nombre de la serie. Sin aún pruebas concluyentes y suficientes que los incriminen, los tres protagonistas intentan continuar con sus vidas, pero se ven obligados a grabar una segunda temporada de su podcast, para comprobar su inocencia y descubrir al verdadero autor del crimen.

No son pocas las producciones con este suspenso del whodunnit (término para las novelas policíacas de suspenso que se origina de la frase ‘who has done it?’) que llegan a la televisión y los servicios de streaming en la actualidad. El problema con la mayoría de ellas aparece en su segunda temporada por la falta de ideas para introducir un segundo “crimen” tras la resolución del primero, como sucedió con The Flight Attendant (HBO Max), que no supo cómo continuar con solvencia la historia del personaje interpretado por Kaley Cuoco. Otras series similares deciden renovar casi todo su elenco, como lo veremos pronto con The White Lotus (HBO) y, más adelante, con The Afterparty (Apple TV+). Sucede que en OMITB el activo principal son sus tres protagonistas y el escenario ya está predeterminado por el título y la propia esencia del programa (además del mencionado final de la temporada 1), por lo que realizar modificaciones sustanciales al argumento no era una opción concreta. 

El guion decide, por esa razón, introducir personajes nuevos que le brinden frescura a la trama, como Alice (Cara Delevingne) y Lucy (Zoe Colletti).  La primera es una artista con la que Mabel tendrá una relación cercana y que también, en algún punto, comenzará a ser sospechosa del asesinato. La segunda es la hija de Charles, que ayudará de cierto modo a descubrir algunas pistas sobre el crimen. Además, se suma al reparto Michael Rapaport como el detective Kreps, quien tiene a su cargo el caso y pone especial atención en Mabel como supuesta culpable. A modo de cameos, tenemos también una participación de Shirley MacLaine, como la madre de Bunny, y de Amy Schumer, como ella misma, pero que aportan poco a la trama principal. Además de todas estas adiciones al reparto, la serie explora las vidas de los demás vecinos del edificio, otorgando un tiempo considerable en conocer más de ellos, siempre dejando la puerta abierta a sospechas de que cualquiera podría ser el asesino.

El problema de esta temporada, sin embargo, encuentra lugar en estos caminos que OMITB toma. En la primera temporada nos hicimos tan cómplices de la amistad que surgió entre Charles, Oliver y Mabel, personajes tan dispares pero que funcionan tan bien juntos, que cualquier otra subtrama que se presente queda sabiendo a poco. Ya ni siquiera se nos presenta tan importante el crimen perpetrado, sino que preferimos la interacción que tiene el trío protagónico. Mientras están los tres en pantalla, la serie va perfectamente bien, pero si nos dirigimos a subtramas más lejanas como la de su vecino Howard o la del propio detective Kreps, entramos en algunos baches de los que luego cuesta salir. Por otro lado, en gran parte de la temporada estamos escarbando en las heridas emocionales que dejó el tema de la paternidad en los personajes de Steve Martin, Selena y Martin Short. Son asuntos que se alejan de la comedia que estaba mucho más cercana en la primera temporada y puede que este cambio de registro golpee el ritmo de la serie de cierta manera, aunque se entiende que es un giro necesario para dar más profundidad a los protagonistas.

Me queda la idea de que era una temporada que podría haber durado un par de episodios menos, pues recién alrededor del quinto capítulo es que reconocí algunos elementos que habían hecho que la primera entrega de OMITB se sienta como una propuesta original, entretenida y ciertamente irreverente por muchos momentos. Esta extrapolación de los hechos, como la audición imaginaria que realiza Oliver a los vecinos en la temporada anterior, se encuentra ahora mucho más contenida, dejando sí algunas escenas recordables como la de un juego de cartas o el significado de los rompecabezas para Mabel, pero nada que marque una impronta notoria en esta ocasión. Con lo que sí se ha explotado recurrentemente en esta nueva temporada es con la utilización de un humor “meta”, eficiente la mayoría del tiempo, refiriéndose continuamente al podcast en los diálogos y haciendo un guiño a los espectadores de la serie como en la frase de “las segundas temporadas no son buenas”.

Me quedo con cierto temor de que se haya entendido que la temporada recién concluida de OMITB es desastrosa, lo cual está muy lejos de ser cierto. Mientras tengamos a los tres protagonistas juntos, pues que sucedan los crímenes que deban suceder (en la ficción, por supuesto). Con ellos basta para pasarse un buen rato viendo la serie en maratón o semana a semana. Eso sí, debemos estar advertidos de que igualar a la primera temporada es un trabajo demasiado complicado. La temporada 3 está confirmada (aún sin fecha de estreno) y sobre el final del último episodio tenemos ciertas luces de lo que vendrá. Yo me apunto a seguirla cuando se estrene.

Estudié Economía en la Udep, pero mi película favorita no es Wall Street ni mi serie favorita es Billions. En realidad no tengo ninguna favorita, por eso dedico todo el tiempo posible a ver la mayor cantidad de series y películas que pueda, y porque me gusta. Escribo también en estrimin.pe.

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 8 (FINAL)

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Llegamos al final de lo que podría considerarse como una de las mejores series del 2024. Y felizmente, “El Pingüino” ha concluido de manera satisfactoria —más que satisfactoria, de hecho. El personaje del título (Colin Farrell) por fin se ha convertido en el verdadero villano que siempre debió ser; Sofia Gigante (Cristin Milioti) ha regresado al asilo de Arkham, para volver a vivir su peor pesadilla. Pero más importante: lo que tanto nos teníamos, terminó pasando. Vic (Rhenzy Feliz), el eterno aliado de Oswald, es asesinado por este último luego de que tienen una breve conversación, en la que el primero le confiesa que lo considera como familia. El último cuchillazo en el corazón (no literal). El último paso que Oz tenía que dar para convertirse en lo que debía ser.

De hecho, lo que postula este último episodio de “El Pingüino”, es que Oz siempre fue así. Desde pequeño. No solo porque terminó matando a sus dos hermanos, como vimos en otro flashback, si no también porque siguió viviendo con su mamá después de eso, como si nada hubiese pasado. Para él, sus hermanos eran como obstáculo que le impedían estar con su madre, y que debían ser eliminados. Quería a su madre solo para él. Quería su aceptación. Quería darle la vida que siempre quizo tener. Pero como Oz no puede obtener todo lo que quiere, y mucho menos lo más importante para él, su madre termina teniendo un derrame, el cual la deja en estado vegetativo. Todo por lo que luchó, todo por lo que mató… se esfumó en pocos minutos. Y todo lo que queda es un Oz destruido, que lo tiene todo pero a la vez nada.

Es así, pues, que “El Pingüino” nos deja con una de las mejores construcciones de un villano que haya visto en un buen tiempo. A diferencia de lo que está haciendo Sony, la serie nunca trata de redimir a su personaje central ni mucho menos. No trata de convertirlo en un antihéroe. Lo que ha hecho es obligarnos a seguir a un personaje nefasto, a un psicópata al que entendemos, pero al que nunca llegamos a justificar. Es fascinante, y se cuelga de las excelentes actuaciones de Farrell, Milioti y Feliz. De hecho, si tengo una sola queja, es que “El Pingüino” no logra insertar suficientes referencias al mundo en el que sucede (¿cómo es que Batman ha ignorado todo lo que pasa en el show?) Y aunque me encantó la aparición de la Batiseñal al final, creo que pudieron haber puesto… más. Pero eso es lo único, ¡lo juro! Por lo demás, “El Pingüino” ha concluido muy bien, y ha demostrado ser, nuevamente, de lo mejor que hemos podido ver este año en streaming.

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 7

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Ya nos vamos acercando al final. En el sétimo episodio de “El Pingüino”, llamado “El Jefe”, las cosas se tornan más complicadas para el personaje del título. Su madre, Francis (Deirdre O’Connell) ha sido capturada por Sofia Gigante (Cristin Milioti), y cuando llega a su casa en busca de Vic (Rhenzy Feliz), más bien se encuentra con Sal Maroni (Clancy Brown), quien le pide lo lleve a su base de operaciones en las alcantarillas. Después de todo, se quiere vengar de Oz por haber matado a su esposa, y de paso se quiere quedar con su operación de producción y distribución de drogas para compartirla con Sofia.

Es una situación compleja, pues, de la cual, para variar, Oz logra salir. Con la ayuda de un secuaz, logra apagar las luces de su base, se escapa de las garras de sus enemigos, y termina asesinando a Maroni… bueno, más o menos. Pelean, y este parece morir de un infarto, lo cual frustra a Oz, quien siempre quiere demostrar que es el ganador y es mejor de lo que el resto cree. Pero por su parte, en una conversación con Francis, Sofia se da cuenta de algo: todo este tiempo, quizo hacer algo nuevo, ser distinta. Pero ha estado jugando el mismo juego que su padre. Por ende, cuando Oz le pide que vaya a su base para entregar a su madre, hace algo diferente: le manda una bomba. Y aunque el Pingüino sobrevive (obviamente), para variar, los que pagan las consecuencias de la explosión son los residentes más pobres de la superficie. Al igual que con la inundación del Acertijo en “Batman”, son los más necesitados los que sufren por las acciones de estos villanos.

Es así que “El Pingüino” se va acercando a su final, sorprendiéndonos con giros narrativos interesantes y demostrando que ya se está acercando a un clímax potencialmente intrigante. Disfruté del flashback a la infancia de Oz con su madre (pues resulta que el pequeño Pingüino fue el responsable de la muerte de sus hermanos… o al menos eso parece), y disfruté de la escena entre Francis y Sofia, y de la intervención del Doctor Rush (Theo Rossi) en toda la situación. Sofia sigue siendo una antagonista formidable, dejando a Oz más solo que nunca. Aparentemente sin Vic (por el momento, asumo) y con un ejército muerto. ¿Qué pasará en el último episodio de la próxima semana? Tengo mis teorías, pero como siempre, estoy seguro que “El Pingüino” logrará sorprenderme.

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CRÍTICA: Agatha en todas partes – Episodios 8 y 9 (FINAL)

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EPISODIO 8

****sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

El octavo (¡y penúltimo!) episodio de “Agatha en todas partes” comienza con el breve retorno de Alice (Ali Ahn), quien al encontrarse con la Muerte (Aubrey Plaza) se entera de que ya cumplió con su misión en la Tierra; al ser una Bruja de Protección, murió protegiendo a alguien. Luego de eso, retornamos a donde Billy (Joe Locke) y Jennifer (Sasheer Zamata) escapando de la prueba anterior, y del sacrificio de Lilia (Patti LuPone). Eventualmente, se reencuentran con Agatha (Kathryn Hahn), y aunque tratan de avanzar por el Camino de las Brujas, al final se dan cuenta de que este es un círculo, y regresan a donde comenzaron.

¿O no? Porque sí terminan llegando a la última Prueba, donde Agatha se da cuenta que cada una de las brujas ha llegado al momento en donde puede (¿debe?) recibir lo que está buscando. Jennifer recupera sus poderes (resulta que era la mismísima Agatha las que los estaba bloqueando), Billy encuentra la manera de meter la consciencia de su hermano en el cuerpo de un niño que está a punto de morir, y Agatha… bueno, logra crear vida a partir de la tristeza, lo que la lleva a enfrentarse a la Muerte y, para sorpresa de muchos, autosacrificarse. ¡Resulta que no era taaaan mala después de todo!

Todo va culminando, pues, tal y como asumíamos que culminaría, pero lo más interesante ha sido reservado para el final del episodio. Ya de vuelta en casa (y luego de haber adquirido su propio traje de superhéroe y todo), Billy se da cuenta de algo, y el público es testigo de un giro bastante chocante. El Camino de las Brujas nunca existió; siempre estuvo basado en las experiencias y cosas que Billy tenía en su cuarto. Como buen hijo de Wanda Maximoff, creó su propia realidad, y trajo consigo a las brujas para meterse en ella (lo cual explica cómo es que la Muerte se va del Camino simplemente cortando un agujero en una pared falsa en el fondo… huh). Es un “twist” que funciona, pero que sí me dejó con una desagradable sensación, parecida a la del estereotípico final de “todo fue un sueño”. Y así termina, lo cual, por supuesto, me lleva a…

EPISODIO 9 (FINAL)

**** sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

…el último episodio de “Agatha en todas partes”, por supuesto. Es aquí, pues, que nos enteramos —a través de un flashback bastante extenso— de la vida de Agatha entre 1750 y 1756, primero cuando dio a luz a su hijo Nicky, y luego cuando vivió con él hasta el día que la Muerte se lo llevó, engañando a brujas para luego matarlas. Pero más importante, es aquí que se complementa lo revelado en el episodio anterior, mostrándonos que la Balada del Camino de la Bruja nunca fue real —simplemente era la adaptación de una canción que al pequeño Nicky se le ocurrió mientras caminaba con su madre cerca al bosque.

Por ende, es Agatha quien se inventó todo el rollo del Camino, y como se muestra en un montaje bastante memorable, quien engañó por literalmente siglos a brujas, diciéndoles que les mostraría el Camino, para luego extraerles todo su poder. Es eso, de hecho, lo que planeaba hacer con Alice, Jennifer y Lilia al inicio de la temporada, en el sótano de su casa… hasta que Billy, con su propio poder, creó el Camino por primera vez en la historia. Es así, pues, que este episodio final nos muestra claramente el arco de personaje de Agatha: comenzó la temporada como alguien que simplemente quería seguir engañando a otras brujas, como siempre, y la terminó sacrificándose por Tommy, y convirtiéndose en una fantasmita.

Es ya en el presente que la vemos así, y que llegamos al final de la serie: con Agatha y Billy saliendo a la luz, en busca de Tommy. ¿Veremos el desarrollo y desenlace de dicha aventura? Sospecho que sí, pero no sé si en una segunda temporada de “Agatha en todas partes”, o en alguna otra serie. En todo caso, se puede decir que este show terminó siendo mejor que lo que muchos esperaban; correcto, en términos generales, y en el caso de algunos episodios un poco repetitivo, pero en el caso de otros, bastante memorable. No la he pasado mal con “Agatha en todas partes”, y ahora que el personaje del título es un fantasma, me gusta la idea de seguir a Billy Maximoff en la búsqueda de su hermano. ¡Apúrense y háganlo realidad, Marvel!

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