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CRÍTICA – The Boys (Temporada 3)

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La tercera temporada de The Boys se ha quitado cualquier pizca de decencia que aún le quedaba encima para entregar, semana a semana, un espectáculo tan rebelde que es incapaz de dejar indiferente a quien descubre la serie. Han sido solamente ocho episodios que, con toda sinceridad, se nos han quedado cortos y en los que la violencia exacerbada ha encontrado, en la metáfora de nuestra realidad, el germen para ser llevada a extremos que la corrección política de la televisión generalmente no tiene las agallas de mostrar.

Este es el principal mérito que se le debe reconocer a la producción de Prime Video pues no solo es cuestión de hacer bromas visuales obscenas y llenar las pantallas de sangre, sino que, detrás de ello, ha corrido una idea excepcionalmente bien ejecutada en la que vemos reflejadas las conductas que asumimos como sociedad ante cualquier asunto polarizador porque, quitando el maquillaje que supone toda la parafernalia superheroica marketera, The Boys es, esencialmente, un drama político.

Y no necesariamente entra en esta categoría por el rol que asume Homelander (Antony Starr) como símbolo del espectro de derecha conservadora, prácticamente siendo una sátira de Donald Trump, ni tampoco por la propia subtrama política en la que interviene la congresista Victoria Neuman (Claudia Doumit), bastante olvidada, por cierto, en esta entrega, sino porque el objetivo inicial que persigue la pandilla de Butcher (Karl Urban) y compañía, encuentra disidentes internos ante la impotencia por no tener avances, provocando la disyuntiva sobre si el fin justifica los medios, muy clásica, pero no por ello deficiente. El personaje de Soldier Boy (Jensen Ackles) se encarga de personificar este dilema pues es el arma capaz de destruir hasta al mismísimo Homelander, además de ser el gatillador de las escenas más grotescas y ofensivas. Si es que ya tienen un tiempo siguiendo la serie, sabrán que ese par de adjetivos no son insultos, sino elogios para esta producción.

Es interesante, al mismo tiempo, ver la degradación de personajes como Hughie (Jack Quaid) y Butcher, guiados por la desesperanza de no ver una salida distinta, quienes se enfrentan al equipo por ir contra los principios bajo los que actuaban. Esta dinámica ha abierto oportunidades para adentrarnos en el desarrollo de personajes que tienen un gran carisma, como Mother’s Milk (Laz Alonso) y la pareja de Frenchie (Tomer Capone) y Kimiko (Karen Fukuhara), estos últimos solidificando una relación con mucha personalidad y mejor matizada que la de los protagónicos Starlight (Erin Moriarty) y Hughie, quizá el punto más flojo en esta temporada por la previsibilidad de su desenlace. 

Sin embargo, el asunto central ha quedado reservado para el cruento enfrentamiento entre Butcher y Homelander, quienes además son los personajes mejor escritos por los motivos que los conducen hacia la radicalización de sus ideas. Por un lado, tenemos la oportunidad de escarbar en el pasado del primero, su dura infancia y la trágica historia de su hermano y como todo ello forjó un carácter testarudo, inaccesible y sobre todo, insensible que se refleja en la nula empatía que tiene por Hughie para permitir que este lo acompañe en la decisión de consumir el “V” temporal para obtener poderes. Por otro, presenciamos por primera vez que la apariencia perfecta del personaje de Antony Starr se desmorona emocionalmente por el miedo real que le infunde el toparse con alguien que verdaderamente puede causarle daño, justo después de haber solucionado su problema de popularidad con la exposición en medios de prensa de un mensaje que encuentra un caldo de cultivo en gran parte de la sociedad que es fácilmente influenciable.

Todo ello se materializa en el sexto episodio, titulado “Herogasm”, en el que vemos la primera pelea directa entre Butcher (con poderes), Soldier Boy y Homelander. Un ‘momentazo’ de pura acción y lucha despiadada que deja sin aliento a cualquiera y en el que lo de menos fue el morbo generado alrededor de la “orgía de superhéroes”, que fue como las redes sociales de la serie nos vendió el capítulo por semanas. Y por cierto, aunque esto no sea parte esencial de esta reseña, The Boys, como aparato comercial transmedia, comprende a la perfección como manejar las expectativas de los fanáticos, incrementando el hype cuando es necesario, sin prometer cosas que no va a cumplir. Solo hace falta leer algunas publicaciones que simula hacer la maquiavélica empresa Vought International (que representa a todos los superhéroes en la serie) en Twitter para mantenerse en la memoria del espectador durante la semana hasta el estreno del siguiente episodio. Aquello merece un reconocimiento especial para el programa y para Amazon.

Si bien el sétimo y octavo episodio estuvieron algo por debajo del nivel del ya comentado “Herogasm”, no podría decir que estuvieron ni cerca de decepcionar. Era complicado que la serie mantenga el in crescendo hasta el cierre, pero en general las decisiones del libreto han sido acertadas y algunas escenas han sido lo suficientemente potentes para impactar como, por ejemplo, el desenlace de Black Noir (Nathan Mitchell) y un par de intervenciones de la controladora de dalos Ashley Barrett (Colby Minifie), que pegan lo suficientemente fuerte para comprobar que The Boys ha elevado su apuesta por ser única en su género, atravesando todos los límites para llenar un espacio que actualmente nadie más se atreve a explorar. De hecho, el final del último episodio nos adelantó que está por explotar una guerra civil en la que ya todo está permitido con tal de desacreditar las ideas de quien opina diferente. Como decía algunos párrafos arriba, The Boys es, esencialmente, un drama político, más cercano a nuestra realidad de lo que creemos, salvo por la existencia de superhéroes. A esperar la confirmadísima cuarta temporada que promete, y mucho.

Estudié Economía en la Udep, pero mi película favorita no es Wall Street ni mi serie favorita es Billions. En realidad no tengo ninguna favorita, por eso dedico todo el tiempo posible a ver la mayor cantidad de series y películas que pueda, y porque me gusta. Escribo también en estrimin.pe.

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CRÍTICA: El señor de los anillos: los anillos de poder – Temporada 2, Episodio 8 (FINAL)

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**** sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Y llegamos al final. O bueno, a lo que vendría a ser el final durante los dos siguientes años, a menos que se pongan las pilas y se demoren menos en sacar la tercera temporada. El caso es que “El señor de los anillos: los anillos de poder” ha terminado por el momento, y no pudo hacerlo de mejor manera: cerrando por completo la transformación de Sauron en el verdadero Señor de los Anillos, culminando la tragedia de Cerebrimbor (Q.E.P.D.), y juntando a los pocos Elfos que quedan para que, eventualmente (muy eventualmente… como en tres temporadas, se supone) formen una Última Alianza con los Humanos y vayan a matar a Sauron. Al menos Galadriel, Gil-Galad, Elrond y Arondir (¡sí, sigue vivo!) tienen tiempo para planear.

Pero eso no es todo. También se cumplió lo que predije hace unas semanas: luego de un breve enfrentamiento con el Mago Oscuro (Ciarán Hinds), por fin se reveló que el Extraño (Daniel Weyman) es, en realidad, Gandalf, y que ha pasado por una serie de pruebas sobre las que su nuevo mejor amigo Tom Bombadil (Rory Kinnear) le advirtió. Da gusto ver de nuevo a estos personajes, y lo crean no, me imagino totalmente a Weyman como EL Gandalf —por más de que recién estemos viendo cómo consigue su Bastón y sus poderes. Y por supuesto, no podemos dejar de lado a Isildur (Maxim Baldry), quien por fin regresará a casa… pero sin poder llegar a ver a su padre Elendil (Lloyd Owen), quien se ha ido de Númenor, escapando de la cada vez más tiránica dictadura de Pharazon (Trystan Gravelle).

Como se pueden dar cuenta, este octavo episodio de la segunda temporada de “El señor de los anillos: los anillos de poder” tenía mucho qué hacer. Por ende, como siguiendo la tradición de “El señor de los anillos: el Retorno del Rey”, tiene demasiados finales, lo cual podría cansar a algunos espectadores. Pero fuera de eso, y de una escena en particular con un uso algo feo del Chroma (primera vez que pasa en la serie), no tengo muchas quejas respecto a este final temporal. Entre el enfrentamiento entre Galadriel y Sauron, la muerte de Adar (al final, ¡me dio pena!), el cambio de bando de los orcos, y todo lo ya mencionado, la segunda temporada de “El señor de los anillos: los anillos de poder” ha terminado de forma emocionante, dejando igual mucho para explorar en la siguiente. Nuevamente: solo espero que no se tarden tanto en sacarla. ¡Dos años es demasiado!

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CRÍTICA: El señor de los anillos: los anillos de poder – Temporada 2, Episodio 7

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Esto es lo que estábamos esperando.

El sétimo episodio de la segunda temporada de “El señor de los anillos: los anillos de poder” es, pues, todo lo que había estado mencionando en semanas anteriores: la culminación de lo que ha sido desarrollado en el resto de la temporada. La culminación del acercamiento de Adar a Galadriel y a la ciudad de Eregion, la culminación de la manipulación de Cerebrimbor por parte de Sauron, e incluso la culminación del rol de Mirdania en esta historia (Q.E.P.D.). Es un capítulo larguísimo (casi como un pequeño largometraje), que sin embargo avanza muy rápido, y que no tiene vergüenza de sentirse épico y emotivo e intenso. Es, pues, de lo mejor que la serie nos ha entregado hasta el momento.

Lo más llamativo el episodio, claramente, es el asedio a Eregion, el cual comienza tal y como terminó la semana pasada, para luego mostrarnos a los Orcos, muy inteligentemente, derrumbando unas rocas para bloquear el río y así poder avanzar hacia la ciudad. Mientras todo esto pasa, Celebrimbor va descubriendo la verdad: que ha sido engañado por Sauron, todo para que termine de fabricar los nueve anillos para los hombres. La escena en la que se da cuenta de cómo ha sido manipulado es excelente, no solo por como ha sido escrita y dirigida, si no también gracias a las grandes actuaciones de Charlie Vickers y Charles Edwards. Y aunque al inicio nadie le cree al pobre Lord (lo cual resulta en la muerte de Mirdania… pobre), resulta muy satisfactorio cuando Galadriel finalmente llega a la ciudad, a tiempo para rescatar a Celebrimbor y llevarse los Anillos.

Todo eso es fascinante, por supuesto, pero es la batalla lo que seguramente llamará la atención de la mayoría de espectadores, y con justa razón. Tenemos de todo: Elrond peleando como nunca en su vida; Arondir (Ismael Cruz Córdova) finalmente encontrándose con Galadriel y uniéndose a la guerra; un Trol gigante llegando a destruirlo todo, Gil-Galad comportándose como un verdadero Rey, y muchos flechazos, espadazos, máquinas de asedio y hasta una rica explosión. No llega a estar al nivel de algo como la Batalla de Helm’s Deep de “El señor de los anillos: las Dos Torres”, pero, ¿cómo podría hacerlo? En todo caso, funciona muy bien para esta historia, luce INCREÍBLE para ser una serie de streaming (la más cara de la historia, ya saben), y es extremadamente emocionante y emocional y sucia y violenta. ¿Pero el final? Chocante, repentino, y promete mucho para el final de temporada. ¡Que venga ya!

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CRÍTICA: El señor de los anillos: los anillos de poder – Temporada 2, Episodio 6

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**** sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

El sexto episodio de “El señor de los anillos: los anillos de poder” se siente como una preparación para el verdadero clímax de la segunda temporada. Lo cual no está mal, por supuesto —así como la semana pasada se estaban colocando las piezas en su lugar, en esta ocasión, tenemos a las piezas preparándose para atacar. Más específicamente, Sauron (Charlie Vickers) termina de manipular a Celebrimbor (Charles Edwards), llegando a ponerlo en una suerte de ilusión óptica para que no se de cuenta que Eregion está a punto de ser invadida. El Extraño (Daniel Weyman) es guiado por Tom Bombadil (Rory Kinnear) para elegir de entre dos caminos y así cumplir con su destino. El Rey Durin (Peter Mullan) termina por demostrarle a su hijo (Owain Arthur) que ha perdido la cordura por culpa de su Anillo de Poder. Y Nori (Marcella Kavenagh) se da cuenta que el autosacrificio no es la única solución para sus problemas.

Lo más atractivo del episodio, claramente, es todo lo relacionado a Sauron. Vickers sigue demostrando ser un maestro a la hora de interpretar a este Señor del Engaño, dejando en claro que todo lo que está sucediendo es parte de su Plan Maestro para dominar la Tierra Media. Es algo, de hecho, que la misma Galadriel (Morfydd Clark) le dice a Adar (Sam Hazeldine), quien a su vez logra manipularla para que le diga la verdad sobre Sauron. Sí, Galadriel comete un nuevo error (lo cual no ayudará a que sus haters se callen), pero a la vez, trata de advertirle a Adar que ir a pelear es exactamente lo que Sauron quiere, pero éste no le hace caso. Todo lo que sucede en el episodio, por ende, se siente inevitable, como estar viendo como se va desarrollando un accidente automovilístico de consecuencias fatales.

No se trata, por ende, del episodio más emocionante de “El señor de los anillos: los anillos de poder”, pero sí de uno de los más emotivos. Consideren, si no, al Capitán Elendil (Lloyd Owen), cuyo castigo por parte del nuevo gobierno de Númenor es interrumpido por la ex Reina Míriel (Cynthia Addai-Robinson), quien termina demostrando ser la verdadera heredera del trono. Ambos comparten una de las escenas más sentimentales del show, lo cual debería terminar por sellarlos como dos de los personajes más creíbles y humanos de la serie. No obstante, si algo saben del Lore de la Tierra Media, es que Al-Pharazon (Trystan Gravelle) fue el último gobernante de Númenor, antes de su destrucción. Entonces, ¿qué pasará con esta versión de Míriel? Pues supongo que habrá que esperar a los dos (¡!) episodios que le quedan a la temporada para averiguarlo.

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