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CRÍTICA – Euphoria (Temporada 2, Episodio 1)

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Debo aceptar que se me ha hecho común escuchar entre los millennials más jóvenes que Euphoria es el «Skins de la Gen Z» y seguro que algunos de ustedes han escuchado lo mismo. La serie británica, casi de culto, que tuvo siete temporadas, es un hito en las series de temática juvenil porque nadie antes se había animado a hablar con tanta crudeza de los problemas que enfrentan los adolescentes. Su lugar en la historia está reservado cuando hablamos de series de adolescentes enfrentando las trampas que su propia edad les plantea. Sinceramente, a pesar de todo ello, encuentro pocos lugares de encuentro entre aquella y la serie de HBO. Uno de ellos es que Euphoria, de la misma manera que Skins, dedica un episodio a cada uno de los personajes. Eso y poco más. Mientras el programa británico plasmaba los problemas juveniles que enfrentan sus protagonistas para contextualizar el mundo en el que se desenvuelven y conviven, Euphoria directamente toma los problemas como su temática, por ello lo primero que vemos en el episodio inicial es a Rue saliendo del centro de rehabilitación.

En ningún momento quiero ser malinterpretado, no estoy poniendo a ninguna por encima de la otra. Pero es que veo muy claramente las diferencias. Los personajes en Skins expresan mucho más sus sentimientos y su fragilidad emocional, en Euphoria está casi prohibido que alguno de los protagonistas pueda dar señales de quebrarse, a pesar de que la introspección por la que nos conduce, nos permite saber que están tan rotos como cualquier persona de su edad. Todo ello quizá esté explicado por las épocas en las que encuentran su lugar. Euphoria podría haber generado rechazo en el 2007, Skins podría pasar desapercibida en 2022. La comparativa podría extenderse a otros aspectos dentro y fuera de la trama, pero creo que he podido argumentar lo suficiente mi posición en esta discusión que me parecía relevante.

Cuando se estrenaron los dos episodios especiales entre diciembre del 2020 y enero del 2021, más de un año después del final de la primera temporada, Sam Levinson, showrunner del programa, demostró que Euphoria hacía falta en la televisión. Aquellos dos capítulos fueron un entremés que acompañaba en un momento de reflexión a los personajes de Rue (Zendaya) y Jules (Hunter Schafer), una por episodio, de una manera tan singular que no sucedía mucho más que conversaciones de las chicas con su compañero del grupo de ayuda o con su psicóloga. Sin embargo, no debo haber sido el único en percibir que, tras esos dos estrenos especiales, la serie tenía unas ganas de comerse al mundo cual adolescente irreverente.

La propuesta era ambiciosa, pero totalmente plausible. Desde el guion hasta sus recursos cinematográficos, pasando el soundtrack que incluía temas de Lorde y Billie Eilish, absolutamente todo había perdido el miedo escénico, que igual ya era poco el que tenía, de reclamarse como la serie por antonomasia de una nueva generación. Pero no solo eso, sino que redondear los ocho capítulos, de un ritmo más frenético, a completar la decena con estos dos especiales, que fueron más pausados pero cuya intensidad se mantuvo debido a la travesía psicológica interna, evidenció que la serie tenía una identidad tan propia que, por un rato, sentí que Levinson y HBO también querían acabar con las comparaciones con series juveniles del pasado.

Así fue que llegamos al primer episodio de la segunda temporada que dedica, por fin, sus primeros minutos a la niñez de Fezco (Angus Cloud), el dealer de bajo rango de apariencia «macmilleresca» y protector de Rue. Mención especial merece todo ese repaso a la historia de cómo fue criado por su abuela, como Ashtray (Javon Walton) termina siendo su hermano y sus inicios en el mundo de las drogas, pues no solo nos da una apertura explosiva y la serie rompe sus propios parámetros al ingresar al submundo de gánsteres de los años noventa (o inicios de los 2000), sino que además, en un registro completamente distinto, la serie siempre mantiene sus recursos narrativos y cinematográficos intactos, tan atrapantes como su primera temporada. El salto al presente nos mantiene en el mundo de la mafia de comercialización de narcóticos, aunque, en esta ocasión, con Rue metida otra vez de manera fortuita entre gente peligrosa. Aquello solo es una parada antes de llegar a la fiesta de fin de año, que es donde sucede lo más relevante del episodio. 

Creo entender que el guion utilizará esta fiesta como pretexto para juntar a todos los personajes y poder diseñar el rumbo que tomará cada uno en esta temporada. A priori, Rue y Jules retomarán su relación, aunque esto no sea lo más saludable mentalmente para ambas según lo que nos dejó entrever los episodios especiales, especialmente tras la recaída en la drogadicción de la primera, mientras que Nate (Jacob Elordi) cambiará su objetivo amoroso y proyectará sus traumas en Cassie (Sidney Sweeney), con quien tiene un encuentro sexual y cuya trama fue la que se llevó toda la atención en este episodio. Es una magnífica secuencia de escenas, con excepcional actuación de Sweeney por cierto, que me mantuvo al borde del asiento, como si de un thriller se tratase, queriendo saber si Maddy (Alexa Demie) descubría la traición de su mejor amiga. Esto es uno de los mejores puntos a favor que tiene Euphoria, nos permite conocer tanto de sus personajes que, a pesar de que algunos de sus problemas puedan ser meramente enredos amorosos juveniles (¡vaya que otros sí son asuntos más serios!), empatizamos con sus debilidades psicológicas y humanas que siempre parecen tener un castigo demasiado duro. Por otro lado, me entusiasma avistar un mayor desarrollo de Lexi (Maude Apatow, es hija de Leslie Mann y Jude Apatow, dicho sea de paso), uno de mis personajes favoritos debo confesar, ya que, entre tanto desenfreno, puedo identificarme más con ella. Parece, sin embargo, que no tendremos mucho esta temporada de McKay (Algee Smith) ni de Kat (Barbie Ferreira), casi olvidados en este primer capítulo a pesar de estar presentes en la fiesta.

Todo el episodio me generó unas vibras como de final de temporada, quizás porque este pareció más un verdadero cierre de la primera temporada que un inicio completo de la segunda. Se podría entender de esa manera tras ver el atípico cliffhanger que nos dejó con la pelea de Fezco y Nate. Los conflictos están planteados y esta vez, además de demonios internos como la depresión, la drogadicción, los traumas del pasado y los problemas mentales, tendremos más roces entre varios personajes. Sea como sea, Euphoria volvió por todo lo alto, con todos los atributos que la convirtieron en una serie hipnótica: actuaciones vibrantes, empleo magistral de planos y paleta de colores que transmiten más que cualquier diálogo y excesos que no caen lo grotesco, sino en lo auténtico y honesto. Era casi todo lo que necesitaba una serie que estuvo más de dos años fuera de las pantallas y que se hizo extrañar.

Estudié Economía en la Udep, pero mi película favorita no es Wall Street ni mi serie favorita es Billions. En realidad no tengo ninguna favorita, por eso dedico todo el tiempo posible a ver la mayor cantidad de series y películas que pueda, y porque me gusta. Escribo también en estrimin.pe.

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 8 (FINAL)

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Llegamos al final de lo que podría considerarse como una de las mejores series del 2024. Y felizmente, “El Pingüino” ha concluido de manera satisfactoria —más que satisfactoria, de hecho. El personaje del título (Colin Farrell) por fin se ha convertido en el verdadero villano que siempre debió ser; Sofia Gigante (Cristin Milioti) ha regresado al asilo de Arkham, para volver a vivir su peor pesadilla. Pero más importante: lo que tanto nos teníamos, terminó pasando. Vic (Rhenzy Feliz), el eterno aliado de Oswald, es asesinado por este último luego de que tienen una breve conversación, en la que el primero le confiesa que lo considera como familia. El último cuchillazo en el corazón (no literal). El último paso que Oz tenía que dar para convertirse en lo que debía ser.

De hecho, lo que postula este último episodio de “El Pingüino”, es que Oz siempre fue así. Desde pequeño. No solo porque terminó matando a sus dos hermanos, como vimos en otro flashback, si no también porque siguió viviendo con su mamá después de eso, como si nada hubiese pasado. Para él, sus hermanos eran como obstáculo que le impedían estar con su madre, y que debían ser eliminados. Quería a su madre solo para él. Quería su aceptación. Quería darle la vida que siempre quizo tener. Pero como Oz no puede obtener todo lo que quiere, y mucho menos lo más importante para él, su madre termina teniendo un derrame, el cual la deja en estado vegetativo. Todo por lo que luchó, todo por lo que mató… se esfumó en pocos minutos. Y todo lo que queda es un Oz destruido, que lo tiene todo pero a la vez nada.

Es así, pues, que “El Pingüino” nos deja con una de las mejores construcciones de un villano que haya visto en un buen tiempo. A diferencia de lo que está haciendo Sony, la serie nunca trata de redimir a su personaje central ni mucho menos. No trata de convertirlo en un antihéroe. Lo que ha hecho es obligarnos a seguir a un personaje nefasto, a un psicópata al que entendemos, pero al que nunca llegamos a justificar. Es fascinante, y se cuelga de las excelentes actuaciones de Farrell, Milioti y Feliz. De hecho, si tengo una sola queja, es que “El Pingüino” no logra insertar suficientes referencias al mundo en el que sucede (¿cómo es que Batman ha ignorado todo lo que pasa en el show?) Y aunque me encantó la aparición de la Batiseñal al final, creo que pudieron haber puesto… más. Pero eso es lo único, ¡lo juro! Por lo demás, “El Pingüino” ha concluido muy bien, y ha demostrado ser, nuevamente, de lo mejor que hemos podido ver este año en streaming.

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 7

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Ya nos vamos acercando al final. En el sétimo episodio de “El Pingüino”, llamado “El Jefe”, las cosas se tornan más complicadas para el personaje del título. Su madre, Francis (Deirdre O’Connell) ha sido capturada por Sofia Gigante (Cristin Milioti), y cuando llega a su casa en busca de Vic (Rhenzy Feliz), más bien se encuentra con Sal Maroni (Clancy Brown), quien le pide lo lleve a su base de operaciones en las alcantarillas. Después de todo, se quiere vengar de Oz por haber matado a su esposa, y de paso se quiere quedar con su operación de producción y distribución de drogas para compartirla con Sofia.

Es una situación compleja, pues, de la cual, para variar, Oz logra salir. Con la ayuda de un secuaz, logra apagar las luces de su base, se escapa de las garras de sus enemigos, y termina asesinando a Maroni… bueno, más o menos. Pelean, y este parece morir de un infarto, lo cual frustra a Oz, quien siempre quiere demostrar que es el ganador y es mejor de lo que el resto cree. Pero por su parte, en una conversación con Francis, Sofia se da cuenta de algo: todo este tiempo, quizo hacer algo nuevo, ser distinta. Pero ha estado jugando el mismo juego que su padre. Por ende, cuando Oz le pide que vaya a su base para entregar a su madre, hace algo diferente: le manda una bomba. Y aunque el Pingüino sobrevive (obviamente), para variar, los que pagan las consecuencias de la explosión son los residentes más pobres de la superficie. Al igual que con la inundación del Acertijo en “Batman”, son los más necesitados los que sufren por las acciones de estos villanos.

Es así que “El Pingüino” se va acercando a su final, sorprendiéndonos con giros narrativos interesantes y demostrando que ya se está acercando a un clímax potencialmente intrigante. Disfruté del flashback a la infancia de Oz con su madre (pues resulta que el pequeño Pingüino fue el responsable de la muerte de sus hermanos… o al menos eso parece), y disfruté de la escena entre Francis y Sofia, y de la intervención del Doctor Rush (Theo Rossi) en toda la situación. Sofia sigue siendo una antagonista formidable, dejando a Oz más solo que nunca. Aparentemente sin Vic (por el momento, asumo) y con un ejército muerto. ¿Qué pasará en el último episodio de la próxima semana? Tengo mis teorías, pero como siempre, estoy seguro que “El Pingüino” logrará sorprenderme.

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CRÍTICA: Agatha en todas partes – Episodios 8 y 9 (FINAL)

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EPISODIO 8

****sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

El octavo (¡y penúltimo!) episodio de “Agatha en todas partes” comienza con el breve retorno de Alice (Ali Ahn), quien al encontrarse con la Muerte (Aubrey Plaza) se entera de que ya cumplió con su misión en la Tierra; al ser una Bruja de Protección, murió protegiendo a alguien. Luego de eso, retornamos a donde Billy (Joe Locke) y Jennifer (Sasheer Zamata) escapando de la prueba anterior, y del sacrificio de Lilia (Patti LuPone). Eventualmente, se reencuentran con Agatha (Kathryn Hahn), y aunque tratan de avanzar por el Camino de las Brujas, al final se dan cuenta de que este es un círculo, y regresan a donde comenzaron.

¿O no? Porque sí terminan llegando a la última Prueba, donde Agatha se da cuenta que cada una de las brujas ha llegado al momento en donde puede (¿debe?) recibir lo que está buscando. Jennifer recupera sus poderes (resulta que era la mismísima Agatha las que los estaba bloqueando), Billy encuentra la manera de meter la consciencia de su hermano en el cuerpo de un niño que está a punto de morir, y Agatha… bueno, logra crear vida a partir de la tristeza, lo que la lleva a enfrentarse a la Muerte y, para sorpresa de muchos, autosacrificarse. ¡Resulta que no era taaaan mala después de todo!

Todo va culminando, pues, tal y como asumíamos que culminaría, pero lo más interesante ha sido reservado para el final del episodio. Ya de vuelta en casa (y luego de haber adquirido su propio traje de superhéroe y todo), Billy se da cuenta de algo, y el público es testigo de un giro bastante chocante. El Camino de las Brujas nunca existió; siempre estuvo basado en las experiencias y cosas que Billy tenía en su cuarto. Como buen hijo de Wanda Maximoff, creó su propia realidad, y trajo consigo a las brujas para meterse en ella (lo cual explica cómo es que la Muerte se va del Camino simplemente cortando un agujero en una pared falsa en el fondo… huh). Es un “twist” que funciona, pero que sí me dejó con una desagradable sensación, parecida a la del estereotípico final de “todo fue un sueño”. Y así termina, lo cual, por supuesto, me lleva a…

EPISODIO 9 (FINAL)

**** sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

…el último episodio de “Agatha en todas partes”, por supuesto. Es aquí, pues, que nos enteramos —a través de un flashback bastante extenso— de la vida de Agatha entre 1750 y 1756, primero cuando dio a luz a su hijo Nicky, y luego cuando vivió con él hasta el día que la Muerte se lo llevó, engañando a brujas para luego matarlas. Pero más importante, es aquí que se complementa lo revelado en el episodio anterior, mostrándonos que la Balada del Camino de la Bruja nunca fue real —simplemente era la adaptación de una canción que al pequeño Nicky se le ocurrió mientras caminaba con su madre cerca al bosque.

Por ende, es Agatha quien se inventó todo el rollo del Camino, y como se muestra en un montaje bastante memorable, quien engañó por literalmente siglos a brujas, diciéndoles que les mostraría el Camino, para luego extraerles todo su poder. Es eso, de hecho, lo que planeaba hacer con Alice, Jennifer y Lilia al inicio de la temporada, en el sótano de su casa… hasta que Billy, con su propio poder, creó el Camino por primera vez en la historia. Es así, pues, que este episodio final nos muestra claramente el arco de personaje de Agatha: comenzó la temporada como alguien que simplemente quería seguir engañando a otras brujas, como siempre, y la terminó sacrificándose por Tommy, y convirtiéndose en una fantasmita.

Es ya en el presente que la vemos así, y que llegamos al final de la serie: con Agatha y Billy saliendo a la luz, en busca de Tommy. ¿Veremos el desarrollo y desenlace de dicha aventura? Sospecho que sí, pero no sé si en una segunda temporada de “Agatha en todas partes”, o en alguna otra serie. En todo caso, se puede decir que este show terminó siendo mejor que lo que muchos esperaban; correcto, en términos generales, y en el caso de algunos episodios un poco repetitivo, pero en el caso de otros, bastante memorable. No la he pasado mal con “Agatha en todas partes”, y ahora que el personaje del título es un fantasma, me gusta la idea de seguir a Billy Maximoff en la búsqueda de su hermano. ¡Apúrense y háganlo realidad, Marvel!

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