Opinión
CRÍTICA – El Último Baile (serie documental)
Publicado
hace 4 añosel
No soy un fanático de los deportes —en un país donde el fútbol parece estar en la mente de todos, a mí nunca me interesó en lo más mínimo. Y un deporte como el básquetbol, que nunca ha recibido demasiada atención en el Perú, siempre ha sido casi inexistente para mí. Sin embargo, “El Último Baile” está tan bien hecho, y resulta tan entretenido, que incluso un “hereje” como yo lo ha podido disfrutar. Son diez episodios expertamente construidos, que consisten de diferentes entrevistas con súper estrellas de la NBA, así como sus ejecutivos, entrenadoras y más. Y aunque se supone que se concentra, principalmente, en la temporada de 1997 y 1998 de los Chicago Bulls, acá la verdadera estrella del show —así como fue, también, la verdadera estrella del equipo— es el legendario Michael Jordan.
Cada episodio maneja dos líneas narrativas en paralelo. La principal, y la que sirve como punto de referencia para el documental entero, se lleva a cabo en la anteriormente mencionada temporada de 1997 y 1998, en donde Jordan estaba considerando retirarse por segunda vez, y donde habían otros problemas con los Chicago Bulls. La secundaria nos hace retroceder varios años, comenzando a finales de los 80s, para enseñarnos cómo que fue Jordan llegó al equipo, y avanzando, capítulo tras capítulo, para mostrarnos la trayectoria del mejor jugador de basquetbol que la NBA jamás haya tenido. Por supuesto, el foco no está enteramente en Jordan —hay episodios que se concentran en la carrera de Scottie Pippen, por ejemplo, o en las excentricidades de Dennis Rodman—, pero no hay duda de que él es la razón principal por la que mucha gente terminará viendo el producto final. Y con justa razón.
Puede argumentarse que “El Último Baile” es una serie documental sobre básquetbol y solamente sobre básquetbol —es decir, que no es tan profunda como otros productos de similar corte—, pero considerando lo bien que funcionó para su servidor, alguien que sabía poco o nada sobre el deporte, creo que se puede argumentar que el show tiene algo más. Resulta fascinante seguir la trayectoria de Jordan —los altibajos, los partidos más importantes, sus interacciones con otros jugadores, sus relaciones con marcas como Nike—, y el documental ciertamente hace un buen trabajo a la hora de desarrollarlo como un ser humano con falencias… algo endiosado, sí, e inmensamente talentoso, pero no perfecto.
Algunos episodios resaltan lo duro que era con otros jugadores, por ejemplo —algunos hasta se atreven a llamarlo bully. Pero tampoco se puede negar que sus métodos traían consigo excelentes resultados, motivando al equipo para ganar varios campeonatos año tras año, resaltando como EL equipo de básquetbol de los 90s. Por otro lado, “El Último Baile” también tiene mucho qué decir sobre la relación de Jordan con su padre, alguien que estuvo a su lado en casi todos los partidos importantes, y que se fue de este mundo demasiado rápido, debido a trágicas circunstancias. Sí, sí, se puede decir que “El Último Baile” está algo sesgado hacia Jordan —luego del estreno de los diez episodios, Pippen se quejó de que el producto final lo hacía quedar mal, algo que no esperaba ver mientras grababa las entrevistas—, pero creo que hay suficiente humanización acá como para justificar algunas de las secciones más exageradas del documental.
El director Jason Hehir utiliza dos recursos principales para desarrollar la narrativa del documental: imágenes de archivo, y entrevistas o testimoniales grabados recientemente. Felizmente, y a diferencia de otros documentales similares, pudo conseguir a la gente más relevante para esta historia, por lo que uno jamás siente que le faltó alguien. Las entrevistas con Scottie Pippen y, particularmente ahora, Kobe Bryant y David Stern, terminan siendo las más interesantes y por momentos emotivas. Y en las secciones donde quiere resaltar la importancia de los Bulls y de Jordan en la cultura popular, logra entrevistar a figuras importantes como Barack Obama, Bill Clinton o Magic Johnson. Sí, a veces da la impresión que pudieron haber dicho más —el material eliminado debe ser fascinante—, pero no por eso sus contribuciones dejan de ser importantes.
No obstante, estoy seguro que muchos espectadores terminarán viendo “El Último Baile” principalmente por las entrevistas con Jordan. La manera en que Hehir trata a su estrella principal funciona para extraerle algunas respuestas interesantes —muchas de ellas algo “suaves”, pero otras inesperadamente honestas. Da gusto verlo hablar sobre su padre, por ejemplo, o sobre su experiencia en “Space Jam” (sí, entrevistan brevemente al director de la película, pero igual me hubiese gustado que ahonden más en eso), pero es cuando le entregan una tablet y le enseñan extractos de otras entrevistas para el documental, donde Jordan logra demostrar reacciones más honestas, y por ende, contestar con respuestas más verosímiles. Jordan siempre fue una persona privada, por lo que el hecho de que hayan conseguido hacer que aparezca tanto acá —y hablando sobre temas controversiales, como su supuesta adicción a las apuestas, su breve paso por el beisbol, o las teorías de conspiración inventadas sobre él— ya es todo un logro.
Las imágenes de archivo, por otro lado, logran darle una autenticidad palpable a “El Último Baile” —especialmente gracias a que todo un equipo profesional de documental pudo seguir a Jordan y a su equipo, de manera oficial y consensuada, durante la temporada de 1997 y 1998. Esto, mezclado con varias imágenes de los partidos de los Bulls, convierten a la serie en una experiencia extremadamente entretenida, haciendo que el espectador se sienta como una “mosca en la pared”, cercano a ciertos eventos importantes para la carrera de estos jugadores. Además —y esto viene de alguien a quien hasta hace poco no le interesaba el básquetbol—, resulta increíblemente emocionante ver a Jordan moverse en la cancha; especialmente cuando logra realizar tiros de tres puntos pocos segundos antes de terminar un partido.
Como mencioné líneas arriba, se puede argumentar que “El Último Baile” es una serie documental principalmente sobre básquetbol —pero al humanizar (parcialmente) a su estrella, también logra tocar temas sobre el éxito, la fama, la residencia, la humillación y el dolor. Es un documental sobre el rol de Jordan en el éxito de los Bulls, pero también sobre sus compañeros, y la manera en que lograron trabajar junto con él para convertir al equipo en uno de los más famosos y exitosos de la historia de la NBA. Sí, me hubiese gustado que hablen más sobre la marca de Michael Jordan (solo le dedican parte de un episodio a su contrato con Nike y la creación de las famosas zapatillas Air Jordan, por ejemplo, y como se mencionó antes, me quedé con ganas de saber más sobre su experiencia en “Space Jam”), pero “El Último Baile” está más interesado en el deporte que en otra cosa. Es bueno que se concentre en un tema en específico, en todo caso; le permite tener tanto una estructura como un tono consistentes.
“El Último Baile” es una celebración de Michael Jordan y del equipo de los Bulls en los años 90, sí, pero también es una exploración de su éxito, y de todos los sacrificios que tuvieron que hacer, para poder salir adelante. Se podría argumentar que pudieron haberle realizado preguntas más incisivas a Jordan, o que de repente hay momentos donde lo endiosan demasiado, romantizando sus técnicas de motivación más brutales en vez de criticarlas. Pero incluso si uno toma en cuenta dichos defectos, “El Último Baile” termina siendo una experiencia inmensamente entretenida, y una cápsula de tiempo para los años 90. Incluso si, como yo, no son gente deportiva, es muy probable que disfruten de “El Último Baile”. Al menos, los ayudará a apreciar el esfuerzo y la dedicación que le inyectan los atletas más importantes del mundo a su trabajo.
“El Último Baile” está disponible en Netflix.
Cofundador y editor en NoEsEnSerie.com. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP, y miembro de la APRECI—Asociación de Prensa Cinematográfica. Integra el staff de la revista MasGamers, las webs de Nintendo Pe y Fans de Zelda Perú, el portal web Cinencuentro, y el portal de cine peruano FotografiaCalato.com. Adicionalmente, es YouTuber para el canal Aprieta Start, y formó parte del staff de prensa del 18 Festival de Cine de Lima. También trabaja como fotógrafo para Star Wars Fan Club Perú. Desde enero del 2012 publica críticas y comentarios de cine en el blog Proyectando Ideas (el cual forma parte de la Asociación de Blogs de Cine). Crítico oficial de RottenTomatoes.com. Cinéfilo y seriómano empedernido.
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“Warrior Nun” es una de esas series que vi con mucho entusiasmo durante el primer año de pandemia, emocionado por disfrutar algo durante el encierro por el que muchos estábamos pasando. En ese momento, necesitaba ver algo entretenido y sonso y que no me haga pensar demasiado, y eso es precisamente lo que me dio la primera temporada de “Warrior Nun”. Mezclando una historia apropiadamente loca, con peleas bien coreografiadas, y actuaciones sorprendentemente sólidas, “Warrior Nun” le hizo honor a su tan memeable nombre, dando a entender que las cosas se pondrían incluso más estrafalarias en la siguiente temporada.
Y no puedo decir que se hayan equivocado. La segunda temporada de “Warrior Nun” podría considerarse como más de lo mismo, sí, pero a la vez, también es una mejora en relación a lo que vino antes. Sí, el diálogo es de calidad inconsistente. Sí, el tono del show varía con demasiada frecuencia, mezclando violencia y gore y comentario social y religioso, con momentos francamente ridículos. Pero no podemos negar que nadie vería una serie con un título como “Warrior Nun” esperando una obra maestra. De hecho, lo que el título nos podría prometer, sería una experiencia bien de serie-B, como algo que produciría la gente de The Asylum, o Sy Fy. El hecho de que sea algo considerablemente mejor que dichas ofertas debería ser considerado como un pequeño milagro.
(Heh. Milagro).
La segunda temporada de “Warrior Nun” comienza un par de meses luego de la primera. Nuestra protagonista, Ava (Alba Baptista), la Monja Guerrera del título, está viviendo en los Alpes Suizos con su mejor amiga (y quizás algo más), la aguerrida Hermana Beatrice (Kristina Tonteri-Young, hipnotizante). Se están escondiendo, pues, de Adriel (William Miller), quien revivió al final de la temporada pasada, y ahora está cobrando fama, realizando milagros, y convenciendo a la gente de que es un ángel caído desde el cielo. Evidentemente, nuestras heroínas saben que eso no es cierto, pero también que deben entrenar y prepararse para el inevitable enfrentamiento con este potencial demonio.
Sus planes se aceleran, sin embargo, cuando Ava conoce a Miguel (Jack Mullarkey), quien dice estar trabajando para una organización secreta dispuesta a acabar con Adriel. Con ganas de por fin hacer algo, Ava decide unirse a Miguel, siempre bajo el cuidado de Beatrice. Mientras ellas piensan en un buen plan, la Madre Superiora (Sylvia De Fanti) y su mano derecha, la hermana Camila (Olivia Delcán) intentan encontrar una manera de acabar con Adriel; la doctora Jillian Salvius (Thekla Reuten) sigue buscando la forma de recuperar a su hijo, Michael, quien pasó por un portal a otra dimensión; y el traicionero Padre Vincent (Tristán Ulloa) trata de convencer a Ava y compañía de unirse a Adriel en su supuesta misión por traer paz al mundo.
“Warrior Nun” es una de esas series fantásticas que cuentan con un montón de trama. Tenemos varios personajes importantes, y ni siquiera se ha mencionado en los párrafos anteriores a figuras como la monja corrupta Lilith (Lorena Andrea), o al nuevo Papa, Duretti (Joaquim de Almeida). Es un show con un montón de lore, que va introduciendo con rapidez nuevas contorsiones narrativas y giros e historias de trasfondo basadas en mitos y situaciones reales. Consideren, si no, el rol que juega en la historia la corona de púas de Jesucristo (¡!), o la aparición de personajes ajenos a la hermandad de Ava, como una monja increíblemente entusiasta (¡siempre sonriente!) llamada Yasmine (Meena Rayann). “Warrior Nun” está siempre en movimiento, introduciendo novedades con frecuencia, como para que el público no se aburra.
Generalmente, este tipo de estrategias resultan en productos finales demasiado inflados o hasta incoherentes…. pero sorprendentemente, ese no es el caso de la segunda temporada de “Warrior Nun”. El creador Simon Barry y su equipo (que incluye a David Hayter como guionista; ¡sí, la voz de Solid Snake en los juegos de “Metal Gear Solid”!) hacen un buen trabajo balanceando todos los elementos de la historia, como para no perder de vista ni a la protagonista, ni al conflicto central entre ella y Adriel. Sí, se podría ahondar más en elementos más contemplativos, como el hecho de que Ava sabe como es estar muerta, o como la desaparición de ciertos personajes que fueron importantes en la primera temporada. Incluso hay cierto giro chocante que acaba con todo un grupo de personajes, y a nuestras protagonistas no parece importarles mucho.
Lo cual no debería sorprender, francamente. “Warrior Nun” no es una serie contemplativa en lo absoluto; es una historia que funciona en el momento, y que como se ha mencionado antes, está siempre en movimiento. Si uno la ve considerando eso —y considerando, además, que está basada en un personaje de cómics; ¡sí, en serio!— entonces la puede pasar de lo lindo. Los episodios se mueven a buen ritmo, los personajes son simples pero carismáticos y entretenidos, y la trama es de lo más alocada. Incluso me atrevería a decir que hasta a las personas más conservadoramente religiosas les costaría ofenderse con “Warrior Nun”. Sí, el show deja muy mal parada a la Iglesia como institución, pero no parece tener nada en contra de la fe o de las creencias de la gente. Todo lo contrario.
Aparte de eso, resulta (todavía) muy divertido ver a estas monjas patear traseros. Al igual que en la primera, esta segunda temporada de “Warrior Nun” cuenta con peleas muy bien coreografiadas y emocionantes. Destacan una trifulca que sirve para demostrar los nuevos poderes de Lilith (ahora más demonio que monja, valgan verdades), y un enfrentamiento entre la Hermana Beatrice, y un montón de fanáticos de Adriel en un pasillo. Se nota que las mismas actrices han entrenado para estas secuencias, y felizmente son filmadas con movimientos de cámara fluidos y sin abusar de los cortes rápidos, como para que se entiendan bien y emocionen a cualquier espectador. Impresionante, la verdad.
Lo cual no quiere decir que todo en “Warrior Nun” sea espectacular. De hecho, por más de que la mayoría de efectos visuales digitales sean de buena calidad, la temporada todavía cuenta con algunos momentos francamente impresentables. Consideren, si no, las alas con las que cuenta cierto personaje (lucen como algo extraído de un juego para PlayStation 3), o ciertos planos en chroma, que parecen sacados de una película de hace veinte años. “Warrior Nun” aprovecha muy bien sus locaciones reales por toda Europa (los Alpes, por supuesto, y ciudades como Madrid), pero a la vez, puede lucir un muy poco barata cuando comienza a depender demasiado de creaciones digitales. No es algo que malogre la experiencia, pero sí evita que la serie se sienta tan sofisticada como seguramente le gustaría a sus creadores.
Mucho de lo disfrutable en “Warrior Nun”, eso sí, viene gracias al trabajo de los actores. Como siempre, Alba Baptista está genial como Ava, inyectándole mucho carisma y personalidad a un personaje potencialmente plano. Me encanta el contraste entre su entusiasmo y sarcasmo, y la seriedad de los personajes que la rodean. Parece que la joven actriz está entrando poco a poco en el mainstream, y espero que siga así; ¡no me molestaría verla en una película de renombre para cines!
Por otro lado, Kristina Tonteri-Young está muy bien como Beatrice. Su química con Alba es palpable, y resalta tanto en las escenas más dramáticas, como durante las secuencias de violencia. Ayuda, además, que Beatrice como personaje sea adorable, y que haya crecido bastante en comparación a su aparición en la primera temporada. Por su parte, William Miller es suficientemente intimidante como Adriel, luciendo como un Fabio encantador y demoníaco. Thekla Reuten logra inyectarle algo de emotividad a la historia a través de su rol como Jillian; Tristán Ulloa es creíble como Vincent; la Madre Superiora Sylvia De Fanti demuestra ser la lideresa perfecta para nuestras protagonistas; Olivia Delcán destaca más que antes como la Hermana Camila, y Joaquim De Almeida (uno de los grandes actores secundarios de Hollywood) la está pasando muy bien interpretando al nuevo Papa.
Si se divirtieron con la primera temporada de “Warrior Nun”, entonces la pasarán de lo lindo con la segunda. La serie es lo que es, y dudo que vaya a convertir a los espectadores más cínicos; no busca ser nada más que entretenimiento puro, pues, aprovechando bien el potencial de su ridículo título. Pero si creen que no serán capaces de creerse una historia que involucra a Monjas Elegidas por una Aureola, Hermanas Que Saben Kung-Fu, demonios carismáticos, mujeres aladas, y portales a otras dimensiones, pues no le pongan play ni al primer episodio. “Warrior Nun” no es para todo el mundo, pero quienes estén sedientos de ver historias de género suficientemente bien contadas, y que no tienen miedo de ser absurdas, deberían darle una oportunidad a este show. Espero que puedan producir una tercera temporada; con Netflix nunca se sabe.