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Opinión

Crítica: The Alienist (Primera Temporada)

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De un tiempo a esta parte, me he vuelto fanático de los shows sobre crimen; no necesariamente de producciones estilo CSI, si no más bien de propuestas un poco más realistas y chocantes, como la excelente Mindhunter, de David Fincher. Es por esto, y también por la presencia de grandes actores como Daniel Brühl y Luke Evans, que estaba emocionado por comenzar a ver The Alienist. Aunque la serie —o al menos esta primera temporada— nunca llega a cautivar ni intrigar tanto como el show producido —y a veces dirigido— por Fincher, definitivamente vale la pena ser vista por aquellos que disfruten de misterios sin resolver, de historias que lo meten a uno en un contexto muy específico y una época de la historia estadounidense en la que recién se estaba comenzando a descubrir la naturaleza de la psicología.

De hecho, The Alienist se llama así debido a la profesión de su protagonista, el Dr. Laszlo Kreizler (Brühl). Hoy en día, se haría llamar psicólogo o psiquiatra, pero en la Nueva York de finales del siglo 19, es conocido como un alienista, ya que se creía que la gente mentalmente inestable estaba “alienada de sí misma”. El show comienza con un brutal asesinato: un joven prostituto es encontrado en pleno Puente Williamsburg a medio construir, sin ojos y destripado. El buen doctor se entera, y luego de mucho investigar, llega a la conclusión de que, para poder encontrar y aprisionar a este asesino, es necesario entenderlo, saber cómo piensa y adivinar qué es lo que hará a continuación, y cómo.

En la investigación para encontrar a este “multi-asesino” (el término “asesino serial” todavía no existía), Kreizler recibirá la ayuda de un ilustrador del New York Times, John Moore (Luke Evans), así como de dos representantes del departamento de policía de la ciudad: el intenso comisionado Theodore Roosevelt (sí, el futuro presidente), interpretado por Brian Geraghty, y la primera mujer en trabajar en aquella institución, la gélida Sara Howard, interpretada por Dakota Fanning.

Como deben imaginarse, fuera de lo difícil que pueda ser atrapar este asesino, nuestros protagonistas también que tendrán que superar otros retos y enfrentarse a otros enemigos. Muchos miembros de la policía, por ejemplo, estarán en contra de la investigación, el Capitán Connor (David Wilmot) siendo el principal oponente. Por alguna razón, tanto él como la mayor parte de sus secuaces tienen un fuerte acento irlandés; asumo que se supone son de familias irlandesas en Norteamérica, pero la mayor parte del tiempo, sus acentos resultan muy exagerados, como algo sacado de una parodia (aunque considerando lo odiosos que son estos personajes, dicha exageración pudo haber sido intencional).

Si hay algo que resalta en The Alienist, incluso durante los primeros episodios (los cuales podrían resultar algo lentos para algunos), es la atmósfera. Se supone que la serie recibió un presupuesto de 50 millones de dólares de parte de TNT, y se nota. The Alienist es un show extremadamente atmosférico, en donde la Nueva York del siglo 19 es retratada de manera muy visual, contrastando la mugre, suciedad y los tonos grises de las calles más pobres, con los excesos y el color de las clases altas. Uno se mete en este universo desde el primer minuto, adentrado, incluso, en el bajo mundo de la prostitución infantil y otros horrores que se podían encontrar en aquella época. Hay momentos durante la primera mitad de la temporada, especialmente los que protagoniza Luke Evans, en los que uno siente que está descendiendo al infierno, a un lugar en donde nada tiene perdón, y donde las mayores atrocidades son cometidas con frecuencia.

Esto se debe, también, a lo explícita que puede llegar a ser la serie. Ahora, no me animaría a decir que utiliza la sangre y el gore de manera gratuita, pero ciertamente incluye algunas imágenes que podrían resultar demasiado fuertes para los televidentes más sensibles. Muchas veces vemos los cadáveres de las víctimas de manera muy clara —sin ojos, sin tripas, a veces sin extremidades— y algunas escenas de violencia, aunque más implícitas, contribuyen a la sensación de incomodidad que se respira durante toda la temporada. Hay una transición en específico que me llamó la atención, y que estoy seguro fue incluida en el primer episodio para cementar de una el tono que The Alienist manejaría durante el resto de la temporada; digamos, no más, que la cámara se mete dentro de un cadáver.

No obstante, no es gracias a la atmósfera, al extraordinario diseño de producción, o a la estilizada dirección de fotografía, que The Alienist cautiva. La caracterización de sus protagonistas es lo que más vale la pena rescatar, por más que algunas de sus características puedan sentirse algo estereotipadas. El Laszlo de Brühl es el típico Sherlock Holmes; incapaz de empatizar, frío, extremadamente inteligente pero emocionalmente inmaduro. La manera en que se acerca a la investigación, tratando de entender al asesino, de experimentar el horror tal y como él lo hace, es innegablemente fascinante, pero sus actitudes frecuentemente groseras, así como los intentos del guión por humanizarlo —su historia pasada, su potencial romance con un personaje secundario—, son los que terminan por convertirlo en un personaje tridimensional y no totalmente odioso.

Por otro lado, Luke Evans es inesperadamente divertido como Moore, más que nada porque se le ve perdido la mitad del tiempo, tratando de entender conceptos y situaciones con las que no está familiarizado. Es el típico —otra vez esa palabra— personaje que representa al público en la historia; vemos todo desde su perspectiva, y los demás personajes tienen que explicarle ciertas situaciones para que el público las pueda entender también. Dakota Fanning, aunque algo irregular durante el primer par de episodios, logra desarrollar a Sara como una mujer innegablemente fuerte, alguien que está tratando de hacerse paso en un mundo dominado por hombres, por gente que siempre la subestima a pesar de sus numerosas habilidades. Sus reacciones glaciales son precisas, expresadas perfectamente por un rostro que trata de esconder mucho detrás de una máscara de desapego.

Ahora bien, si deciden ver The Alienist por su misterio central, tampoco serán decepcionados. Como en cualquiera buena historia de asesinatos, la narrativa está llena de cortinas de humo, de falsas pistas, y de situaciones llenas de tensión en donde nuestros protagonistas están a punto de atrapar al asesino, como para que uno nunca pierda el interés en la investigación. He escuchado de algunos críticos y espectadores que el ritmo de la serie les parece demasiado lento, pero a mi me pareció que está preciso; lo suficientemente pausado como para darse el tiempo para desarrollar bien a sus protagonistas, pero lo suficientemente enérgico como para que la narrativa no pierda impulso.

The Alienist es la serie perfecta para alguien que, como yo —e irónicamente, considerado mi dedicación a esta web— no tiene demasiado tiempo para ver series: es corta (esta primera temporada solo tiene diez episodios), va directo al grano, y lo deja a uno con ganas de más. Que yo sepa no se ha anunciado oficialmente una segunda temporada, pero definitivamente me animaría a verla; esta primera propuesta me ha dejado con suficientes interrogantes, con suficientes misterios sin resolver, y con suficiente empatía hacia sus protagonistas (sí, incluso hacia el frecuentemente antipático Laszlo) como para que una segunda temporada resulte intrigante y potencialmente superior a lo que ya se ha visto. The Alienist es un atmosférico y deliciosamente mórbido show de crímenes de época que los fanáticos del género no deberían perderse.

Pueden ver la primera temporada de The Alienist en Netflix.

Cofundador y editor en NoEsEnSerie.com. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP, y miembro de la APRECI—Asociación de Prensa Cinematográfica. Integra el staff de la revista MasGamers, las webs de Nintendo Pe y Fans de Zelda Perú, el portal web Cinencuentro, y el portal de cine peruano FotografiaCalato.com. Adicionalmente, es YouTuber para el canal Aprieta Start, y formó parte del staff de prensa del 18 Festival de Cine de Lima. También trabaja como fotógrafo para Star Wars Fan Club Perú. Desde enero del 2012 publica críticas y comentarios de cine en el blog Proyectando Ideas (el cual forma parte de la Asociación de Blogs de Cine). Crítico oficial de RottenTomatoes.com. Cinéfilo y seriómano empedernido.

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 8 (FINAL)

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Llegamos al final de lo que podría considerarse como una de las mejores series del 2024. Y felizmente, “El Pingüino” ha concluido de manera satisfactoria —más que satisfactoria, de hecho. El personaje del título (Colin Farrell) por fin se ha convertido en el verdadero villano que siempre debió ser; Sofia Gigante (Cristin Milioti) ha regresado al asilo de Arkham, para volver a vivir su peor pesadilla. Pero más importante: lo que tanto nos teníamos, terminó pasando. Vic (Rhenzy Feliz), el eterno aliado de Oswald, es asesinado por este último luego de que tienen una breve conversación, en la que el primero le confiesa que lo considera como familia. El último cuchillazo en el corazón (no literal). El último paso que Oz tenía que dar para convertirse en lo que debía ser.

De hecho, lo que postula este último episodio de “El Pingüino”, es que Oz siempre fue así. Desde pequeño. No solo porque terminó matando a sus dos hermanos, como vimos en otro flashback, si no también porque siguió viviendo con su mamá después de eso, como si nada hubiese pasado. Para él, sus hermanos eran como obstáculo que le impedían estar con su madre, y que debían ser eliminados. Quería a su madre solo para él. Quería su aceptación. Quería darle la vida que siempre quizo tener. Pero como Oz no puede obtener todo lo que quiere, y mucho menos lo más importante para él, su madre termina teniendo un derrame, el cual la deja en estado vegetativo. Todo por lo que luchó, todo por lo que mató… se esfumó en pocos minutos. Y todo lo que queda es un Oz destruido, que lo tiene todo pero a la vez nada.

Es así, pues, que “El Pingüino” nos deja con una de las mejores construcciones de un villano que haya visto en un buen tiempo. A diferencia de lo que está haciendo Sony, la serie nunca trata de redimir a su personaje central ni mucho menos. No trata de convertirlo en un antihéroe. Lo que ha hecho es obligarnos a seguir a un personaje nefasto, a un psicópata al que entendemos, pero al que nunca llegamos a justificar. Es fascinante, y se cuelga de las excelentes actuaciones de Farrell, Milioti y Feliz. De hecho, si tengo una sola queja, es que “El Pingüino” no logra insertar suficientes referencias al mundo en el que sucede (¿cómo es que Batman ha ignorado todo lo que pasa en el show?) Y aunque me encantó la aparición de la Batiseñal al final, creo que pudieron haber puesto… más. Pero eso es lo único, ¡lo juro! Por lo demás, “El Pingüino” ha concluido muy bien, y ha demostrado ser, nuevamente, de lo mejor que hemos podido ver este año en streaming.

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 7

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Ya nos vamos acercando al final. En el sétimo episodio de “El Pingüino”, llamado “El Jefe”, las cosas se tornan más complicadas para el personaje del título. Su madre, Francis (Deirdre O’Connell) ha sido capturada por Sofia Gigante (Cristin Milioti), y cuando llega a su casa en busca de Vic (Rhenzy Feliz), más bien se encuentra con Sal Maroni (Clancy Brown), quien le pide lo lleve a su base de operaciones en las alcantarillas. Después de todo, se quiere vengar de Oz por haber matado a su esposa, y de paso se quiere quedar con su operación de producción y distribución de drogas para compartirla con Sofia.

Es una situación compleja, pues, de la cual, para variar, Oz logra salir. Con la ayuda de un secuaz, logra apagar las luces de su base, se escapa de las garras de sus enemigos, y termina asesinando a Maroni… bueno, más o menos. Pelean, y este parece morir de un infarto, lo cual frustra a Oz, quien siempre quiere demostrar que es el ganador y es mejor de lo que el resto cree. Pero por su parte, en una conversación con Francis, Sofia se da cuenta de algo: todo este tiempo, quizo hacer algo nuevo, ser distinta. Pero ha estado jugando el mismo juego que su padre. Por ende, cuando Oz le pide que vaya a su base para entregar a su madre, hace algo diferente: le manda una bomba. Y aunque el Pingüino sobrevive (obviamente), para variar, los que pagan las consecuencias de la explosión son los residentes más pobres de la superficie. Al igual que con la inundación del Acertijo en “Batman”, son los más necesitados los que sufren por las acciones de estos villanos.

Es así que “El Pingüino” se va acercando a su final, sorprendiéndonos con giros narrativos interesantes y demostrando que ya se está acercando a un clímax potencialmente intrigante. Disfruté del flashback a la infancia de Oz con su madre (pues resulta que el pequeño Pingüino fue el responsable de la muerte de sus hermanos… o al menos eso parece), y disfruté de la escena entre Francis y Sofia, y de la intervención del Doctor Rush (Theo Rossi) en toda la situación. Sofia sigue siendo una antagonista formidable, dejando a Oz más solo que nunca. Aparentemente sin Vic (por el momento, asumo) y con un ejército muerto. ¿Qué pasará en el último episodio de la próxima semana? Tengo mis teorías, pero como siempre, estoy seguro que “El Pingüino” logrará sorprenderme.

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CRÍTICA: Agatha en todas partes – Episodios 8 y 9 (FINAL)

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EPISODIO 8

****sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

El octavo (¡y penúltimo!) episodio de “Agatha en todas partes” comienza con el breve retorno de Alice (Ali Ahn), quien al encontrarse con la Muerte (Aubrey Plaza) se entera de que ya cumplió con su misión en la Tierra; al ser una Bruja de Protección, murió protegiendo a alguien. Luego de eso, retornamos a donde Billy (Joe Locke) y Jennifer (Sasheer Zamata) escapando de la prueba anterior, y del sacrificio de Lilia (Patti LuPone). Eventualmente, se reencuentran con Agatha (Kathryn Hahn), y aunque tratan de avanzar por el Camino de las Brujas, al final se dan cuenta de que este es un círculo, y regresan a donde comenzaron.

¿O no? Porque sí terminan llegando a la última Prueba, donde Agatha se da cuenta que cada una de las brujas ha llegado al momento en donde puede (¿debe?) recibir lo que está buscando. Jennifer recupera sus poderes (resulta que era la mismísima Agatha las que los estaba bloqueando), Billy encuentra la manera de meter la consciencia de su hermano en el cuerpo de un niño que está a punto de morir, y Agatha… bueno, logra crear vida a partir de la tristeza, lo que la lleva a enfrentarse a la Muerte y, para sorpresa de muchos, autosacrificarse. ¡Resulta que no era taaaan mala después de todo!

Todo va culminando, pues, tal y como asumíamos que culminaría, pero lo más interesante ha sido reservado para el final del episodio. Ya de vuelta en casa (y luego de haber adquirido su propio traje de superhéroe y todo), Billy se da cuenta de algo, y el público es testigo de un giro bastante chocante. El Camino de las Brujas nunca existió; siempre estuvo basado en las experiencias y cosas que Billy tenía en su cuarto. Como buen hijo de Wanda Maximoff, creó su propia realidad, y trajo consigo a las brujas para meterse en ella (lo cual explica cómo es que la Muerte se va del Camino simplemente cortando un agujero en una pared falsa en el fondo… huh). Es un “twist” que funciona, pero que sí me dejó con una desagradable sensación, parecida a la del estereotípico final de “todo fue un sueño”. Y así termina, lo cual, por supuesto, me lleva a…

EPISODIO 9 (FINAL)

**** sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

…el último episodio de “Agatha en todas partes”, por supuesto. Es aquí, pues, que nos enteramos —a través de un flashback bastante extenso— de la vida de Agatha entre 1750 y 1756, primero cuando dio a luz a su hijo Nicky, y luego cuando vivió con él hasta el día que la Muerte se lo llevó, engañando a brujas para luego matarlas. Pero más importante, es aquí que se complementa lo revelado en el episodio anterior, mostrándonos que la Balada del Camino de la Bruja nunca fue real —simplemente era la adaptación de una canción que al pequeño Nicky se le ocurrió mientras caminaba con su madre cerca al bosque.

Por ende, es Agatha quien se inventó todo el rollo del Camino, y como se muestra en un montaje bastante memorable, quien engañó por literalmente siglos a brujas, diciéndoles que les mostraría el Camino, para luego extraerles todo su poder. Es eso, de hecho, lo que planeaba hacer con Alice, Jennifer y Lilia al inicio de la temporada, en el sótano de su casa… hasta que Billy, con su propio poder, creó el Camino por primera vez en la historia. Es así, pues, que este episodio final nos muestra claramente el arco de personaje de Agatha: comenzó la temporada como alguien que simplemente quería seguir engañando a otras brujas, como siempre, y la terminó sacrificándose por Tommy, y convirtiéndose en una fantasmita.

Es ya en el presente que la vemos así, y que llegamos al final de la serie: con Agatha y Billy saliendo a la luz, en busca de Tommy. ¿Veremos el desarrollo y desenlace de dicha aventura? Sospecho que sí, pero no sé si en una segunda temporada de “Agatha en todas partes”, o en alguna otra serie. En todo caso, se puede decir que este show terminó siendo mejor que lo que muchos esperaban; correcto, en términos generales, y en el caso de algunos episodios un poco repetitivo, pero en el caso de otros, bastante memorable. No la he pasado mal con “Agatha en todas partes”, y ahora que el personaje del título es un fantasma, me gusta la idea de seguir a Billy Maximoff en la búsqueda de su hermano. ¡Apúrense y háganlo realidad, Marvel!

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