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CRÍTICA – 30 monedas (Primera temporada)

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Me encanta el hecho de que las grandes empresas norteamericanas, como HBO (y por supuesto, el gigante del streaming, Netflix) estén comenzando a invertir en producciones para España y Latinoamérica, dirigidas, escritas y protagonizadas por talento local. Después de todo, somos un mercado inmenso, el cual podía aprovecharse bastante para crear nuevas y más interesantes historias, con perspectivas muy interesantes, pero también con elementos que las hagan atractivas para un público más amplio. Habría, pues, que tratar de alcanzar aquel delicado balance entre lo comercial y lo artístico, entre lo propiamente latino —o español— y lo que puede ser entendido sin problemas por espectadores de todo el mundo.

Eso es, precisamente, lo que intenta hacer “30 monedas”, la nueva serie española para HBO desarrollada —y en el caso de varios episodios, dirigida— por el reconocido Alex de la Iglesia. Tomando elementos de varios thrillers de suspenso y de carácter religioso que se han visto en el pasado en la pantalla grande, pero otorgándole un sabor bastante español —estoy generalizando, evidentemente; lo digo antes de que mis lectores españoles me crucifiquen—, “30 monedas” termina siendo una experiencia algo inconsistente, pero en general, entretenida. De La Iglesia sabe perfectamente lo que está haciendo, y felizmente no se lo toma demasiado en serio. “30 monedas” puede ser, por momentos, bastante intrigante y hasta escalofriante, pero en otros, increíblemente absurda, dejando en claro que uno tiene que empatizar con sus protagonistas, pero no de la manera en que lo haría en un drama de prestigio.

De hecho, la serie no trata de emular a algo como “El código Da Vinci” o “Ángeles y Deminios” (las adaptaciones de Ron Howard de las novelas de Dan Brown), felizmente. Más bien, “30 monedas” toma como referencia a filmes como “El Exorcista” o “La Profecía”, desarrollando una historia que tiene como punto de partida las historias de la Biblia —específicamente, las del Nuevo Testamento—, trayéndolas a una Europa del siglo 21. En (relativamente) pocas palabras, la premisa de “30 monedas” está intrínsecamente relacionada a las piezas de plata del título —el dinero con el que los Romanos le pagaron a Judas luego de que éste traicionó a Jesús. Según la serie, aquel que junte todas las monedas tendrá un poder inimaginable, y los villanos de “30 monedas” ya tienen 29; solo les falta una para poder nombrar a un Nuevo Papa, y así controlar el mundo.

Dicha moneda llega a un pequeño pueblo en España, en donde el alcalde, Paco (Miguel Ángel Silvestre) intenta mantener el orden mientras un nuevo cura, el Padre Vergara (Eduard Fernández) trata de esconder la moneda. Pero de manera similar al Anillo Único de “El Señor de los Anillos”, la moneda parece tener voluntad propia, por lo que rápidamente un montón de desgracias comienzan a llevarse a cabo en el pueblo, desde muertes, hasta posesiones, y por qué, la aparición de un monstruo gigante (¡!). Es así que, aparte de Paco y Vergara, también se involucran en la historia la veterinaria del pueblo, Elena (Megan Montaner), y hasta la irritante esposa de Paco, Merche (Macarena Gómez). Poco a poco, además, nos vamos enterando de la historia de trasfondo de la moneda y, más importante, la del Padre Vergara, quien está dispuesto a hacer de todo para que sus contrincantes no la encuentren.

La propuesta de “30 monedas” es innegablemente atractiva: desarrollar una historia llena de conspiraciones que involucran a los antiguos relatos de la Biblia y la Iglesia Católica. Es ahí donde las similitudes entre el trabajo de De La Iglesia y de Dan Brown terminan, sin embargo. El show no está particularmente interesado en la historia mundial o en personajes que saben cientos de datos sobre iglesias o templos o ruinas. Más bien, lo que tenemos acá es un relato bastante sencillo sobre una lucha entre el bien y el mal; entre una entidad llena de poder, y aquellos que la combaten. Por supuesto, lo que también ayuda a que sea más fácil empatizar con los personajes, es que muchos de ellos son personas comunes y corrientes que se ven involucradas en esta situación de pura casualidad, y que todo lo que quieren es salvar a sus seres queridos, y con suerte, salir vivos del embrollo.

De hecho, lo que me resultó más atractivo de “30 monedas”, fuera de los elementos de fantasía o de acción, fueron los personajes. Destaca, evidentemente, el Padre Vergara, o El Cura Más Musculoso de Europa. Verlo boxear en su casa mientras se prepara para enfrentar al mal es inesperadamente inspirador, y más adelante, cuando por fin sale de cierta locación con metralletas en mano, listo para acabar con sus enemigos, no podría ser más emocionante. Nuevamente, no debe tomarse demasiado en serio —lo que tenemos acá es, literalmente, un cura guerrero, y Eduard Fernández lo interpreta con la más absoluta convicción, haciendo que el espectador realmente crea que Vergara sabe de lo que está hablando, y que efectivamente estas monedas son tan poderosas como él dice. Si su interpretación no funcionara, el show terminaría siendo un fracaso absoluto, pero felizmente ese no es el caso.

Por otro lado, el Paco de Miguel Ángel Silvestre es bastante simpático. No, no es el personaje más inteligente que jamás haya visto en una serie —de hecho, y especialmente hacia el final de esta primera temporada, actúa de manera bastante estúpida, lo cual puede terminar por desesperar a varios espectadores. Pero Silvestre lo interpreta de manera sincera, casi siempre con ojos de ciervo frente a las luces de un coche —algo inocentón, pero valiente cuando tiene que serlo. La Elena de Megan Montaner va cobrando cada vez más importancia mientras la serie avanza, y aunque quizás la hacen sufrir demasiado —a veces puede ser gratuito—, resulta satisfactorio verla interactuar con Paco y hasta Vergara. 

Y aunque “30 monedas” no carece de villanos memorables —desde el “Maestro Titiritero” que trabaja en el Vaticano, hasta el cura italiano con cara diablo interpretado por Cosimo Fusco—, quien me terminó cayendo peor fue la Merche de Macarena Gómez. Se trata, pues, de un personaje algo estereotípico y ciertamente irritante, de quien Paco no se deshace precisamente por lo bien que ella lo manipula. No quiero incluir spoilers grandes en esta reseña; sin embargo, basta con decir que el desenlace de esta primera temporada podría terminar por molestar a algunos espectadores, precisamente por como trata a Merche. De hecho, me animaría a decir que el último episodio es el más flojo de todos, narrativamente confuso, visualmente incoherente en algunos momentos, y en general, poco satisfactorio. Ojalá la segunda temporada —que ya se está desarrollando— logre llenar el vacío con el que me dejó el final de la primera.

Fuera de la historia en sí y los personajes, sin embargo, “30 monedas” contiene bastantes elementos que la convierten en una experiencia entretenida. Se nota a leguas, por ejemplo, que HBO le dio un buen presupuesto a De La Iglesia, lo que le permitió grabar en toda suerte de locaciones, desde el pueblo principal, hasta ciudades grandes, y parajes desérticos. La dirección de fotografía es suficientemente lúgubre, además, aprovechando bien los tonos tierra y cálidos del pueblo para dar una falsa sensación de comodidad, y presentando imágenes suficientemente impactantes cuando la cosa se torna más perturbadora. Y aunque los efectos visuales no son necesariamente perfectos —un par de criaturas podrían haber lucido más convincentes—, no se ven del todo mal, como para que uno no llegue a perder la suspensión de la incredulidad… al menos no del todo.

Porque al final del día, para disfrutar de “30 monedas”, hay que manejar un gran nivel de suspensión de la incredulidad. Se trata, pues, de un show que le pide bastante al espectador; le pide que se crea varias teorías de conspiración, comportamientos bastante estúpidos de sus personajes, presencias monstruosas algo aleatorias, y acciones sobrenaturales algo absurdas. Súmenle a eso la inclusión de ingredientes del cine explotador, como violencia, sangre, imágenes blasfemas, y hasta escenas de sexo gratuitas —me imagino que Megan Montaner sabía que no eran particularmente importantes para la trama—, y “30 monedas” se convierte rápidamente en una experiencia divertida en el más puro sentido de la palabra. Puede que no sea “arte” puro y duro, pero De La Iglesia y su equipo saben perfectamente lo que están haciendo, y por ende, jamás se siente deshonesto o engañador.

En todo caso, y como di a entender líneas arriba, igual da gusto ver producciones como “30 monedas” en servicios de streaming como el de HBO. Se trata de un show con un gran presupuesto, buenos actores, aceptables efectos visuales, sangre, sexo, blasfemia, y una narrativa inconsistente, cuyas inspiraciones son variadas y evidentes. No trata de revolucionar el género, pero tampoco tiene que hacerlo. Lo único, en todo caso, que le pediría a Alex de la Iglesia, es que en la segunda temporada trate de responder la mayoría de preguntas con la que nos dejó la primera. Entiendo que quiera dejarnos con ganas de más, pero el exceso de cliffhangers y subtramas sin resolver hizo que el desenlace de “30 monedas” se sintiese incompleto y hasta un poco frustrante. Habrá que esperar, no más. 

Cofundador y editor en NoEsEnSerie.com. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP, y miembro de la APRECI—Asociación de Prensa Cinematográfica. Integra el staff de la revista MasGamers, las webs de Nintendo Pe y Fans de Zelda Perú, el portal web Cinencuentro, y el portal de cine peruano FotografiaCalato.com. Adicionalmente, es YouTuber para el canal Aprieta Start, y formó parte del staff de prensa del 18 Festival de Cine de Lima. También trabaja como fotógrafo para Star Wars Fan Club Perú. Desde enero del 2012 publica críticas y comentarios de cine en el blog Proyectando Ideas (el cual forma parte de la Asociación de Blogs de Cine). Crítico oficial de RottenTomatoes.com. Cinéfilo y seriómano empedernido.

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CRÍTICA: Daredevil: Born Again – Episodio 9 (FINAL)

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Sé que no es la opinión más popular en redes, necesariamente, pero la he pasado muy bien con “Daredevil: Born Again”. Sí, han habido episodios mejores que otros, y sí, se nota a leguas que hay ciertos momentos y hasta líneas narrativas que fueron desarrolladas por el equipo de realización original, y otras por los nuevos. Pero en términos generales, considero que este regreso por parte del Diablo de Hell’s Kitchen está prácticamente al mismo nivel que las tres temporadas originales, opinión que se ve reforzada por el noveno y último episodio de “Daredevil: Born Again”, el cual trae consigo ciertas sorpresas, y culmina con un cliffhanger que será recompensado en la ya confirmada siguiente temporada.

Lo que seguramente será más atractivo de este episodio para varios fanáticos es el retorno de Frank Castle (Jon Bernthal) como el Castigador. Y no solo eso, si no también que la única razón por la que decide ayudar y hasta rescatar a Matt (Charlie Cox) es porque Karen Page (Deborah Ann Woll) lo llamó. Y es ella con quien eventualmente nuestro protagonista se encuentra, y a quien siempre ha tenido en mente —tanto así que, apenas se despierta en el hospital luego de haber recibido un balazo para salvar la vida de Wilson Fisk (Vincent D’Onofrio), pregunta por Karen, y no Heather (Margarita Levieva). Eso es lo que termina por acabar con su relación con ella —eso, y el hecho de que Heather termina convirtiéndose en la coordinadora de salud mental oficial de la alcaldía de Fisk.

Y hablando de él; resulta fascinante ver como va obteniendo más y más poder, otorgándole más responsabilidades a su Fuerza de Trabajo, eventualmente introduciendo un plan llamado Calles Seguras, en el que la existencia de los justicieros es ilegal, y los policías —al menos aquellos que se mantienen fieles a Fisk— cuentan con todo tipo de ventajas, poder y permisos para ejecutar actos violentos. Es así que Fisk se convierte en una suerte de dictador de Nueva York, incluso llegando a encarcelar —en su sótano— tanto a Frank Castle como a Jack Duquesne (Tony Dalton). ¿Y cómo termina el episodio? Con un discurso inspirador por parte de Matt a sus seguidores, apoyado por Karen y por otros personajes secundarios que esperemos vayan a ser mejor desarrollados en la siguiente temporada. Lo bueno es que solo hay que esperar un año para poder verla; lo malo es que dichos doce meses de espera serán casi inaguantables.

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CRÍTICA: The Last of Us – Temporada 2, Episodio 1

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Adaptar “The Last of Us: Parte 2” al audiovisual siempre iba a ser complicado, pero parece que el director-guionista-showrunner Craig Mazin está a la altura del reto. O al menos esa es la impresión que da con el primer episodio de la segunda temporada de “The Last of Us”, para Max, el cual se siente como el inicio (casi) perfecto para el retorno al mundo de infectados y comunidades cerradas de humanos en un mundo post-pandémico. Centrándose en la relación entre Ellie (Bella Ramsey) y Joel (Pedro Pascal) cinco años después de los eventos de la primera temporada, el episodio es suficientemente emotivo, emocionante y intrigante, dejando en claro que se trata de la calma antes de la tormenta.

Luego de un prólogo que nos presenta a Abby (Kaitlyn Dever) en una escena que nunca vimos en el videojuego, “The Last of Us” regresa a enfocarse en sus dos protagonistas. El problema, sin embargo, es que la relación entre Ellie y Joel se ha deteriorado, tanto así que el segundo ha decidido ir a terapia con la doctora Gail (Catherine O’Hara). La primera, por su parte, se dedica a entrenar, salir en rondas para asegurarse de estar a salvo en el pueblo, y más importante, entablar una relación cercana con Dina (una carismática Isabel Merced, orgullo peruano). Sin embargo, la amenaza de los infectados se mantiene constante, y Abby tampoco está demasiado lejos de nuestros protagonistas.

En pocas palabras, este episodio de “The Last of Us” se siente como una excelente adaptación del inicio del juego, que además cuenta con suficientes expansiones y diferencias como para justificar su existencia. Me gustó que haya una suerte de amistad o relación paternal entre Joel y Dina, y que el prólogo se centre en la perspectiva de Abby, como para otorgarle más humanidad. Y como siempre, el casting es perfecto; Bella Ramsey interpreta a Ellie de forma creíble y muy humana, Pedro Pascal es sorprendentemente vulnerable como Joel (increíble verlo empujar al tipo homofóbico que insulta a Ellie y Dina luego de que se besan), e Isabela Merced es ridículamente encantadora como Dina, tanto así que no resulta para nada difícil entender por qué Ellie se termina enamorando de ella. Lo bueno (o lo más grave), sin embargo, comenzará la próxima semana. Ahí de verdad veremos qué tan buen trabajo ha hecho Mazin con esta temporada.

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CRÍTICA: Daredevil: Born Again – Episodio 8

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Mucho se ha escrito y compartido en redes sobre las aparentes diferencias en calidad entre los episodios producidos por el equipo original de “Daredevil: Born Again”, y el que llegó después, a cambiar la narrativa de la temporada y traer de vuelta ciertos elementos que los fans habían disfrutado del show original para Netflix. En general, creo que esta nueva temporada ha sido bastante sólida, y no creo que las diferencias sean tan grandes. No obstante, no puedo dejar de destacar los que los directores Justin Benson y Aaron Moorhead han hecho con el octavo episodio de “Daredevil: Born Again”.

Básicamente, lo que tenemos acá es la culminación de lo que hemos visto en algunos de los episodios previos. Bullseye (Wilson Bethel) logra escapar de la cárcel, parcialmente, gracias a que Matt (Charlie Cox) le golpea la cabeza repetidas veces durante una visita supuestamente profesional. Nuestro protagonista y su novia, la doctora Heather Glenn (Margarita Levieva) tiene peleas respecto a sus diferentes perspectivas sobre los justicieros. Y hacia el final del episodio, Matt termina acompañándola a una cena de gala organizada por Wilson Fisk, en donde se entera de los diferentes encuentros que el alcalde tiene con gente como Jack Duquesne (Tony Dalton).

Pero más importante: Matt termina dándose cuenta de que la persona que mandó a matar a Foggy no fue su archienemigo, si no más bien su esposa: la despiadada Vanessa (Ayelet Zurer). Y de forma súbita y sorprendente, el episodio termina con nuestro héroe salvándole la vida a Fisk, interponiéndose entre él y una bala disparada por el ahora libre Bullseye. Típico de Murdock: salvarle la vida a su peor enemigo. Pero fuera de eso, este episodio de “Daredevil: Born Again” funciona gracias a la tensión que va generando gradualmente; al uso del color azul para denotar las decisiones violentas que toma Bullseye, y al uso del color rojo para representar a Matt Y Daredevil. Y por supuesto, a la dirección ágil, estilizada y suficientemente dramática de la historia. Este episodio es de lo mejor que “Daredevil: Born Again” nos ha entregado hasta ahora. ¡Una pena, entonces, que ya casi no falte nada para que la temporada termine!

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