Nota: esta crítica incluye pequeños spoilers de la primera temporada de “The Witcher”. Advertidos están.

Si piensan ver “The Witcher”, por favor no la comparen con “Juego de Tronos”. Y si piensan escribir algún tipo de crítica de la serie —como su servidor—, por favor no se salteen episodios. Porque aunque se trata de un show que demora un poco en arrancar, introduciendo de lleno al espectador en un mundo que, al menos al principio, se siente algo distante y frío, eventualmente uno se acostumbra a sus idiosincracias, y termina enamorándose de sus complejos protagonistas. “The Witcher” es mucho más que una simple copia de la serie basada en los libros de George R.R. Martin —de hecho, a su vez, está basada en una saga de novelas escritas por el polaco Andrzej Sapkowski; es un show con identidad propia, el cual nunca subestima al espectador, confiando en que podrá adaptarse y encariñarse con este oscuro y a veces cínico mundo.

Esta primera temporada de “The Witcher” se centra en tres líneas narrativas que ocurren en paralelo (pero no necesariamente al mismo tiempo. El protagonista de la primera es Geralt de Rivia, el “Witcher” del título: un cazador de monstruos que recibió diferentes mutaciones de joven para ser más fuerte, ágil y resistente en el campo de batalla. Al comenzar la serie, lo vemos venciendo a un temible monstruos en medio de un pantano, y poco a poco y a través de los siguientes episodios, vamos descubriendo como, a pesar de su considerable fama, se trata de un hombre bastante más complicado —y hasta sentimental— de lo inicialmente esperado.

La segunda línea narrativa tiene como protagonista a Yennefer de Vengerberg. Curiosamente, es en esta historia donde la serie se desvía un poco de los libros de Sapkowski, mostrándonos los orígenes de Yennefer antes de convertirse en una de las magas más poderosas del Continente (el mundo donde se lleva a cabo la serie). De hecho, es el primer episodio que descubrimos que Yennefer nació jorobada y con una deformidad en la columna vertebral, lo cual hacía que su familia la rechazase constantemente. Felizmente, la chica es “rescatada” por Tissaia (MyAnna Buring), quien la lleva a su escuela de magos (no, no es Hogwarts… ni está cerca de serlo) para convertirla en un ser poderoso e independiente, y eventualmente, ayudarla a cambiar su apariencia.

Finalmente, la tercera historia tiene como protagonista a Cirilla, la Cachorra de León de Cintra. Su madre, la Reina Calanthe (Jodhi May) está a punto de contrarrestar un ataque a su ciudad por parte de los temibles ejércitos de Nilfgaard, razón por la que le encarga a su mano derecha, el mago Mousesack (Adam Levy) el llevarse a la joven Ciri y, si es que puede, reunirla con Geralt (¡ajá!) para que la pueda proteger. Después de todo, Ciri está destinada tanto a ser una de las figuras más importantes del Continente, y a viajar con Geralt por dicho mundo.

Si la trama de esta primera temporada de “The Witcher” suena algo enredada… es porque lo es. Desde el primer episodio, uno se tiene que acostumbrar a toda suerte de nombres poco comunes, desde los personajes, hasta los pueblos con los que tienen que interactuar y pelear, y los monstruos a los que Geralt se tiene que enfrentar. Se trata de un reto particularmente difícil para quienes no hayan leído las novelas o probado los videojuegos, pero que felizmente, paga sus dividendos (más o menos desde el cuarto capítulo). Porque, afortunadamente, “The Witcher” es mucho más que una serie de clichés de historias de fantasía; se trata de una serie enfocada más en trama y en caracterización, presentándonos una serie de personajes que se van haciendo más interesantes con cada episodio.

Consideren, si no, al mismísimo Geralt. Quien parece ser al principio el arquetipo de héroe de pocas palabras, fornido y rudo, poco a poco va demostrando que tiene mucho más corazón de lo que inicialmente uno esperaría. Sus interacciones con Yennefer, previsiblemente, son particularmente memorables, y la interpretación de Henry Cavill —quien muchas veces ha confesado ser fanático tanto de los juegos como de las novelas— es prácticamente perfecta. Desde su musculatura, hasta su voz y la manera en que pelea —¡no usa dobles!—, Cavill es el Geralt ideal. Más alejado de Superman no podría estar; con esto ya debería convencer a medio mundo de que es un actor con rango, ¿no?

La Yennefer de Anya Chalotra, sin embargo, demuestra ser el personaje más complejo y completo de la serie. Se trata de un personaje femenino fuerte que, a pesar de tener un fuerte deseo relacionado a su propia feminidad —lo cual podría resultar controvertido para algunos espectadores— poco a poco se va convirtiendo en alguien más despiadado y, sin embargo, emotivo. Es una maga extremadamente poderosa que a través de los años aprendió a odiar a la Hermandad que la crió, y que sin embargo, hacia el final, demuestra ser menos egoísta de lo que quisiera. Anya Chalotra está muy bien en el rol, tanto durante las escenas de batalla, como en sus momentos más vulnerables.

Y aunque la historia de Ciri es la más previsible de las tres, la interpretación de Freya Allan es lo suficientemente sólida como para que resulte casi tan entretenida como las otras dos. Hasta cierto punto, su línea narrativa se podría considerar como la más esotérica de las tres —mucho hablan los personajes sobre el rol que el destino cumple en su vida, por ejemplo, y la chica parece tener poderes que todavía no terminan de desarrollarse—, pero al ser un personaje redondo, con una personalidad creíble y cualidades loables, uno termina empatizando con el personaje, especialmente mientras se escapa de la gente de Nilfgaard. Habiendo leído las novelas, tengo muchas expectativas hacia lo que Ciri terminará haciendo en la segunda temporada.

Felizmente, “The Witcher” es mucho más que “sangre y senos”, una frase que también fue utilizada —a veces, con justa razón— para describir a “Juego de Tronos”. Sí, la mayoría de escenas de batalla son bastante explícitas —¡no le enseñen esta serie a sus hijos pequeños!—, y sí, Anya Chalotra sale desnuda un par de veces. Pero lo primero es utilizado con cautela —de hecho, muchas de las muertes más sangrientas ocurren fuera de cámara— para causar un mayor impacto, y lo segundo, fuera de una escena llena de extras desnudas en el segundo capítulo, usualmente sucede en contextos poco sexuales. Yennefer es un personaje suficientemente empoderado y fuerte como para que uno no siente que el show la está objetivizando —y además, Henry Cavill sale sin polo con suficiente frecuencia como para balancear un poco los desnudos femeninos.

En lo que se refiere al aspecto visual, “The Witcher” no llega estar al nivel de “Juego de Tronos” (recién van en la primera temporada, después de todo), pero tampoco es que luzca mal. La ambientación del Continente es suficientemente verosímil, haciendo uso de excelentes sets y locaciones variadas para otorgarle mucha atmósfera al show. El diseño de vestuario es memorable y logra darle una identidad propia a cada personaje y cada zona de este mundo —alguien de Nilfgaard no se viste igual que alguien del Sur, por ejemplo, y mucho menos igual que un Witcher—, y los efectos visuales son… competentes. El dragón que aparece en uno de los episodios no está del todo mal, por ejemplo, y si las chorreadas de sangre son digitales, al menos yo no lo noté. Sí, “The Witcher” podría sentirse más “épica”, pero estoy seguro que eso es algo que lograrán hacer en las siguientes temporadas, cuando cuenten con un mayor presupuesto.

“The Witcher” no es una serie perfecta —la estructura que mezcla diferentes líneas de tiempo sin darle mayores pistas al espectador no siempre funciona, por ejemplo, y algunos de los conceptos más enredados del mundo de Sapkoswki pueden ser un poco complicados de entender. Pero en general, se trata de una primera temporada bastante efectiva, la cual logra introducir un nuevo mundo fantástico que se siente creíble y realista, poblado por personajes complejos que difícilmente podrían ser divididos entre “buenos” y “malos”. Las actuaciones son sólidas, los personajes secundarios son memorables (todavía sigo cantando la canción de Jaskier (Joey Batey), el hilarante poeta que acompaña a Geralt en algunas de sus aventuras: “¡arrójenle una moneda al Witcher!”), las escenas de batalla están eficientemente escenificadas, e incluso más importante, el último episodio termina con un cliffhanger que lo deja a uno con ganas de ver mucho más. Y como sabemos que la segunda temporada ya está siendo filmada, sabemos que eventualmente podremos averiguar las respuestas a algunas de las preguntas con las que nos dejó “The Witcher”.

O…. podemos leer las novelas de Sapkowski. Si no tienen mucha paciencia, no es una mala idea en lo absoluto.