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CRÍTICA – Euphoria (Primera Temporada)

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Había escuchado bastante sobre “Euphoria” antes de que me animara a verla; sobre su contenido fuerte y honesto, y sobre lo deprimente y oscura que era. Y aunque por momentos se puede sentir como una propuesta exagerada, que ciertamente se va al extremo en algunos de sus momentos más emotivos, tampoco se puede negar que se trata de una serie expertamente realizada, protagonizada por una Zendaya que demuestra tener un futuro brillante tanto en la pantalla grande como la chica. “Euphoria” es, pues, una representación perturbadora de la realidad de muchos adolescentes estadounidenses; de repente no 100% fidedigna a lo que sucede en la vida real, pero suficientemente verosímil como para causar una reacción emocional muy potente en el espectador.

La protagonista (y narradora en off) de “Euphoria” es Rue (Zendaya), una chica de 16 años que vive en un pueblo ficticio de los Estados Unidos, y que acaba de salir de rehabilitación, luego de haber sufrido una sobredosis de drogas y ser encontrada por su hermana menor, Gia (Storm Reid). Lo que vemos en la serie es a una Rue tratando de sobrevivir la adolescencia, interactuando con sus compañeros de colegio, y combatiendo una adicción a las drogas que parece no querer esfumarse. Hay algo de esperanza, sin embargo, en la llegada de Jules (Hunter Schafer), una chica trans que rápidamente se convierte en la mejor amiga de Rue (y posiblemente algo más). Son un par de adolescentes rotas, que están intentando sobrellevar situaciones extremas, y que han encontrado en su relación una suerte de luz al final del túnel, por más que esta sea algo inestable.

Ellas no son los únicos personajes de “Euphoria”, sin embargo. Si hay algo que destaca en la serie a nivel narrativo, de hecho, es la manera en que el creador (y director de varios episodios) Sam Levinson logra entrelazar las historias de varios chicos de esta escuela, mostrando los diferentes problemas a los que se tienen que enfrentar, y desarrollando temas relacionados a al masculinidad tóxica, las relacionas amorosas problemáticas, el sexting, los nudes, la discriminación, y mucho más. Y lo mejor de “Euphoria” es que, a pesar de ser consistentemente oscura y por momentos difícil de disfrutar (al menos de la manera en la que uno usualmente disfruta un show), nunca se siente como una lección o un sermón. La serie está interesada, en primer lugar, en contar la historia de estos personajes y en desarrollarlos como seres humanos reales; los temas son transmitidos como consecuencia de estas historias.

Consideren, si no, a Nate Jacobs (Jacob Elordi), lo más parecido que tiene “Euphoria” a un villano. Se trata de la máxima representación de la masculinidad tóxica y la estereotípica crianza de un joven blanco presionado por todas partes. El chico es básicamente un psicópata, manipulador como él solo y lleno de problemas que no sabe exteriorizar, y que usualmente resultan en encuentros terriblemente violentos con su novia, Maddy Pérez (Alexia Demie). O a Kat Hernández (Barbie Ferreira), una chica algo insegura que, a lo largo de la temporada, aprende a tomar el control de su vida y de su cuerpo, utilizando a hombres desesperados a través de la webcam de su laptop. Esto, sin embargo, hace que descuide sus relaciones en la vida real, enfocándose demasiado en el físico y no necesariamente en lo emocional.

Si estas historias se sienten como advertencias de lo que “podría estar pasando con tu hijo adolescente”, es porque hasta cierto punto, lo son. Y en ese sentido, es posible que la serie funcione mejor con los adultos, quienes probablemente la vean casi como una historia de terror. Los verdaderos adolescentes, en todo caso, no disfrutarán demasiado de la manera en que son retratadas las fiestas o las relaciones entre los diferentes personajes en la escuela, y mucho menos la droga y el alcohol. Parafraseando a Rue: “la drogas son cool, hasta que terminan por destruir tu vida”. Resulta interesante, sin embargo, que uno de los personajes más simpáticos y con más corazón es Fezco (Angus Cloud), el dealer de Rue. Si hay algo que “Euphoria” realmente se esfuerza en hacer, es evitar los estereotipos de las series adolescentes que se han consumido en la televisión norteamericana por años.

Ayuda, además, que todas las actuaciones sean verdaderamente geniales. Quien resalta, obviamente, es Zendaya, quien interpreta a Rue como esta chica real, dolida, que está tratando de sobrellevar todo el sufrimiento que siente utilizando drogas, anestesiando su cuerpo y su mente para no pensar en sus problemas. Su relación con Jules funciona porque es retratada como lo único que le da alegría en la vida, como su sol en medio de la tormenta (esta última metáfora no es siempre presentada de manera sutil). Hunter Schafer, por otro lado, es también una revelación; una actriz que interpreta a Jules como esta serie de contradicciones, como alguien que quiere recuperar su feminidad a través del control y de la utilización de hombres (en su mayoría homofóbicos) y su propia sexualidad. Lo que tenemos en Rue y Jules es una relación compleja, adorable y por momentos algo dependiente (más del lado de Rue), pero absolutamente verosímil.

El resto del reparto está muy bien, lógicamente. Jacob Elordi interpreta a Nate como un verdadero monstruo, alguien que está siempre obsesionado con ejercer control, y que hasta podría cometer crímenes con tal de salirse con la suya. Maude Apatow interpreta a Lexi, la ex mejor amiga de Rue, y posiblemente el único personaje con una vida sana y sin problemas demasiado graves. Alexa Demie causa algo de simpatía como Maddy, una suerte de masoquista que sufre mucho estando en una relación con Nate, pero que a la vez lo defiende y hasta miente por él —a veces da la impresión de tener el Síndrome de Estocolmo. Barbie Ferreira está muy bien como Kat, dándole al personaje uno de los arcos más satisfactorios de la serie, y Sydney Sweeney logra transcender los estereotipos en los que podría haber caído su personaje, Cassie. De hecho, termina siendo uno de los personajes que causa más simpatía, una chica que siempre quiere satisfacer a los demás, y que por ende deja manipularse y controlarse sin pensar demasiado en sí misma. Los adultos, por otro lado —y como suele pasar en estas series— son o unos monstruos, o están casi de adorno, siendo la mamá de Rue la única que verdaderamente resalta y se siente como parte importante de la historia.

Un elemento que también destaca en “Euphoria” el la estética general del show, así como el estilo de dirección. Se trata de una serie súper estilizada, que utiliza diversos recursos visuales para meter al espectador en los zapatos de sus protagonistas. Consideren, si no, una escena donde vemos a Rue drogada, caminando en un pasillo que va girando al más puro estilo de “Inception”. O una vistosa secuencia tipo montaje en donde desarrollan la relación entre Rue y Jules de manera puramente posible. O en general, la manera en que Levinson y su equipo utilizan la cámara y la edición, dándole un ritmo increíblemente enérgico a la historia, paneando de personaje en personaje, y yendo al ritmo de una banda sonora ecléctica e hipnótica — “Euphoria” fue producida por Drake, después de todo— como para ir a la misma velocidad que sus adolescentes personajes. Es realmente impresionante.

“Euphoria” es una serie que atrapa al espectador desde el primer segundo de metraje, y que lo sumerge en un mundo verosímil pero también bastante deprimente, con una luz a veces difícil de ver al final del túnel. Se trata, pues, de una historia llena de drogas y situaciones de sobredosis, escenas de sexo explícitas —que deberían incomodar a los espectadores, ya que los actores son mayores de edad, pero los personajes no—, manipulación, dick picks, violencia, venganza, y mucho más. Los padres saldrán horrorizados, los adolescentes probablemente encontrarán algunos elementos reconocibles, y los demás quedaremos hipnotizados gracias a su enérgica narrativa y notables actuaciones. Puede que mi adolescencia no haya sido como la de los personajes en “Euphoria” —felizmente—, pero eso no evita que reconozca la honestidad y realismo de la serie, una de las pocas que parece de verdad entender a sus personajes y sus problemas. ¡Que vengan los episodios especiales, y eventualmente, la segunda temporada!

Cofundador y editor en NoEsEnSerie.com. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP, y miembro de la APRECI—Asociación de Prensa Cinematográfica. Integra el staff de la revista MasGamers, las webs de Nintendo Pe y Fans de Zelda Perú, el portal web Cinencuentro, y el portal de cine peruano FotografiaCalato.com. Adicionalmente, es YouTuber para el canal Aprieta Start, y formó parte del staff de prensa del 18 Festival de Cine de Lima. También trabaja como fotógrafo para Star Wars Fan Club Perú. Desde enero del 2012 publica críticas y comentarios de cine en el blog Proyectando Ideas (el cual forma parte de la Asociación de Blogs de Cine). Crítico oficial de RottenTomatoes.com. Cinéfilo y seriómano empedernido.

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 8 (FINAL)

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Llegamos al final de lo que podría considerarse como una de las mejores series del 2024. Y felizmente, “El Pingüino” ha concluido de manera satisfactoria —más que satisfactoria, de hecho. El personaje del título (Colin Farrell) por fin se ha convertido en el verdadero villano que siempre debió ser; Sofia Gigante (Cristin Milioti) ha regresado al asilo de Arkham, para volver a vivir su peor pesadilla. Pero más importante: lo que tanto nos teníamos, terminó pasando. Vic (Rhenzy Feliz), el eterno aliado de Oswald, es asesinado por este último luego de que tienen una breve conversación, en la que el primero le confiesa que lo considera como familia. El último cuchillazo en el corazón (no literal). El último paso que Oz tenía que dar para convertirse en lo que debía ser.

De hecho, lo que postula este último episodio de “El Pingüino”, es que Oz siempre fue así. Desde pequeño. No solo porque terminó matando a sus dos hermanos, como vimos en otro flashback, si no también porque siguió viviendo con su mamá después de eso, como si nada hubiese pasado. Para él, sus hermanos eran como obstáculo que le impedían estar con su madre, y que debían ser eliminados. Quería a su madre solo para él. Quería su aceptación. Quería darle la vida que siempre quizo tener. Pero como Oz no puede obtener todo lo que quiere, y mucho menos lo más importante para él, su madre termina teniendo un derrame, el cual la deja en estado vegetativo. Todo por lo que luchó, todo por lo que mató… se esfumó en pocos minutos. Y todo lo que queda es un Oz destruido, que lo tiene todo pero a la vez nada.

Es así, pues, que “El Pingüino” nos deja con una de las mejores construcciones de un villano que haya visto en un buen tiempo. A diferencia de lo que está haciendo Sony, la serie nunca trata de redimir a su personaje central ni mucho menos. No trata de convertirlo en un antihéroe. Lo que ha hecho es obligarnos a seguir a un personaje nefasto, a un psicópata al que entendemos, pero al que nunca llegamos a justificar. Es fascinante, y se cuelga de las excelentes actuaciones de Farrell, Milioti y Feliz. De hecho, si tengo una sola queja, es que “El Pingüino” no logra insertar suficientes referencias al mundo en el que sucede (¿cómo es que Batman ha ignorado todo lo que pasa en el show?) Y aunque me encantó la aparición de la Batiseñal al final, creo que pudieron haber puesto… más. Pero eso es lo único, ¡lo juro! Por lo demás, “El Pingüino” ha concluido muy bien, y ha demostrado ser, nuevamente, de lo mejor que hemos podido ver este año en streaming.

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 7

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Ya nos vamos acercando al final. En el sétimo episodio de “El Pingüino”, llamado “El Jefe”, las cosas se tornan más complicadas para el personaje del título. Su madre, Francis (Deirdre O’Connell) ha sido capturada por Sofia Gigante (Cristin Milioti), y cuando llega a su casa en busca de Vic (Rhenzy Feliz), más bien se encuentra con Sal Maroni (Clancy Brown), quien le pide lo lleve a su base de operaciones en las alcantarillas. Después de todo, se quiere vengar de Oz por haber matado a su esposa, y de paso se quiere quedar con su operación de producción y distribución de drogas para compartirla con Sofia.

Es una situación compleja, pues, de la cual, para variar, Oz logra salir. Con la ayuda de un secuaz, logra apagar las luces de su base, se escapa de las garras de sus enemigos, y termina asesinando a Maroni… bueno, más o menos. Pelean, y este parece morir de un infarto, lo cual frustra a Oz, quien siempre quiere demostrar que es el ganador y es mejor de lo que el resto cree. Pero por su parte, en una conversación con Francis, Sofia se da cuenta de algo: todo este tiempo, quizo hacer algo nuevo, ser distinta. Pero ha estado jugando el mismo juego que su padre. Por ende, cuando Oz le pide que vaya a su base para entregar a su madre, hace algo diferente: le manda una bomba. Y aunque el Pingüino sobrevive (obviamente), para variar, los que pagan las consecuencias de la explosión son los residentes más pobres de la superficie. Al igual que con la inundación del Acertijo en “Batman”, son los más necesitados los que sufren por las acciones de estos villanos.

Es así que “El Pingüino” se va acercando a su final, sorprendiéndonos con giros narrativos interesantes y demostrando que ya se está acercando a un clímax potencialmente intrigante. Disfruté del flashback a la infancia de Oz con su madre (pues resulta que el pequeño Pingüino fue el responsable de la muerte de sus hermanos… o al menos eso parece), y disfruté de la escena entre Francis y Sofia, y de la intervención del Doctor Rush (Theo Rossi) en toda la situación. Sofia sigue siendo una antagonista formidable, dejando a Oz más solo que nunca. Aparentemente sin Vic (por el momento, asumo) y con un ejército muerto. ¿Qué pasará en el último episodio de la próxima semana? Tengo mis teorías, pero como siempre, estoy seguro que “El Pingüino” logrará sorprenderme.

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CRÍTICA: Agatha en todas partes – Episodios 8 y 9 (FINAL)

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EPISODIO 8

****sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

El octavo (¡y penúltimo!) episodio de “Agatha en todas partes” comienza con el breve retorno de Alice (Ali Ahn), quien al encontrarse con la Muerte (Aubrey Plaza) se entera de que ya cumplió con su misión en la Tierra; al ser una Bruja de Protección, murió protegiendo a alguien. Luego de eso, retornamos a donde Billy (Joe Locke) y Jennifer (Sasheer Zamata) escapando de la prueba anterior, y del sacrificio de Lilia (Patti LuPone). Eventualmente, se reencuentran con Agatha (Kathryn Hahn), y aunque tratan de avanzar por el Camino de las Brujas, al final se dan cuenta de que este es un círculo, y regresan a donde comenzaron.

¿O no? Porque sí terminan llegando a la última Prueba, donde Agatha se da cuenta que cada una de las brujas ha llegado al momento en donde puede (¿debe?) recibir lo que está buscando. Jennifer recupera sus poderes (resulta que era la mismísima Agatha las que los estaba bloqueando), Billy encuentra la manera de meter la consciencia de su hermano en el cuerpo de un niño que está a punto de morir, y Agatha… bueno, logra crear vida a partir de la tristeza, lo que la lleva a enfrentarse a la Muerte y, para sorpresa de muchos, autosacrificarse. ¡Resulta que no era taaaan mala después de todo!

Todo va culminando, pues, tal y como asumíamos que culminaría, pero lo más interesante ha sido reservado para el final del episodio. Ya de vuelta en casa (y luego de haber adquirido su propio traje de superhéroe y todo), Billy se da cuenta de algo, y el público es testigo de un giro bastante chocante. El Camino de las Brujas nunca existió; siempre estuvo basado en las experiencias y cosas que Billy tenía en su cuarto. Como buen hijo de Wanda Maximoff, creó su propia realidad, y trajo consigo a las brujas para meterse en ella (lo cual explica cómo es que la Muerte se va del Camino simplemente cortando un agujero en una pared falsa en el fondo… huh). Es un “twist” que funciona, pero que sí me dejó con una desagradable sensación, parecida a la del estereotípico final de “todo fue un sueño”. Y así termina, lo cual, por supuesto, me lleva a…

EPISODIO 9 (FINAL)

**** sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

…el último episodio de “Agatha en todas partes”, por supuesto. Es aquí, pues, que nos enteramos —a través de un flashback bastante extenso— de la vida de Agatha entre 1750 y 1756, primero cuando dio a luz a su hijo Nicky, y luego cuando vivió con él hasta el día que la Muerte se lo llevó, engañando a brujas para luego matarlas. Pero más importante, es aquí que se complementa lo revelado en el episodio anterior, mostrándonos que la Balada del Camino de la Bruja nunca fue real —simplemente era la adaptación de una canción que al pequeño Nicky se le ocurrió mientras caminaba con su madre cerca al bosque.

Por ende, es Agatha quien se inventó todo el rollo del Camino, y como se muestra en un montaje bastante memorable, quien engañó por literalmente siglos a brujas, diciéndoles que les mostraría el Camino, para luego extraerles todo su poder. Es eso, de hecho, lo que planeaba hacer con Alice, Jennifer y Lilia al inicio de la temporada, en el sótano de su casa… hasta que Billy, con su propio poder, creó el Camino por primera vez en la historia. Es así, pues, que este episodio final nos muestra claramente el arco de personaje de Agatha: comenzó la temporada como alguien que simplemente quería seguir engañando a otras brujas, como siempre, y la terminó sacrificándose por Tommy, y convirtiéndose en una fantasmita.

Es ya en el presente que la vemos así, y que llegamos al final de la serie: con Agatha y Billy saliendo a la luz, en busca de Tommy. ¿Veremos el desarrollo y desenlace de dicha aventura? Sospecho que sí, pero no sé si en una segunda temporada de “Agatha en todas partes”, o en alguna otra serie. En todo caso, se puede decir que este show terminó siendo mejor que lo que muchos esperaban; correcto, en términos generales, y en el caso de algunos episodios un poco repetitivo, pero en el caso de otros, bastante memorable. No la he pasado mal con “Agatha en todas partes”, y ahora que el personaje del título es un fantasma, me gusta la idea de seguir a Billy Maximoff en la búsqueda de su hermano. ¡Apúrense y háganlo realidad, Marvel!

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