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CRÍTICA – La historia de las malas palabras (Netflix)

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Nicolas Cage.

Uno de los mejores actores que jamás hayan trabajado en Hollywood… pero también uno de los más controvertidos. Alguien capaz de dar una magistral interpretación en filmes como “Dejando Las Vegas” o “Mandy”… pero también de actuar en infames películas de ínfimo presupuesto como “Left Behind” o “Jiu Jitsu”.

Si había alguien que podía presentar un show como “La historia de las malas palabras” en Netflix, aparte de Samuel L. Jackson (quien, desgraciadamente, ni siquiera aparece como invitado en la serie), es Nicolas Cage. Después de todo, se trata de un hombre que no se toma ningún trabajo a la ligera; lo veas en un blockbuster Hollywoodense lleno de estrellas, o en una producción independiente más bien estrellada, Cage siempre se tomará su rol en serio, dando todo de sí, y si el guion lo requiere, volviéndose completamente loco. Por algo, digo yo, existe la expresión “Cage Rage”… o videos en YouTube como “Nicolas Cage losing his shit”.

Pero me desvío un poco del tema. No debería sorprenderles, en todo caso, que cuando Netflix anunció, de manera bastante repentina, que estrenaría una serie cómica documental sobre la historia de las malas palabras, y que esta tendría como presentador a Cage, no pude contener mi emoción. Después de todo, su filmografía es tan inconsistente, que verlo en algo de carácter mainstream, y que no involucra malos efectos visuales, actores poco conocidos, o tramas que no serían aceptadas ni en productoras como The Asylum, debería considerarse como un privilegio. No todas sus películas pueden ser como “Mandy” o “Color Out of Space”, lamentablemente.

Pero a veces las experiencias más gratas son las que terminan sorprendiendo, y eso es precisamente lo que “La historia de las malas palabras” termina haciendo. Lo que tenemos acá es una serie brevísima, con episodios de veinte minutos de duración, que por ende, se puede ver en una sola tarde, y que se consume de manera absolutamente ligera. De hecho, al menos para su servidor, ver “La historia de las malas palabras” se sintió como estar navegando en un canal de YouTube, como algo más similar a las experiencias que los jóvenes de hoy en día tienen con contenido más acelerado, que con las series grandes o complejas que uno suele encontrar en servicios de streaming como Netflix. De hecho, considerando que Cage aparece por sí solo en un set, y que los invitados son grabados ya sea en sus casas, o frente a pantallas verdes, no me sorprendería que “La historia de las malas palabras” haya sido grabada durante la pandemia por el Covid-19, y con todas las limitantes técnicas y creativas del caso.

Pero nada de eso logra arruinar la experiencia de ver “La historia de las malas palabras”. Cada episodio está dedicado a una mala palabra distinta —“F**k,” “Sh*t,” “B*tch,” “D**k,” “Pu**y” y “Damn”—, y consiste de entrevistas con diferentes cómicos —Nikki Glaser, London Hughes, Nick Offerman, y más— y expertos en etimología e idiomas. Se trata de un saludable balance entre lo gracioso y lo verdaderamente educativo, que resulta en momentos que le sacarán una sonrisa a más de uno, pero que también ayudan a informar sobre el origen de estas palabras, y hasta acabar con algunos mitos relacionados a ellas. Por ejemplo, por un tiempo se creía que “F**k” venía de un acrónimo que significaba “Fornication Under the Consent of the King” (“Fornicación bajo el consentimiento del Rey”), pero parece que eso nunca fue verdad.

Disfruté, adicionalmente, de las contribuciones del crítico Elvis Mitchell, quien supo explicar bastante sobre las influencias que las malas palabras han tenido en la cultural popular, y por ende, en la influencia que la cultura popular —películas, series, videojuegos, novelas— ha tenido en el día a día de la gente regular, y por supuesto, en su forma de hablar. Y hasta agradecí la presencia de Isiah Whitlock Jr. (“The Wire”), quien habla un poco sobre la mala palabra que lo volvió famoso —y hasta participa de un chiste recurrente bastante gracioso; en realidad, ¡solo faltó Samuel L. Jackson! Lo mencionan, es cierto, pero el que no haya aparecido frente a cámaras hizo que la serie se sintiese algo… incompleta. ¡Ojalá lo puedan conseguir para la segunda temporada!

¿Y qué hay de Cage? Pues al inicio tenía miedo de que solo fuera a aparecer al inicio y al final de cada episodio, pero felizmente ese no es el caso. De hecho, el show hace un buen trabajo a la hora de intercalar sus contribuciones con los otros elementos narrativos y visuales de cada episodio, haciendo que sus momentos más “Cagey” (como cuando GRITA ciertas malas palabras, o hace referencia a su propia carrera como actor) complementen a la perfección a las demás entrevistas, o incluso a ciertas secuencias animadas bastante vistosas. Cage terminó siendo, pues, el presentador perfecto para “La historia de las malas palabras”, demostrando que no solo se trata de un gran actor de ficción, si no también de alguien a quien me gustaría ver en más shows televisivos o de streaming.

No obstante, vale la pena admitir que, al final del día, “La historia de las malas palabras” se sintió demasiado breve y sencilla. Sí, la serie está llena de datos curiosos y entrevistas graciosas y secuencias animadas relativamente informativas, pero estoy seguro que pudieron haber incluido más datos e historias en cada episodio. Y aunque definitivamente faltaron algunas palabras —no estoy seguro, además, de que haya sido necesario incluir a “Damn”, por ejemplo—, asumo que las están guardando para la siguiente temporada. Lo mismo se podría decir, de hecho, de otros cómicos, y de secciones hablando sobre la influencia de figuras como Richard Pryor o George Carlin. Hay mucho más por explorar en lo que se refiere a las malas palabras, por lo que espero que Netflix no termine cancelando a “La historia de las malas palabras” como lo ha hecho ya con otras series.

Por más de que no sea una experiencia particularmente rica o educativa, no se puede negar que “La historia de las malas palabras” cumple con lo que prometía. Se trata, pues, de una serie ligera, rápida y entretenida, que aprovecha al máximo los talentos del gran Nic Cage, y que logra decir bastante sobre la historia e influencia de seis malas palabras en específico, sin llegar a sentirse demasiado densa o tediosa. Sí, es cierto que podría haber sido más compleja, y es cierto, también, que no todos los invitados serán del agrado del público —el humor es, después de todo, subjetivo—, pero en términos generales, el balance es positivo. “La historia de las malas palabras” es una serie que, hasta hace poco tiempo, no sabía que quería, pero que terminó sorprendiéndome gratamente, haciendo que este 2021 comience con algo de optimismo y diversión. Ojalá de verdad saquen una segunda temporada; ¡necesitamos más Nicolas Cage! (Y si es posible, un poco de Samuel L. Jackson…)

Cofundador y editor en NoEsEnSerie.com. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP, y miembro de la APRECI—Asociación de Prensa Cinematográfica. Integra el staff de la revista MasGamers, las webs de Nintendo Pe y Fans de Zelda Perú, el portal web Cinencuentro, y el portal de cine peruano FotografiaCalato.com. Adicionalmente, es YouTuber para el canal Aprieta Start, y formó parte del staff de prensa del 18 Festival de Cine de Lima. También trabaja como fotógrafo para Star Wars Fan Club Perú. Desde enero del 2012 publica críticas y comentarios de cine en el blog Proyectando Ideas (el cual forma parte de la Asociación de Blogs de Cine). Crítico oficial de RottenTomatoes.com. Cinéfilo y seriómano empedernido.

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 8 (FINAL)

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Llegamos al final de lo que podría considerarse como una de las mejores series del 2024. Y felizmente, “El Pingüino” ha concluido de manera satisfactoria —más que satisfactoria, de hecho. El personaje del título (Colin Farrell) por fin se ha convertido en el verdadero villano que siempre debió ser; Sofia Gigante (Cristin Milioti) ha regresado al asilo de Arkham, para volver a vivir su peor pesadilla. Pero más importante: lo que tanto nos teníamos, terminó pasando. Vic (Rhenzy Feliz), el eterno aliado de Oswald, es asesinado por este último luego de que tienen una breve conversación, en la que el primero le confiesa que lo considera como familia. El último cuchillazo en el corazón (no literal). El último paso que Oz tenía que dar para convertirse en lo que debía ser.

De hecho, lo que postula este último episodio de “El Pingüino”, es que Oz siempre fue así. Desde pequeño. No solo porque terminó matando a sus dos hermanos, como vimos en otro flashback, si no también porque siguió viviendo con su mamá después de eso, como si nada hubiese pasado. Para él, sus hermanos eran como obstáculo que le impedían estar con su madre, y que debían ser eliminados. Quería a su madre solo para él. Quería su aceptación. Quería darle la vida que siempre quizo tener. Pero como Oz no puede obtener todo lo que quiere, y mucho menos lo más importante para él, su madre termina teniendo un derrame, el cual la deja en estado vegetativo. Todo por lo que luchó, todo por lo que mató… se esfumó en pocos minutos. Y todo lo que queda es un Oz destruido, que lo tiene todo pero a la vez nada.

Es así, pues, que “El Pingüino” nos deja con una de las mejores construcciones de un villano que haya visto en un buen tiempo. A diferencia de lo que está haciendo Sony, la serie nunca trata de redimir a su personaje central ni mucho menos. No trata de convertirlo en un antihéroe. Lo que ha hecho es obligarnos a seguir a un personaje nefasto, a un psicópata al que entendemos, pero al que nunca llegamos a justificar. Es fascinante, y se cuelga de las excelentes actuaciones de Farrell, Milioti y Feliz. De hecho, si tengo una sola queja, es que “El Pingüino” no logra insertar suficientes referencias al mundo en el que sucede (¿cómo es que Batman ha ignorado todo lo que pasa en el show?) Y aunque me encantó la aparición de la Batiseñal al final, creo que pudieron haber puesto… más. Pero eso es lo único, ¡lo juro! Por lo demás, “El Pingüino” ha concluido muy bien, y ha demostrado ser, nuevamente, de lo mejor que hemos podido ver este año en streaming.

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CRÍTICA: El Pingüino – Episodio 7

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****½ sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

Ya nos vamos acercando al final. En el sétimo episodio de “El Pingüino”, llamado “El Jefe”, las cosas se tornan más complicadas para el personaje del título. Su madre, Francis (Deirdre O’Connell) ha sido capturada por Sofia Gigante (Cristin Milioti), y cuando llega a su casa en busca de Vic (Rhenzy Feliz), más bien se encuentra con Sal Maroni (Clancy Brown), quien le pide lo lleve a su base de operaciones en las alcantarillas. Después de todo, se quiere vengar de Oz por haber matado a su esposa, y de paso se quiere quedar con su operación de producción y distribución de drogas para compartirla con Sofia.

Es una situación compleja, pues, de la cual, para variar, Oz logra salir. Con la ayuda de un secuaz, logra apagar las luces de su base, se escapa de las garras de sus enemigos, y termina asesinando a Maroni… bueno, más o menos. Pelean, y este parece morir de un infarto, lo cual frustra a Oz, quien siempre quiere demostrar que es el ganador y es mejor de lo que el resto cree. Pero por su parte, en una conversación con Francis, Sofia se da cuenta de algo: todo este tiempo, quizo hacer algo nuevo, ser distinta. Pero ha estado jugando el mismo juego que su padre. Por ende, cuando Oz le pide que vaya a su base para entregar a su madre, hace algo diferente: le manda una bomba. Y aunque el Pingüino sobrevive (obviamente), para variar, los que pagan las consecuencias de la explosión son los residentes más pobres de la superficie. Al igual que con la inundación del Acertijo en “Batman”, son los más necesitados los que sufren por las acciones de estos villanos.

Es así que “El Pingüino” se va acercando a su final, sorprendiéndonos con giros narrativos interesantes y demostrando que ya se está acercando a un clímax potencialmente intrigante. Disfruté del flashback a la infancia de Oz con su madre (pues resulta que el pequeño Pingüino fue el responsable de la muerte de sus hermanos… o al menos eso parece), y disfruté de la escena entre Francis y Sofia, y de la intervención del Doctor Rush (Theo Rossi) en toda la situación. Sofia sigue siendo una antagonista formidable, dejando a Oz más solo que nunca. Aparentemente sin Vic (por el momento, asumo) y con un ejército muerto. ¿Qué pasará en el último episodio de la próxima semana? Tengo mis teorías, pero como siempre, estoy seguro que “El Pingüino” logrará sorprenderme.

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CRÍTICA: Agatha en todas partes – Episodios 8 y 9 (FINAL)

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EPISODIO 8

****sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

El octavo (¡y penúltimo!) episodio de “Agatha en todas partes” comienza con el breve retorno de Alice (Ali Ahn), quien al encontrarse con la Muerte (Aubrey Plaza) se entera de que ya cumplió con su misión en la Tierra; al ser una Bruja de Protección, murió protegiendo a alguien. Luego de eso, retornamos a donde Billy (Joe Locke) y Jennifer (Sasheer Zamata) escapando de la prueba anterior, y del sacrificio de Lilia (Patti LuPone). Eventualmente, se reencuentran con Agatha (Kathryn Hahn), y aunque tratan de avanzar por el Camino de las Brujas, al final se dan cuenta de que este es un círculo, y regresan a donde comenzaron.

¿O no? Porque sí terminan llegando a la última Prueba, donde Agatha se da cuenta que cada una de las brujas ha llegado al momento en donde puede (¿debe?) recibir lo que está buscando. Jennifer recupera sus poderes (resulta que era la mismísima Agatha las que los estaba bloqueando), Billy encuentra la manera de meter la consciencia de su hermano en el cuerpo de un niño que está a punto de morir, y Agatha… bueno, logra crear vida a partir de la tristeza, lo que la lleva a enfrentarse a la Muerte y, para sorpresa de muchos, autosacrificarse. ¡Resulta que no era taaaan mala después de todo!

Todo va culminando, pues, tal y como asumíamos que culminaría, pero lo más interesante ha sido reservado para el final del episodio. Ya de vuelta en casa (y luego de haber adquirido su propio traje de superhéroe y todo), Billy se da cuenta de algo, y el público es testigo de un giro bastante chocante. El Camino de las Brujas nunca existió; siempre estuvo basado en las experiencias y cosas que Billy tenía en su cuarto. Como buen hijo de Wanda Maximoff, creó su propia realidad, y trajo consigo a las brujas para meterse en ella (lo cual explica cómo es que la Muerte se va del Camino simplemente cortando un agujero en una pared falsa en el fondo… huh). Es un “twist” que funciona, pero que sí me dejó con una desagradable sensación, parecida a la del estereotípico final de “todo fue un sueño”. Y así termina, lo cual, por supuesto, me lleva a…

EPISODIO 9 (FINAL)

**** sobre *****

*CUIDADO QUE HAY SPOILERS*

…el último episodio de “Agatha en todas partes”, por supuesto. Es aquí, pues, que nos enteramos —a través de un flashback bastante extenso— de la vida de Agatha entre 1750 y 1756, primero cuando dio a luz a su hijo Nicky, y luego cuando vivió con él hasta el día que la Muerte se lo llevó, engañando a brujas para luego matarlas. Pero más importante, es aquí que se complementa lo revelado en el episodio anterior, mostrándonos que la Balada del Camino de la Bruja nunca fue real —simplemente era la adaptación de una canción que al pequeño Nicky se le ocurrió mientras caminaba con su madre cerca al bosque.

Por ende, es Agatha quien se inventó todo el rollo del Camino, y como se muestra en un montaje bastante memorable, quien engañó por literalmente siglos a brujas, diciéndoles que les mostraría el Camino, para luego extraerles todo su poder. Es eso, de hecho, lo que planeaba hacer con Alice, Jennifer y Lilia al inicio de la temporada, en el sótano de su casa… hasta que Billy, con su propio poder, creó el Camino por primera vez en la historia. Es así, pues, que este episodio final nos muestra claramente el arco de personaje de Agatha: comenzó la temporada como alguien que simplemente quería seguir engañando a otras brujas, como siempre, y la terminó sacrificándose por Tommy, y convirtiéndose en una fantasmita.

Es ya en el presente que la vemos así, y que llegamos al final de la serie: con Agatha y Billy saliendo a la luz, en busca de Tommy. ¿Veremos el desarrollo y desenlace de dicha aventura? Sospecho que sí, pero no sé si en una segunda temporada de “Agatha en todas partes”, o en alguna otra serie. En todo caso, se puede decir que este show terminó siendo mejor que lo que muchos esperaban; correcto, en términos generales, y en el caso de algunos episodios un poco repetitivo, pero en el caso de otros, bastante memorable. No la he pasado mal con “Agatha en todas partes”, y ahora que el personaje del título es un fantasma, me gusta la idea de seguir a Billy Maximoff en la búsqueda de su hermano. ¡Apúrense y háganlo realidad, Marvel!

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