Mucho se puede decir o escribir sobre la época dorada de Hollywood; sobre el sistema de estudios, en donde las estrellas eran endiosadas —pero dependían de los contratos que debían conseguir con las grandes empresas productoras—, y en donde los magnates millonarios controlaban el tipo de películas que se producían año tras año. Es un sistema que, con el tiempo, fue perdiendo relevancia, y que hoy en día no podría ser más distinto a lo que se está viviendo —especialmente desde que comenzó la cuarentena por el COVID-19, y los cines tuvieron que cerrar. Hoy más que nunca, dependemos de las producciones de los gigantes del streaming como Netflix, lo cual no podría ser más distinto a la experiencia que se tenía en los grandes cines durante las décadas del 40 ó el 50.

Es por esto, precisamente, que resulta curioso el que Ryan Murphy haya decidido desarrollar un show que se lleva a cabo luego de la Segunda Guerra Mundial en Hollywood, pero que se siente más como un producto de nuestra época, que como algo que hubiera podido salir hace más de 60 años. Esto no es algo malo, necesariamente —lo que Murphy y su equipo han hecho con “Hollywood”, es desarrollar una historia que transmite muchos de los temas que son relevantes hoy en día, la mayoría de ellos relacionado al racismo, el sexismo, y la representación de minorías en los productos audiovisuales. Por ende, “Hollywood” termina siendo más un cuento de hadas que una representación de la realidad en la década del 40. Se siente más como un “hubiera sido genial si”, que una serie de veracidad histórica.

Lo cual, nuevamente, no tiene nada de malo… con tal de que uno se ponga a ver la serie con las expectativas adecuadas.

“Hollywood” cuenta con múltiples protagonistas, pero a quien vemos primero es a Jack Castello (David Corenswet), un veterano de la Segunda Guerra Mundial que se ha mudado a Hollywood junto a su esposa, Henrietta (Maude Apatow), para convertirse en un actor famoso. Las cosas no parecen están saliendo bien, lamentablemente, por lo que termina trabajando en un grifo, cuyo dueño, el carismático Ernie (Dylan McDermott), incita a sus empleados a tener sexo con los clientes, para ganar algo de dinero adicional. Sí; “Hollywood” no tiene miedo de incluir algunos de los aspectos más controvertidos de la vida en Hollywood de los años 40, y esta solo es la punta del Iceberg.

Aparte de Jack, tenemos a Archie Coleman (Jeremy Pope), otro trabajador del grifo, quien en realidad es un guionista que busca convertirse en el primer escritor afroamericano y gay en ser empleado por un estudio. Adicionalmente, está Raymond Aisley (Darren Criss), un director mitad filipino que está buscando el proyecto que lo convertirá en una estrella. Su novia, Camille (Laura Harrier, conocida por películas como “Spider-man: de vuelta a casa” o “BlackKklansman”), por su parte, tiene un contrato con Ace Pictures, uno de los estudios más grandes de Hollywood, y quiere ser la primera actriz afroamericana con un rol protagónico en una película para cines. Y finalmente, está Rock Hudson (Jake Picking), quien tiene que lidiar con todo tipo de abuso por parte de la maquinaria Hollywoodense, para tratar de “esconder” su homosexualidad y convertirse en una estrella de la pantalla grande.

Puede que parezca que “Hollywood” cuenta con demasiados personajes, pero hay que admitir que los guionistas hacen un buen trabajo balanceando las historias de todos, haciendo que cada uno se cruce con el resto, demostrando que las vidas de los actores, actrices, guionistas y directores tenían mucho en común en aquella época. Además, es luego de los tres primeros episodios que nos damos cuenta de cuál es la verdadera historia de la temporada: ver cómo estos personajes terminan juntándose para convencer a Ace Pictures de filmar “Meg”, una película extremadamente progresista para la época, la cual podría termina por arruinar el estudio.

Curiosamente, es también a partir del cuarto episodio que el tono de la serie cambia considerablemente. Los tres primeros episodios me sorprendieron debido a su aparente cinismo, mostrando un Hollywood lleno de personas terribles, en donde la gente inocente tiene que ser sacrificada para llegar a la gloria. Hay de todo: productores machistas, agentes que le piden favores sexuales a sus actores, racismo y homofobia por todas partes, y por supuesto, chulos que no tienen ningún problema en trabajar al lado de los estudios, porque son precisamente las grandes estrellas las que terminen convirtiéndose en sus clientes. Es así que “Hollywood” desarrolla uno de sus temas principales: la hipocresía de una sociedad extremadamente moralista y conservadora, en donde sus miembros más poderosos disfrutan del libertinaje y del sexo a más no poder.

Sin embargo, a partir del cuarto episodio las cosas cambian. El show comienza a manejar un tono  mucho más optimista y ligero, en donde la mayoría de protagonistas se llevan bien, y comienzan a trabajar en un proyecto que aman, y que creen podría acabar por cambiar al mundo. De hecho, con cada nuevo episodio, el optimismo se hace más intenso, así como las verdaderas intenciones de los showrunners: el desarrollar una historia que se lleva a cabo hace más de 60 años, pero que, a pesar de utilizar algunas figuras y lugares de la vida real, se asemeja poco a lo que realmente pasó. Más bien, lo que acá tenemos es un cuento de hadas, en donde la las minorías salen victoriosas, y logran convertir —al menos ligeramente— a una industria extremadamente conservadora e hipócrita, en un mejor lugar para vivir.

Considerando lo poco progresista que ha sido Hollywood, incluso hasta hace un par de décadas, no más, y lo poco frecuentes que habían estado siendo las películas dirigidas por mujeres o protagonizadas por actores y actrices afrodescendientes, por ejemplo, el que todo esto haya sucedido durante le década del 40 resulta… algo inverosímil, por ser amable. Pero como suele pasar con todo trabajo de ficción, depende también de cómo se le mire. Si uno quiere que “Hollywood” sea una representación exacta de la industria del cine de hace más de 60 años, terminará absolutamente decepcionado. Pero si considera a la serie como un intrigante “qué hubiera pasado si”, como un cuento de hadas fantástico y encantador…. pues no está del todo mal. “Hollywood”, pues, no podría estar más lejos de ser un documental; hasta el mismo slogan expresa lo que la serie de verdad es: “¿qué pasaría si tú pudieses reescribir la historia?”

Porque al final, por más de que se trate de un show poco sutil, el cual, si pudiese, incluiría a personajes con carteles de neón que digan “DISCRIMINAR ESTÁ MAL”, me terminó por encantar. Los personajes ciertamente contribuyeron a ello. David Corenswet (quien fácilmente podría ser el hermano menor y menos musculoso de Henry Cavill, dicho sea de paso) está muy bien como Jack. Su voz “anticuada” (con acento transatlántico y todo) es prácticamente perfecta, y tiene suficiente carisma como para convencer como el perdedor al que debemos apoyar. Como Raymond Aisley, Darren Criss representa a cualquier fanático del cine o cineasta que le tiene verdadera pasión a su trabajo, y que quiere hacer una diferencia a toda costa. Y como Camille, Laura Harrier es verdaderamente encantadora, logrando convencer a uno de que, verdaderamente, se trata de una fabulosa actriz con el potencial de convertirse en una estrella de la pantalla grande.

El resto del reparto, a pesar de tener roles más limitados, es igual de sólido. Dylan McDermott es encantador como Ernie, quizás el chulo más elegante y bonachón que jamás haya aparecido en una serie (recuerden, es una fantasía). Jack Picking es suficientemente torpe e incómodo como Rock Hudson; Jeremy Pope es particularmente convincente durante las escenas más dramáticas, transmitiendo una palpable sensación de dolor y experiencia; Holland Taylor es memorable, como siempre, interpretando a Ellen Kincaid, una de las productoras de Ace Pictures; Samara Weaving (“Ready or Not”, “La Niñera”) es perfecta como la “hija de papá” que logra obtener algo de humildad; Patti LuPone es Avis Amberg, la esposa de Ace Amberg (un divertido Rob Reiner, el dueño de Ace Pictures) y una de las mujeres más fuertes e inspiradoras que aparecen en el show, y finalmente, Jim Parsons es suficientemente desagradable como Henry Willson, un agente inescrupuloso.

Pues sí, todos los actores y actrices hacen un buen trabajo, y los valores de producción de “Hollywood” son lo suficientemente altos, como para transportar al espectador a la Era de Oro de los grandes estudios; disfruté enormemente, por ejemplo, de las recreaciones de “Meg”, la “película dentro de la serie”, tanto así que me gustaría verla completa. Y la banda sonora, haciendo uso de piezas de big band jazz originales, así como de canciones más conocidas, es exquisita. Pero si quieren ver algo que pueda tomarse 100% en serio, probablemente deberían buscar en otra parte. “Hollywood” no cree en sutilezas; es un show en donde los personajes dicen lo que piensan o lo que sienten, y en donde las emociones a veces salen a flote de manera repentina, casi sin justificación, para desarrollar un poco más de conflicto (de manera artificial). Es cursi y algo anacrónica… y sin embargo, la disfruté de inicio a fin.

Después de todo, a veces da gusto ver a los protagonistas vencer, y a los villanos recapacitar o ser despedidos. Da gusto ver cómo la discriminación es derrotada, cómo el amor vence, y cómo una pareja homosexual camina de la mano en una alfombra roja de Hollywood, sin mayores repercusiones más allá de un par de abucheos. Da gusto ver a una mujer mayor manejar un estudio cinematográfico por sí sola y tomar las mejores —y más progresivas— decisiones, y a otra encontrar el amor luego de varios años de decepciones. Y por supuesto, da gusto ver a una actriz y un guionista afrodescencientes pelear por su lugar en el mundo, a través del arte y la representación. “Hollywood” es escapismo puro, un show que apela a los deseos del púbico en vez de subvertirlos. Considerando lo cínicas que pueden llegar a ser algunas producciones contemporáneas, resulta bastante refrescante.

En todo caso, si es que “Hollywood” no los termina de convencer, al menos se trata de una experiencia corta. Es una miniserie, en realidad, que consta únicamente de siete capítulos de 40 minutos de duración, por lo que se puede consumir de manera rápida y ligera. Y esto, de hecho, tiene todo el sentido del mundo, porque, por más de que maneje varios temas relevantes sobre discriminación y representación, lo hace de manera algo superficial y extremadamente naive; “Hollywood” se lleva a cabo en una versión edulcorada de los años 40, en donde la gente (hasta algunos de los villanos) terminó siendo mucho más comprensiva y empática de lo que uno se hubiera imaginado. Es una bonita fantasía —nuevamente, un encantador “hubiese sido genial si”—, y una experiencia que no me arrepiento de haber tenido. “Hollywood” está hecha, principalmente, de buenas intenciones, y si no le exigen más, puede que la pasen casi tan bien como yo al verla.