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CRÍTICA: El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder (Episodios 1 y 2)

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Mucho se ha dicho y escrito sobre la nueva serie de Amazon, “El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder”, basada en el mundo creado por J.R.R. Tolkien. Muchos fanáticos estaban preocupados por cómo adaptarían las historias de la Tierra Media que se llevaban a cabo mil años antes de las películas de Peter Jackson. Muchos no estaban seguros sobre el reparto o sobre qué tan familiares se sentirían los episodios. Y por supuesto, muchos espectadores racistas comenzaron a lanzar comentarios sobre cómo un elfo, por ejemplo, no podía ser afroamericano (¿o afrotierramediano?).

Un ELFO.

En fin, a ese tipo de gente no hay que hacerle caso, por más de que hagan mucho ruido en redes. Lo mejor que se puede hacer —especialmente si son fanáticos de estos personajes y del trabajo de Tolkien en general—, es ver la serie considerando que se trata de una adaptación libre, fiel al espíritu de las películas de Jackson y de los libros, pero llena de decisiones creativas interesantes y que sí, podrían desviarse de lo que algunos podrían esperar. “El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder” es, pues, una serie interesante y emocionante (al menos en sus primeros dos episodios), visualmente espectacular y muy bien actuada, que me hizo sentir como parte de la Tierra Media, incluso más que las películas de “El Hobbit” de Jackson.

El primer episodio comienza con prólogo espectacular, similar al de “La Comunidad del Anillo”, pero contando una historia de trasfondo propia. Lo más impresionante de esto, en todo caso, es lo increíbles que lucen estas escenas: se ve en pantalla todo el dinero que Amazon ha invertido en el show (supuestamente, es la serie más cara de la historia… y se NOTA), lleno de locaciones diversas y efectos visuales de primera. No es por nada, pero desde el primer minuto, uno puede notar que cada episodio de “El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder” será como una breve película, haciendo que las series de Disney Plus o incluso algo como “La casa del Dragón” se sientan… pequeños.

No quiero incluir spoilers, por lo que solo mencionaré que la serie sigue a personajes de diversos parajes de la Tierra Media, mientras parecen enfrentarse al retorno de un Gran Mal. Tenemos a una joven Galadriel (la gran Morfydd Clark), la única elfa, aparentemente, empecinada en enfrentar el mal que ella SABE no ha muerto, por más de que su mejor amigo, Elrond (Robert Aramayo) le diga que debe descansar. También tenemos a Nori Brandyfoot (Markella Kavenagh), perteneciente a una raza aparentemente antecesora a los Hobbits, que se encuentra con un misterioso personaje (que podría ser maligno…. o no). Está, además, la humana Bronwyn (Nazanin Boniadi), enamorada de un guerrero elfo, Arondir (Ismael Cruz Córdova). Y hasta vemos a los enanos, liderados por el Rey Durin III (un irreconocible Peter Mullan) y su hijo, el príncipe Durin IV (Owain Arthur).

El primer episodio comienza con aplomo, para luego dedicarse, casi enteramente, a la joven Galadriel. La vemos persiguiendo a sus enemigos junto a una compañía de elfos que parecen no creer mucho en ella, la vemos enfrentándose a criaturas terribles, y hasta la vemos interactuando con Elrond y con el Rey de los Elfos, Gil-Galad (Benjamin Walker). Estas secciones abusan un poco de las explicaciones algo torpes, como para ponernos al día sobre el contexto en el que se lleva a cabo la serie, pero no es nada demasiado grave. Además, es un defecto que se ve compensado por las locaciones francamente bellas en las que se llevan a cabo muchas escenas, desde parajes nevados desolados, hasta cavernas, y por supuesto, el hermoso reino de los elfos.

Si es que ya de por sí disfrutan de todo lo relacionado a la Tierra Media, sin embargo, es casi seguro que la pasarán de lo lindo con “El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder” desde el inicio. Es cierto que luego de ver estos dos episodios, no me queda claro a donde se dirige la historia, pero es precisamente ese misterio lo que me parece convierte al show en una experiencia intrigante. Y resulta reconfortante ver a viejos amigos como Elrond y Galadriel, esta vez más jóvenes e incluso más activos, tratando de enfrentar al Gran Mal que eventualmente regresará sediento de venganza en las películas de Jackson. Puede que un neófito se sienta un poco perdido, eso sí —especialmente al inicio—, pero para el segundo episodio, ya debería sentirse cómodo con la serie.

Y hablando del segundo episodio —es incluso más entretenido que el primero, manejando un mejor balance entre las historias de sus diversos personajes, y ahondando, por ejemplo, en la relación (y potencial romance) entre una humana y un elfo. Adicionalmente, me encantó regresar a cierta locación de las películas de “El Señor de los Anillos”, esta vez en su época de apogeo. Y resulta fascinante ver a los antecesores de los Hobbits, un poquito más sucios y adentrados en la naturaleza, pero igual de adorables y bonachones. El descubrimiento que Nori realiza en este segundo episodio, además, está lleno de potencial, y me incentivó a inventar toda suerte de teorías y posibles giros narrativos. ¡Habrá que esperar a ver qué pasa en los siguientes episodios!

Como ya se ha mencionado, “El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder” es una maravilla visual y técnica; no se puede describir de otro modo. Los efectos visuales son prácticamente perfectos, manejando un estándar que usualmente solo se ve en producciones de cine. La cinematografía, además, logra pintar a la Tierra Media de manera similar a como se vio en las películas de Jackson (la serie también fue grabada en Nueva Zelanda), pero desde otra perspectiva. Y la dirección del español J.A. Bayona en estos dos episodios es sólida; enérgica durante las secuencias de acción, cálida durante los momentos más humanos, y en general, capaz de generar mucha emoción en los espectadores. Se nota que Bayona está emocionado por estar en este mundo, lo cual es contagioso.

Tenía mis reservas hacia “El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder”, y aunque no todas han sido resueltas —todavía—, puedo decir con confianza que estos dos primeros episodios me han resultado extremamente satisfactorios. No, todavía no sabemos hacia dónde va la historia. Y sí, fuera de Morfydd Clark (siempre excelente ella), todavía no puedo decir mucho sobre los personajes; ¡prefiero esperar a ver qué pasa en el resto de la temporada! Pero en términos generales, Bayona y su equipo han logrado demostrar que valía la pena regresar a la Tierra Media; “El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder” parece ser un producto hecho con cariño y dedicación, que no escatimó en gastos para traernos de vuelta a este mundo increíble. Espero que el resto de la temporada siga manejando este estándar.

Cofundador y editor en NoEsEnSerie.com. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP, y miembro de la APRECI—Asociación de Prensa Cinematográfica. Integra el staff de la revista MasGamers, las webs de Nintendo Pe y Fans de Zelda Perú, el portal web Cinencuentro, y el portal de cine peruano FotografiaCalato.com. Adicionalmente, es YouTuber para el canal Aprieta Start, y formó parte del staff de prensa del 18 Festival de Cine de Lima. También trabaja como fotógrafo para Star Wars Fan Club Perú. Desde enero del 2012 publica críticas y comentarios de cine en el blog Proyectando Ideas (el cual forma parte de la Asociación de Blogs de Cine). Crítico oficial de RottenTomatoes.com. Cinéfilo y seriómano empedernido.

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CRÍTICA: El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder (Temporada 1)

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Hace escasos días se filtraron detalles acerca del ‘pitch’ que algunas plataformas de streaming presentaron en su momento como prospectos para nuevas producciones relacionadas a la saga de El señor de los anillos. En el caso de Netflix, por ejemplo, la propuesta fue “marvelizar” a la franquicia, creando series individuales para personajes como Gandalf y Aragorn, lo que provocó no menos que espanto en el Tolkien Estate. Si bien esto podría haber atentado contra el espíritu de la trilogía de Peter Jackson y contra la obra del propio J.R.R. Tolkien, la idea de fraccionar la historia en porciones más digeribles parecía la más lógica y sensata por la magnitud del relato que supone no solamente las adaptaciones cinematográficas que conocemos (más de doce horas de duración suma la primera trilogía en sus versiones extendidas y nueve horas la de El Hobbit), sino el resto de la obra que aún no había sido llevada a la pantalla. Amazon, decidido a obtener un buque insignia en la guerra del streaming, fue finalmente quien realizó una oferta más atractiva -no monetariamente sino por las condiciones del proceso creativo y enfoque narrativo- convirtiendo a Los anillos de poder en la serie más cara jamás creada, con un costo de US$ 125 millones por episodio si se prorratean los pagos por derechos de uso. Las pretensiones, por tanto, no eran reducidas por parte de la compañía ni tampoco por parte de los fanáticos del universo Tolkien, considerando que argumentalmente esta producción se ubica muchísimos años antes que la travesía que inició con La comunidad del anillo y que intenta abarcar una epopeya coral que magnifique la obra del célebre escritor y engrandezca todo lo que ya conocemos de Tierra Media, una tarea colosal para quien sea que se lo proponga.

Este obstáculo propio planteado como reto ya merecería cierto reconocimiento, que debía ratificarse semana a semana con el estreno de los episodios, aunque la realidad es que naturalmente la serie ha funcionado mejor cuando no todos los frentes fueron tratados al mismo tiempo, como en los episodios ‘Udûn’ y ‘Aleación’, sexto y octavo, respectivamente. En ellos, muchas de las subtramas que hemos seguido en anteriores episodios se entrelazan y el ritmo se adecua mejor a lo que podemos procesar como espectadores. No me refiero con ello a que se simplifica el libreto como recurso facilista, sino que Los anillos de poder se toma un tiempo más que suficiente para introducir a sus personajes, que no están relacionados entre sí en el principio, lo que requiere de un esfuerzo extra por procesar información que viene acompañada de vocabulario propio y relatos previos que incrementan este exceso de material narrativo en el que elfos, numenoreanos, enanos, sureños, pelosos, orcos y más especies tienen un espacio para participar. Este bombardeo le juega inicialmente en contra a la serie para ganarse adeptos, pues ninguno de los personajes tiene suficientes chances de generar una conexión emocional con la que sentirse identificado. Tenemos algunos personajes que ya conocemos de los largometrajes -aunque interpretados por otros actores por supuesto- como Elrond (Robert Aramayo) y Galadriel (Morfydd Clark), que vendría a ser la protagonista, y otros personajes de los que ya hemos escuchado como Isildur (Max Baldry) y el propio Sauron, pero poco nos invita a acercarnos y sentirnos parte de sus arcos narrativos hasta bien adentrados en la temporada, por lo que la recompensa llega prorrogada y no tanto de manera inmediata si nos referimos estrictamente al guion.

Ahora bien, con toda esta tendencia de los spin-off, la pregunta “¿necesito haber visto las películas originales para ver esta serie?” encuentra espacio también aquí. En teoría, no hace falta conocer historias posteriores como lo son las trilogías de El señor de los anillos y El Hobbit para entender Los anillos de poder que transcurre mucho tiempo antes. En la práctica, sin embargo, puede resultar ligeramente tedioso esperar a saber que es lo que se pretende plantear si es que no se conoce la importancia de los hechos hacia los que nos dirigimos, empezando por el título, ya que los anillos a los que el título hace referencia no aparecen hasta los últimos minutos del episodio final, así que un recién iniciado en la obra de Tolkien, o por lo menos alguien que no ha visto la primera trilogía cinematográfica puede estar un poco desorientado. A título personal, recomiendo ver como mínimo La comunidad del anillo, Las dos torres y El retorno del rey para que la experiencia de Los anillos de poder sea mejor aprovechada.

Pero si de experiencias hablamos, pues no hay elogios suficientes para los aciertos estéticos que la serie merece al trabajo de fotografía y efectos visuales, así como al diseño de arte y producción. Los anillos de poder no solo es la serie más cara de la historia, como decíamos, sino que posee la soberbia necesaria para demostrarlo desde cualquier aspecto en el apartado técnico. Desde el primer episodio está todo perfectamente cuidado para generar una experiencia visual digna de verse en pantalla grande, en especial en los planos generales que nos presentan las locaciones donde se desarrollan los hechos, resaltando la llegada de Galadriel a Númenor como uno de los momentos más exquisitos visualmente que he podido disfrutar en un programa de televisión.

La serie de Prime Video ha encontrado su mayor problema para ser valorada en un asunto externo del que no se podía especular mucho antes del estreno y es que haberse enfrentado tácitamente a House of the Dragon, producto derivado de Game of Thrones, puede influenciar en el juicio de valor. Quizá la serie de HBO tenga una propuesta que encandila más al público porque utiliza una fórmula novelesca que favorece a la recordación de los personajes, pero Los anillos de poder ha tomado la ruta larga, presentado una producción elegante y estilizada que tarda en dar sus frutos, pero que requiere de esa paciencia para consolidar una historia inmensa que ha destellado sus primeros buenos logros en sus últimos episodios, renovando las expectativas para la segunda temporada que llegará en 2024.

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CRÍTICA – The Boys (Temporada 3)

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La tercera temporada de The Boys se ha quitado cualquier pizca de decencia que aún le quedaba encima para entregar, semana a semana, un espectáculo tan rebelde que es incapaz de dejar indiferente a quien descubre la serie. Han sido solamente ocho episodios que, con toda sinceridad, se nos han quedado cortos y en los que la violencia exacerbada ha encontrado, en la metáfora de nuestra realidad, el germen para ser llevada a extremos que la corrección política de la televisión generalmente no tiene las agallas de mostrar.

Este es el principal mérito que se le debe reconocer a la producción de Prime Video pues no solo es cuestión de hacer bromas visuales obscenas y llenar las pantallas de sangre, sino que, detrás de ello, ha corrido una idea excepcionalmente bien ejecutada en la que vemos reflejadas las conductas que asumimos como sociedad ante cualquier asunto polarizador porque, quitando el maquillaje que supone toda la parafernalia superheroica marketera, The Boys es, esencialmente, un drama político.

Y no necesariamente entra en esta categoría por el rol que asume Homelander (Antony Starr) como símbolo del espectro de derecha conservadora, prácticamente siendo una sátira de Donald Trump, ni tampoco por la propia subtrama política en la que interviene la congresista Victoria Neuman (Claudia Doumit), bastante olvidada, por cierto, en esta entrega, sino porque el objetivo inicial que persigue la pandilla de Butcher (Karl Urban) y compañía, encuentra disidentes internos ante la impotencia por no tener avances, provocando la disyuntiva sobre si el fin justifica los medios, muy clásica, pero no por ello deficiente. El personaje de Soldier Boy (Jensen Ackles) se encarga de personificar este dilema pues es el arma capaz de destruir hasta al mismísimo Homelander, además de ser el gatillador de las escenas más grotescas y ofensivas. Si es que ya tienen un tiempo siguiendo la serie, sabrán que ese par de adjetivos no son insultos, sino elogios para esta producción.

Es interesante, al mismo tiempo, ver la degradación de personajes como Hughie (Jack Quaid) y Butcher, guiados por la desesperanza de no ver una salida distinta, quienes se enfrentan al equipo por ir contra los principios bajo los que actuaban. Esta dinámica ha abierto oportunidades para adentrarnos en el desarrollo de personajes que tienen un gran carisma, como Mother’s Milk (Laz Alonso) y la pareja de Frenchie (Tomer Capone) y Kimiko (Karen Fukuhara), estos últimos solidificando una relación con mucha personalidad y mejor matizada que la de los protagónicos Starlight (Erin Moriarty) y Hughie, quizá el punto más flojo en esta temporada por la previsibilidad de su desenlace. 

Sin embargo, el asunto central ha quedado reservado para el cruento enfrentamiento entre Butcher y Homelander, quienes además son los personajes mejor escritos por los motivos que los conducen hacia la radicalización de sus ideas. Por un lado, tenemos la oportunidad de escarbar en el pasado del primero, su dura infancia y la trágica historia de su hermano y como todo ello forjó un carácter testarudo, inaccesible y sobre todo, insensible que se refleja en la nula empatía que tiene por Hughie para permitir que este lo acompañe en la decisión de consumir el “V” temporal para obtener poderes. Por otro, presenciamos por primera vez que la apariencia perfecta del personaje de Antony Starr se desmorona emocionalmente por el miedo real que le infunde el toparse con alguien que verdaderamente puede causarle daño, justo después de haber solucionado su problema de popularidad con la exposición en medios de prensa de un mensaje que encuentra un caldo de cultivo en gran parte de la sociedad que es fácilmente influenciable.

Todo ello se materializa en el sexto episodio, titulado “Herogasm”, en el que vemos la primera pelea directa entre Butcher (con poderes), Soldier Boy y Homelander. Un ‘momentazo’ de pura acción y lucha despiadada que deja sin aliento a cualquiera y en el que lo de menos fue el morbo generado alrededor de la “orgía de superhéroes”, que fue como las redes sociales de la serie nos vendió el capítulo por semanas. Y por cierto, aunque esto no sea parte esencial de esta reseña, The Boys, como aparato comercial transmedia, comprende a la perfección como manejar las expectativas de los fanáticos, incrementando el hype cuando es necesario, sin prometer cosas que no va a cumplir. Solo hace falta leer algunas publicaciones que simula hacer la maquiavélica empresa Vought International (que representa a todos los superhéroes en la serie) en Twitter para mantenerse en la memoria del espectador durante la semana hasta el estreno del siguiente episodio. Aquello merece un reconocimiento especial para el programa y para Amazon.

Si bien el sétimo y octavo episodio estuvieron algo por debajo del nivel del ya comentado “Herogasm”, no podría decir que estuvieron ni cerca de decepcionar. Era complicado que la serie mantenga el in crescendo hasta el cierre, pero en general las decisiones del libreto han sido acertadas y algunas escenas han sido lo suficientemente potentes para impactar como, por ejemplo, el desenlace de Black Noir (Nathan Mitchell) y un par de intervenciones de la controladora de dalos Ashley Barrett (Colby Minifie), que pegan lo suficientemente fuerte para comprobar que The Boys ha elevado su apuesta por ser única en su género, atravesando todos los límites para llenar un espacio que actualmente nadie más se atreve a explorar. De hecho, el final del último episodio nos adelantó que está por explotar una guerra civil en la que ya todo está permitido con tal de desacreditar las ideas de quien opina diferente. Como decía algunos párrafos arriba, The Boys es, esencialmente, un drama político, más cercano a nuestra realidad de lo que creemos, salvo por la existencia de superhéroes. A esperar la confirmadísima cuarta temporada que promete, y mucho.

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