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CRÍTICA: High School Musical: The Musical – The Series (1era Temporada)
Publicado
hace 4 añosel
Me imagino que cuando se enteraron que Disney Plus, el nuevo servicio de streaming de la corporación del ratón, sacaría una nueva serie basada en las películas de “High School Musical”, sus expectativas no eran las más altas. Después de todo, por más que una generación entera haya crecido con dichos filmes —y que sus dos protagonistas, Zac Efron y Vanessa Hudgens, hayan podido cultivar carreras decentes aprovechando la fama que les brindaron—, no es que puedan ser considerados como clásicos… ¿o si?
¿O sí?
Esa es LA pregunta que me hacía mientras veía “High School Musical: The Musical – The Series”. Eso se debe a que muchos de los personajes en dicha serie, en efecto, consideran a las películas de “High School Musical” como clásicos, ya sea porque eran fanáticos de las mismas durante su adolescencia, porque las consideran como musicales divertidos y emotivos, o simplemente porque…. la serie ha sido producida por Disney, y si pueden hypear sus propios productos a través de ella —por más de que tengan más de catorce años de antigüedad (¡!)—, ¿por qué no hacerlo? De hecho, uno puede ver este show de manera extremadamente cínica, pensando que no es más que un producto que depende demasiado de la nostalgia que una generación en particular siente hacia estas películas de Disney Channel, y que la aprovecha al máximo para desarrollar algo que podría ayudar a conseguir más suscriptores para su plataforma de streaming.
Pero hay otra opción. Uno también, si así lo desea, puede ver “High School Musical: The Musical – The Series” de manera un poco más inocente, dándose cuenta, de hecho, de que se trata de una serie realizada con cierta dedicación, y que a pesar de tener como público objetivo tanto a los adultos que disfrutaron de la franquicia años atrás, como a los adolescentes que hoy en día están buscando nuevo contenido con el que se puedan identificar, termina sintiéndose sorprendentemente universal. Sí, seguramente ya lo están asumiendo: “High School Musical: The Musical – The Series” me sorprendió gratamente, y hasta me dejó con ganas de ver la (ya confirmada) segunda temporada. Teniendo en cuenta que no he visto ninguna de las películas de “High School Musical”, ¡esto debería considerarse como un milagro!
Ahora bien, lo más interesante de esta nueva serie, es que no se trata de un remake directo de las películas. De hecho, no se lleva a cabo en el mismo universo que las mismas, si no más bien, en un mundo similar al nuestro, donde las películas existen y fueron estrenadas, y son… bueno, ficción. Los personajes mencionan a Zac Efron y Vanessa Hudgens, y hasta enseñan DVDs de la primera cinta. Esto quiere decir, supongo, que la corporación Disney también existe en el universo de “High School Musical: The Musical – The Series”, pero felizmente nunca la nombran directamente. Creo que eso ya hubiese sido demasiado descarado.
Los protagonistas de “High School Musical: The Musical – The Series” son Nini (Olivia Rodrigo) y Ricky (Joshua Bassett), dos adolescentes que estudian en el colegio donde las películas de “High School Musical” fueron filmadas años atrás. Ella es una gran fanática de los musicales y del arte en general, mientras que él es un chico más práctico y distraído, lo cual, a menos en un principio, no evitó que se enamoraran y sean una pareja.
Sin embargo, en este nuevo año escolar, las cosas han cambiado… y no necesariamente para bien. En el verano, Nini conoció a un chico mayor llamado EJ (Matt Cornett, un Clon Joven de Armie Hammer), que va al mismo colegio que ellos, razón por la que decide romper con Ricky y comenzar a salir con su nuevo enamorado (un flashback nos revela que hay otra razón por la que ella decida terminar con la relación). Pero mientras todo esto sucede, el show también nos introduce a la Miss Jenn (Kate Reinders), la nueva profesora de teatro del colegio, quien planea montar una obra basada… bueno, ya saben, en “High School Musical”. Es así que Nina tratará de conseguir el rol protagónico, EJ la seguirá para interpretar a su interés amoroso, y Ricky se meterá en la obra, a pesar de tener poco interés en el tema.
Me imagino que, sabiendo ya de qué se trata la serie, resultaría más fácil verla de forma más cínica; después de todo, se trata de un homenaje a la primera cinta de “High School Musical”, en donde los personajes tratan de adaptarla a una obra de teatro escolar. Pero felizmente, lo que comienza como una suerte de melodrama escolar presentado bien a lo Disney —es decir, de forma algo melosa y cursi—, poco a poco se va desarrollando de forma inesperadamente honesta, haciendo que uno se identifique con los personajes —especialmente Nini—, y sorprendentemente, quiera ver cómo acaba la historia. ¿Podrán montar la obra? ¿Regresará Nini con Ricky? ¿EJ se convertirá en una mejor persona?
Y si suena casi como una telenovela… es porque lo es. La diferencia, claro está, es que “High School Musical: The Musical – The Series” tiene un presupuesto mayor que la telenovela promedio; que cuenta con varios números musicales, la mayor parte súper bien hechos, y que está presentada como un mockumentary. Así es; aprovechando el carácter meta del material, el show entrelaza escenas convencionales —aunque dirigidas con cámaras en mano y editadas con un ritmo acelerado y divertido— con testimonios de los personajes hablando a cámara, al más puro estilo de “The Office”, solo que con… adolescentes. Es un recurso al que uno se acostumbra rápidamente, y que contribuye con el desarrollo de algunos de los momentos más graciosos del show.
De hecho, a pesar de tratarse, nuevamente, de un homenaje a las películas de Disney Channel, “High School Musical: The Musical – The Series” parece estar dispuesta a mofarse, aunque sea ligeramente, de aquellas producciones, y de las modas que ayudaron a lanzar. Me divertí con los comentarios que los personajes hacían de las modas de principios de los años 2000 —los peinados, la ropa, los colores extravagantes—, así como de las películas en sí, y de lo atrasadas que se pueden sentir para las generaciones contemporáneas, especialmente en lo que se refiere al desarrollo de los personajes femeninos y el romance central. No es nada muy exagerado, pero ayuda a que la serie se sienta fresca, y no como un simple producto derivado de las películas.
Adicionalmente, disfruté del trabajo de representación y diversidad del show. Muchos de los personajes comienzan como estereotipos andantes —consideren, si no, a Big Red (Larry Saperstein), el mejor amigo de Ricky, que es mostrado como el estereotípico chico pelirrojo “raro”—, pero poco a poco son desarrollados de manera más humana, tanto a través de sus interacciones con otros personajes, como con las decisiones que toman en relación a la obra de teatro en la que tienen que trabajar. Además, hay detalles como el hecho de que Nini tiene dos mamás —lo cual espero que exploren a mayor detalle en la segunda temporada, para que no se quede en simple queer baiting—, o subtramas como la de Carlos (Frankie A. Rodríguez) tratando de invitar a un chico llamado Seb (Joe Serafani) a un baile escolar, que son tratadas con respeto y de manera extremadamente natural. Ojalá sigan con la misma línea —y la expandan— en la siguiente temporada.
Ayuda, también, el que las actuaciones sean bastante decentes —especialmente para estándares adolescentes—, y el que todos los chicos sepan cantar realmente bien. Olivia Rodrigo es muy creíble como Nini, y resulta fácil empatizar con ella —es una chica relativamente madura, que se ve involucrada en los clásicos problemas de adolescentes que uno ve en este tipo de series, pero que los trata de manera inesperadamente realista. Rodrigo tiene una muy buena voz, y le otorga mucho carisma y encanto a su personaje. Por otro lado, el Ricky de Joshua Bassett no está necesariamente al mismo nivel; el personaje está escrito como un chico con muchos defectos, que a pesar de tener el corazón en el lugar correcto (la mayor parte del tiempo), comete errores todo el tiempo, los cuales terminan por dañar a sus seres queridos. Bassett no está mal, pero la manera en que el personaje ha sido escrita no le hace ningún favor.
Los personajes secundarios logran resaltar y ayudan a que el universo de “High School Musical: The Musical – The Series” se sienta ligeramente más verosímil (por más que igual se trate de una serie súper colorida, suavizada y “Disneyificada”). Kate Reinders es suficientemente alegre y enérgica como la Miss Jenn; Matt “Armie Hammer” Cornett ayuda a que EJ logre trascender el estereotipo de “chico patán que ama los deportes”; Larry Saperstein tiene momentos graciosos como Big Red (y eventualmente le dan una subtrama interesante… felizmente), y Sofía Wylie resalta como Gina, una nueva alumna en el colegio, que tiene uno de los arcos de personaje más intrigantes del show. Digamos que comienza cayendo extremadamente mal, pero concluye la temporada de manera inesperada.
No hay mucho más que pueda escribir sobre “High School Musical: The Musical – The Series”, en realidad. Sí, se trata de un show constantemente cursi y ocasionalmente sonso, pero al tener un carácter tan meta, uno se lleva la impresión de que tanto los creadores como los personajes saben lo absurdo que es el material. Eso, junto con el tratamiento respetuoso de ciertos temas —como el divorcio, la homosexualidad, y más—, las actuaciones decentes, y los números musicales enérgicos, hace que el show termine siendo mucho más entretenido de lo que me hubiese imaginado inicialmente. “High School Musical: The Musical – The Series” es mejor de lo que debería ser, y aunque todavía podría considerarse como un producto cínico y desesperado de parte de una corporación que necesita ganar nuevos suscriptores para su nuevo servicio de streaming, está hecho con suficiente dedicación y talento, como para que uno se olvide de eso al verla.
Habrá que esperar a que salga la segunda temporada, pues. Mientras tanto… ¿me animaré a ver las películas de “High School Musical”? No creo… aunque durante esta cuarentena, creo que lo mejor sería nunca decir “nunca”.
“High School Musical: The Musical – The Series” está disponible en Disney Plus.
Cofundador y editor en NoEsEnSerie.com. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP, y miembro de la APRECI—Asociación de Prensa Cinematográfica. Integra el staff de la revista MasGamers, las webs de Nintendo Pe y Fans de Zelda Perú, el portal web Cinencuentro, y el portal de cine peruano FotografiaCalato.com. Adicionalmente, es YouTuber para el canal Aprieta Start, y formó parte del staff de prensa del 18 Festival de Cine de Lima. También trabaja como fotógrafo para Star Wars Fan Club Perú. Desde enero del 2012 publica críticas y comentarios de cine en el blog Proyectando Ideas (el cual forma parte de la Asociación de Blogs de Cine). Crítico oficial de RottenTomatoes.com. Cinéfilo y seriómano empedernido.
Philomena Cunk (no confundir su apellido con… otra palabra en inglés) es un personaje del que quizás no sepamos demasiado acá en Latinoamérica, pero que poco a poco ha ido ganando adeptos, más que nada gracias a las redes sociales. Originándose en la serie mockumental de Charlie Brooker Weekly Wipe, Cunk fue presentada al inicio —y hasta cierto punto, todavía— como una reportera no muy inteligente y de ideas curiosas, y a partir de ahí fue siendo desarrollada a través de nuevos proyectos. Es decir, poco a poco, Cunk fue cobrando más importancia, lo cual resultó en una miniserie como “Cunk on Britain” (la cual, desgraciadamente, no está disponible en Latinoamérica… legalmente).
La buena noticia, sin embargo, es que la segunda miniserie de Cunk fue coproducida entre la BBC y Netflix, lo cual quiere decir que sí está disponible en nuestra zona del mundo. Y para el agrado tanto de los fanáticos como de quienes recién estén descubriendo al personaje, “Cunk on Earth” es tan graciosa, ácida e imprevisible como su predecesora. Lo que tenemos acá, de hecho, es una sátira de miniserie documental en donde la buena Philomena pasa por diferentes lugares del mundo (ya sea de verdad, o con pantallas chroma… ya cada uno decidirá cuál es la verdad), hablándonos sobre la historia y el desarrollo de la humanidad. Comenzando con los hombres primitivos, pasando por la edad media, el renacimiento, la revolución industrial, y apropiadamente culminando en el presente, Cunk nos habla de mucho, lo cual puede resultar hasta un poco agobiante.
Pero no importa. Porque como se deben imaginar, “Cunk on Earth” funciona gracias al ritmo ágil que maneja —solo cuenta con cinco episodios de menos de media hora cada uno—, y por supuesto, al sentido del humor de su presentadora. Porque Philomena Cunk sigue siendo un personaje curioso, que por momentos actúa de manera muy estúpida, y en otros con una curiosidad digna de una niña que recién está descubriendo el mundo (apropiado para esta serie, además). Y Diane Morgan la interpreta con una seriedad perfecta, recitando diálogos francamente absurdos sin esbozar ni media sonrisa, dejando en claro que tanto ella como el creador de la serie, Charlie Brooker, saben que mientras más serio sea el tono de la cuestión, más risas causarán en el espectador.
Lo cual no quiere decir que Philomena sea un personaje plano o poco interesante. De hecho, todo lo contrario. Da risa no solo escucharla hacer las preguntas más estúpidas posibles a profesores de Cambridge o de Oxford, si no que también participa de secuencias físicamente entretenidas. Destaca, por ejemplo, una escena en la que se mete a un castillo medieval, y comienza a recrear una supuesta escena cotidiana de la época, señalando diferentes partes del ambiente mientras se incluyen los efectos de sonido apropiados en postproducción. Todo es resuelto en un plano secuencia, lo que ya de por sí es impresionante, pero además va escalando. Comienza de forma bastante verosímil (con Philomena mencionando a caballeros y reyes y súbditos), pero termina incluyendo elementos fantásticos que simplemente hicieron que llorara de la risa.
Y es ahí, obviamente, donde radica la genialidad de “Cunk on Earth”: es una excelente parodia, que maneja los mismos elementos narrativos y estilísticos de la serie documental promedio de la BBC, pero con una presentadora que poco o nada sabe del tema del que está hablando. No, no todos los gags funcionan —algunas referencias a cultura popular pueden sentirse forzadas, a decir verdad—, pero el ritmo de inclusión de chistes es tan rápido y furioso, que si alguno no funciona, uno no debe preocuparse: el siguiente viene pronto, y lo más probable es que sí dé risa. Consideren, si no, la múltiples malas pronunciaciones por parte de Cunk de palabras complicadas (o no tan complicadas, como “Biblia”), o ciertos comentarios sardónicos sobre problemas contemporáneos, muchos relacionados a la religión o la tecnología.
“Cunk on Earth” usa, además, ciertos recursos puramente audiovisuales para hacernos reír. Está la sección en la que Cunk habla sobre el islamismo, la cual es simplemente “cortada” de la emisión por ser ofensiva. O la frecuente inclusión de la canción “Pump Up the Jam” de Technotronic. O la aparición de cierto comercial para un resort mexicano en el que Cunk DEFINITIVAMENTE se quedó, porque DEFINITIVAMENTE estuvo grabando en México para la serie. Elementos como esos hay varios, y honestamente, la mayoría ayudan a que los cinco episodios del show pasen rápido, resulten inesperadamente informativos, y por supuesto, lo hagan matarse de risa a uno. “Cunk on Earth” es presentada, pues, como una miniserie de bajo presupuesto, y como una miniserie que sabe que tiene un bajo presupuesto.
Además, el show cuenta con algunos momentos inesperadamente humanos o hasta informativos, lo cual contrasta perfectamente con toda la ridiculez. Muchos de los invitados de Philomena —científicos, profesores, investigadores, ingenieros, y más… ¡todos reales!— son capaces de responder a sus preguntas absurdas con reflexiones bastante honestas, y la mayoría de episodios son capaces de decirnos algo interesante sobre la religión, la guerra, el desarrollo tecnológico, o la naturaleza humana. Y aunque sé que es parte de la parodia, me sorprendió cuando Cunk se puso a llorar al enterarse de que la perrita Laika murió cuando fue enviada al espacio por los rusos durante la Guerra Fría —un momento de inesperada humanidad para un personaje que, por lo demás, es una caricatura.
La pasé muy bien con “Cunk on Earth”. Me vi todos los episodios en menos de un día, no solo porque son pocos y porque son cortos, si no porque resultan adictivos. Cada uno maneja un tema y una época en específicos, lo cual lo motiva a uno a seguir viendo hasta el final. Y por supuesto, todos manejan un excelente estilo del humor y un nivel de calidad súper alto, lo cual ayuda a que uno siempre diga al final de cada episodio: “¿y si veo el siguiente?”. Nuevamente, no todos los gags funcionan, pero aquellos que no dan risa son la minoría, en realidad, y entre la excelente actuación de Morgan, el ocasional comentario social y político, la ridiculez de la premisa, y la seriedad del tono —y los invitados—, “Cunk on Earth” logra convertirse en una experiencia divertidísima, adictiva y altamente recomendable. Felizmente sabemos que esta no será la última aparición de Philomena Cunk en el mundo audiovisual; de lo contrario, no me quedaría más que protestar hasta que la BBC o Netflix me haga caso.
“Cunk on Earth” está disponible en Netflix.
“Warrior Nun” es una de esas series que vi con mucho entusiasmo durante el primer año de pandemia, emocionado por disfrutar algo durante el encierro por el que muchos estábamos pasando. En ese momento, necesitaba ver algo entretenido y sonso y que no me haga pensar demasiado, y eso es precisamente lo que me dio la primera temporada de “Warrior Nun”. Mezclando una historia apropiadamente loca, con peleas bien coreografiadas, y actuaciones sorprendentemente sólidas, “Warrior Nun” le hizo honor a su tan memeable nombre, dando a entender que las cosas se pondrían incluso más estrafalarias en la siguiente temporada.
Y no puedo decir que se hayan equivocado. La segunda temporada de “Warrior Nun” podría considerarse como más de lo mismo, sí, pero a la vez, también es una mejora en relación a lo que vino antes. Sí, el diálogo es de calidad inconsistente. Sí, el tono del show varía con demasiada frecuencia, mezclando violencia y gore y comentario social y religioso, con momentos francamente ridículos. Pero no podemos negar que nadie vería una serie con un título como “Warrior Nun” esperando una obra maestra. De hecho, lo que el título nos podría prometer, sería una experiencia bien de serie-B, como algo que produciría la gente de The Asylum, o Sy Fy. El hecho de que sea algo considerablemente mejor que dichas ofertas debería ser considerado como un pequeño milagro.
(Heh. Milagro).
La segunda temporada de “Warrior Nun” comienza un par de meses luego de la primera. Nuestra protagonista, Ava (Alba Baptista), la Monja Guerrera del título, está viviendo en los Alpes Suizos con su mejor amiga (y quizás algo más), la aguerrida Hermana Beatrice (Kristina Tonteri-Young, hipnotizante). Se están escondiendo, pues, de Adriel (William Miller), quien revivió al final de la temporada pasada, y ahora está cobrando fama, realizando milagros, y convenciendo a la gente de que es un ángel caído desde el cielo. Evidentemente, nuestras heroínas saben que eso no es cierto, pero también que deben entrenar y prepararse para el inevitable enfrentamiento con este potencial demonio.
Sus planes se aceleran, sin embargo, cuando Ava conoce a Miguel (Jack Mullarkey), quien dice estar trabajando para una organización secreta dispuesta a acabar con Adriel. Con ganas de por fin hacer algo, Ava decide unirse a Miguel, siempre bajo el cuidado de Beatrice. Mientras ellas piensan en un buen plan, la Madre Superiora (Sylvia De Fanti) y su mano derecha, la hermana Camila (Olivia Delcán) intentan encontrar una manera de acabar con Adriel; la doctora Jillian Salvius (Thekla Reuten) sigue buscando la forma de recuperar a su hijo, Michael, quien pasó por un portal a otra dimensión; y el traicionero Padre Vincent (Tristán Ulloa) trata de convencer a Ava y compañía de unirse a Adriel en su supuesta misión por traer paz al mundo.
“Warrior Nun” es una de esas series fantásticas que cuentan con un montón de trama. Tenemos varios personajes importantes, y ni siquiera se ha mencionado en los párrafos anteriores a figuras como la monja corrupta Lilith (Lorena Andrea), o al nuevo Papa, Duretti (Joaquim de Almeida). Es un show con un montón de lore, que va introduciendo con rapidez nuevas contorsiones narrativas y giros e historias de trasfondo basadas en mitos y situaciones reales. Consideren, si no, el rol que juega en la historia la corona de púas de Jesucristo (¡!), o la aparición de personajes ajenos a la hermandad de Ava, como una monja increíblemente entusiasta (¡siempre sonriente!) llamada Yasmine (Meena Rayann). “Warrior Nun” está siempre en movimiento, introduciendo novedades con frecuencia, como para que el público no se aburra.
Generalmente, este tipo de estrategias resultan en productos finales demasiado inflados o hasta incoherentes…. pero sorprendentemente, ese no es el caso de la segunda temporada de “Warrior Nun”. El creador Simon Barry y su equipo (que incluye a David Hayter como guionista; ¡sí, la voz de Solid Snake en los juegos de “Metal Gear Solid”!) hacen un buen trabajo balanceando todos los elementos de la historia, como para no perder de vista ni a la protagonista, ni al conflicto central entre ella y Adriel. Sí, se podría ahondar más en elementos más contemplativos, como el hecho de que Ava sabe como es estar muerta, o como la desaparición de ciertos personajes que fueron importantes en la primera temporada. Incluso hay cierto giro chocante que acaba con todo un grupo de personajes, y a nuestras protagonistas no parece importarles mucho.
Lo cual no debería sorprender, francamente. “Warrior Nun” no es una serie contemplativa en lo absoluto; es una historia que funciona en el momento, y que como se ha mencionado antes, está siempre en movimiento. Si uno la ve considerando eso —y considerando, además, que está basada en un personaje de cómics; ¡sí, en serio!— entonces la puede pasar de lo lindo. Los episodios se mueven a buen ritmo, los personajes son simples pero carismáticos y entretenidos, y la trama es de lo más alocada. Incluso me atrevería a decir que hasta a las personas más conservadoramente religiosas les costaría ofenderse con “Warrior Nun”. Sí, el show deja muy mal parada a la Iglesia como institución, pero no parece tener nada en contra de la fe o de las creencias de la gente. Todo lo contrario.
Aparte de eso, resulta (todavía) muy divertido ver a estas monjas patear traseros. Al igual que en la primera, esta segunda temporada de “Warrior Nun” cuenta con peleas muy bien coreografiadas y emocionantes. Destacan una trifulca que sirve para demostrar los nuevos poderes de Lilith (ahora más demonio que monja, valgan verdades), y un enfrentamiento entre la Hermana Beatrice, y un montón de fanáticos de Adriel en un pasillo. Se nota que las mismas actrices han entrenado para estas secuencias, y felizmente son filmadas con movimientos de cámara fluidos y sin abusar de los cortes rápidos, como para que se entiendan bien y emocionen a cualquier espectador. Impresionante, la verdad.
Lo cual no quiere decir que todo en “Warrior Nun” sea espectacular. De hecho, por más de que la mayoría de efectos visuales digitales sean de buena calidad, la temporada todavía cuenta con algunos momentos francamente impresentables. Consideren, si no, las alas con las que cuenta cierto personaje (lucen como algo extraído de un juego para PlayStation 3), o ciertos planos en chroma, que parecen sacados de una película de hace veinte años. “Warrior Nun” aprovecha muy bien sus locaciones reales por toda Europa (los Alpes, por supuesto, y ciudades como Madrid), pero a la vez, puede lucir un muy poco barata cuando comienza a depender demasiado de creaciones digitales. No es algo que malogre la experiencia, pero sí evita que la serie se sienta tan sofisticada como seguramente le gustaría a sus creadores.
Mucho de lo disfrutable en “Warrior Nun”, eso sí, viene gracias al trabajo de los actores. Como siempre, Alba Baptista está genial como Ava, inyectándole mucho carisma y personalidad a un personaje potencialmente plano. Me encanta el contraste entre su entusiasmo y sarcasmo, y la seriedad de los personajes que la rodean. Parece que la joven actriz está entrando poco a poco en el mainstream, y espero que siga así; ¡no me molestaría verla en una película de renombre para cines!
Por otro lado, Kristina Tonteri-Young está muy bien como Beatrice. Su química con Alba es palpable, y resalta tanto en las escenas más dramáticas, como durante las secuencias de violencia. Ayuda, además, que Beatrice como personaje sea adorable, y que haya crecido bastante en comparación a su aparición en la primera temporada. Por su parte, William Miller es suficientemente intimidante como Adriel, luciendo como un Fabio encantador y demoníaco. Thekla Reuten logra inyectarle algo de emotividad a la historia a través de su rol como Jillian; Tristán Ulloa es creíble como Vincent; la Madre Superiora Sylvia De Fanti demuestra ser la lideresa perfecta para nuestras protagonistas; Olivia Delcán destaca más que antes como la Hermana Camila, y Joaquim De Almeida (uno de los grandes actores secundarios de Hollywood) la está pasando muy bien interpretando al nuevo Papa.
Si se divirtieron con la primera temporada de “Warrior Nun”, entonces la pasarán de lo lindo con la segunda. La serie es lo que es, y dudo que vaya a convertir a los espectadores más cínicos; no busca ser nada más que entretenimiento puro, pues, aprovechando bien el potencial de su ridículo título. Pero si creen que no serán capaces de creerse una historia que involucra a Monjas Elegidas por una Aureola, Hermanas Que Saben Kung-Fu, demonios carismáticos, mujeres aladas, y portales a otras dimensiones, pues no le pongan play ni al primer episodio. “Warrior Nun” no es para todo el mundo, pero quienes estén sedientos de ver historias de género suficientemente bien contadas, y que no tienen miedo de ser absurdas, deberían darle una oportunidad a este show. Espero que puedan producir una tercera temporada; con Netflix nunca se sabe.
destacado
‘The Witcher’: Liam Hemsworth reemplazará a Henry Cavill para la cuarta temporada
Publicado
hace 2 añosel
31 octubre, 2022Netflix ha renovado The Witcher para una cuarta temporada con un giro.
Liam Hemsworth reemplazará a Henry Cavill en la épica serie dramática, tomando las riendas como Geralt de Rivia.
El movimiento se produce antes de la tercera temporada de la serie, que regresará en el verano de 2023. Una serie de precuelas de cuatro partes, The Witcher: Blood Origin, se lanza el 25 de diciembre de 2022.
Cavill, quien reveló a principios de esta semana que regresará en el papel de Superman, interpretó al sombrío Geralt de Rivia, la pesadilla de las bestias sobrenaturales en las primeras tres temporadas de la serie dramática.
The Witcher es una historia de los destinos entrelazados de tres personas en el vasto mundo de The Continent, donde humanos, elfos, brujos, gnomos y monstruos luchan para sobrevivir y prosperar, y donde el bien y el mal no se identifican fácilmente.
También está protagonizada por Anya Chalotra y Freya Allan.
Hemsworth, mejor conocido por protagonizar la franquicia Hunger Games, recientemente protagonizó el drama de Quibi Most Dangerous Game. Asumirá el cargo de Geralt de Rivia en lo que se cree que es un gran negocio.
Según las fuentes, Cavill había hecho un contrato a corto plazo para The Witcher y sintió que era hora de seguir adelante después de tres temporadas en el programa, que se filma en el extranjero y tiene un calendario de producción exigente. Ya tiene proyectos de cine y televisión en fila, incluido el recién anunciado The Ministry Of Ungentlemanly Warfare, además del regreso de Superman. Las coprotagonistas de Cavill’s Witcher renegociaron sus contratos antes de la temporada 4, dijeron las fuentes.
Lauren Schmidt Hissrich es showrunner y productora ejecutiva. Tomek Baginski, Jason F. Brown, Sean Daniel, Mike Ostrowski, Steve Gaub y Jarosław Sawko también son productores ejecutivos.
Cavill dijo: “Mi viaje como Geralt de Rivia ha estado lleno de monstruos y aventuras y, por desgracia, dejaré mi medallón y mis espadas para la temporada 4. En mi lugar, el fantástico Sr. Liam Hemsworth tomará el control. manto del Lobo Blanco. Al igual que con los más grandes personajes literarios, paso la antorcha con reverencia por el tiempo dedicado a encarnar a Geralt y con entusiasmo por ver la versión de Liam de este hombre tan fascinante y lleno de matices. Liam, buen señor, este personaje tiene una profundidad tan maravillosa, disfruta sumergiéndote y viendo lo que puedes encontrar”.
Hemsworth agregó: “Como fanático de Witcher, estoy encantado con la oportunidad de interpretar a Geralt of Rivia. Henry Cavill ha sido un Geralt increíble, y me siento honrado de que me entregue las riendas y me permita tomar las espadas del Lobo Blanco para el próximo capítulo de su aventura. Henry, he sido fan tuyo durante años y me inspiró lo que aportaste a este querido personaje. Puede que tenga algunas botas grandes que llenar, pero estoy realmente emocionado de ingresar al mundo de The Witcher”.